NoticiaSantos «El día que el Señor me lleve, me habrá tocado la lotería» Publicado: 30/10/2015: 10190 El diácono permanente Fabián García, que durante más de una década ha servido en el cementerio de San Gabriel (PARCEMASA), nos habla, desde su retiro por motivos de salud, de su relación con la enfermedad y la muerte ante esta fiesta de Todos los Santos. Calcula haber celebrado casi 20.000 funerales pero, afirma, «no hay dos iguales». Virgen de Belén y el Salvador de Málaga, Arroyo de la Miel, Arriate, Churriana... Muchos han sido los destinos como diácono permanente de Fabián García (Pozoblanco, 2015). Pero ha sido su paso por el cementerio de San Gabriel (PARCEMASA) el que ha marcado su labor pastoral, llevando el consuelo del Evangelio a miles de familias. Su corazón ha dicho basta. Se acabaron las jornadas de hasta 18 horas en el cementerio, los cuatro funerales diarios, los ratos interminables de acompañamiento a las familias... Desde hace casi un año, el diácono permanente Fabián García, padre de cinco hijos, abuelo de ocho nietos y bisabuelo de un niño, está retirado de la misión apostólica en PARCEMASA que venía realizando los últimos 12 años. «No es tan duro el trabajo del cementerio –afirma, no obstante–. A mí me ha aportado muchísimas satisfacciones. Ponerse enfrente de una persona que ha perdido a un ser querido y hablarle de Dios, eso lo disfruta uno como un enano. Esa es nuestra vida: estar al lado de los que sufren; tener las puertas abiertas, el corazón y el cuerpo entero, dispuesto a quien nos necesite». A pesar de haber oficiado más de 20.000 exequias, afirma no haberse aburrido nunca: «no hay dos entierros iguales». Su truco para tener siempre la palabra precisa y que parezca siempre nueva es «a base de Evangelio, no hay otro camino». Incluso en las situaciones más duras, como ante la muerte de un niño, García tiene palabras para levantar el ánimo: «mira que es duro enfrentarte a una familia que ha perdido a un hijo, sobre todo para los que tenemos familia.Yo les saco el Evangelio: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Cuando me preguntan que de dónde saco las fuerzas para predicar, yo les digo: “del Evangelio y del Padrenuestro. Prueba a vivir como dice el Evangelio, a ver qué pasa. Luego vienes y me cuentas si es o no verdad”». Es curioso cómo, ante el misterio de la muerte, muchos se replantean sus convicciones. «A los no creyentes no he ido a buscarlos. Venían ellos a mí, a montones. Yo les decía: “No queréis saber nada de la Iglesia pero luego venís a pedirme... Pero en fin, el Señor es misericordioso y si os quedáis tranquilos, lo hacemos”». Una auténtica incursión en las periferias existenciales. Para Fabián, la celebración de Todos los Santos y de Todos los Fieles Difuntos «es de lo más grande que podemos celebrar si se hace con conocimiento de causa. Tendría que tener más fuerza en nuestra Iglesia. ¡Que no acaba todo aquí, que empieza!». Con respecto a la popularización de la fiesta pagana de Halloween, el diácono es tajante: «eso pasa porque no sabemos lo que celebramos en este día. Celebramos lo más grande, lo que nos espera: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Dudamos sin tener que dudar. Si Dios me promete a mí una cosa, ¿por qué tengo yo que desconfiar?, ¿por qué tengo yo que ser más que Dios? Los cristianos, en estas fechas, tenemos que reflexionar sobre lo que nos espera. Aquello tiene que ser gloria bendita ¿Y le tememos a la muerte? ¿Y para qué nacimos si no es para la muerte? La muerte es un salto de los sufrimientos de esta vida al cielo. El día que el Señor me diga: “Se ha acabado, tira para acá”, ése día me habrá tocado la lotería. ¡Si es lograr lo que yo quiero y por lo que he luchado! El Día de los Difuntos tiene que ser el más grande de nuestras celebraciones». ¡Qué bello es vivir! Pasar un rato a su lado es recibir una dosis en vena de esperanza. Esa verdadera alegría que llena el corazón y que no puede ahogar ninguna situación humana, por dolorosa que sea. Para un hombre como Fabián, acostumbrado a vivir junto al dolor humano, la hora de la enfermedad no supone un esfuerzo extra: «Ha llegado la hora de quitarme de la batalla de la pastoral y entregarme a esta otra que es a despedirme, ya que son 79 años. Es una batalla que yo esperaba y que me gusta. Porque yo creo a ciencia cierta que esto no es lo último, que viene otra cosa. Luego, lo que tengamos que vivir aquí, tenemos que vivirlo con alegría y con optimismo, pues no depende de nosotros». Seguro que Don Ramón Buxarráis vio en él algo especial para convencerle de estudiar cinco años en el Seminario (mientras continuaba con su trabajo como cartero) y acabar ordenándolo de diácono. «Don Ramón es lo mejor que me ha pasado, pues me ayudó a realizarme como cristiano», afirma. Esa fe firme se transparenta ahora, en momentos donde otros sólo ven angustia. «Ante la enfermedad y la muerte, nosotros no tenemos por qué tener pena. ¿Que tienes un dolor? Eso es lo que te ha mandado Dios, ¡tanta lata que le has dado tú a Él”», dice mientras ríe a carcajadas. «Este momento no lo queremos ninguno; pero cuando lo esperas, es muy diferente».