NoticiaColaboración Leo las montañas Frescos de Masolino Publicado: 01/10/2014: 17462 En el centro del Arroyo de la Miel hay un paseo con sus pequeños jardines. Cuando yo vivía allí, lo remodelaron, pusieron plantas nuevas, y, para que no se torcieran, les clavaron como guías unas cañas secas. Al poco tiempo, AÌngel, el fotógrafo, me llamó y mostró una de esas viejas cañas rediviva. Me quedé admirado contemplándola y agradecí a la caña su capacidad de lucha por la vida. ¿Qué nos pasa? Mientras nosotros quemamos miles y miles de hectáreas cada año, la naturaleza, apostando por la vida. Nosotros, por destruirla; ella, por sostenernos. ¡Qué contraste! Alguien dijo que cuando el bosque arde, algo cristiano se quema. Desde luego, el primer pecado de la Biblia, aquel por el que el hombre es arrojado del paraíso, es el de la destrucción de la naturaleza: Adán no come del árbol porque tenga hambre, sino que lo utiliza para lo que no ha sido creado para el hombre. Y mientras agradecía a la caña su lección, recordé una frase de Juan Pablo II. Acababa de tomar, por aquel entonces, unas vacaciones en las montañas y un periodista le preguntó: “Santidad, estos días qué libro lee”. Y el Papa le contestó: “Leo las montañas”. Sí, para quien sabe ver, todo es presencia de Dios.