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El dogma de la asunción, respuesta al sentido de la vida

Pío XII firma la bula de proclamación del dogma
Publicado: 15/08/2021: 12012

El más reciente de todos los dogmas marianos es la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo. No es una verdad revelada explícitamente en la Escritura, aunque podemos considerar fundamentos bíblicos los textos de Gn 3, 15, Lc 1, 28 o Apoc 12, 1 y el contexto de este capítulo del último libro de la Biblia.

¿Qué argumentos hay, en la Tradición, que sirvan como base? La mayoría proceden de los libros apócrifos. Varios de ellos, de los siglos IV-V, pero basados en tradiciones anteriores, nos hablan del “tránsito” de María. Estos textos son reflejo de un sentimiento popular, muy al inicio de la historia de la Iglesia, derivado de una reflexión teológica: es inadmisible que la mujer que fue el templo del Dios vivo haya sufrido la corrupción y la disolución del cuerpo. Incluso hay investigaciones que admiten que el sepulcro de María se halla en Getsemaní, lugar de devoción desde los primeros siglos, y que se transformó con el tiempo en un santuario.

Desde el siglo IV al VIII en la liturgia tenemos testimonios de la fiesta de la Dormición de María, que pasa desde Oriente a Occidente y se convierte, en Roma, en la fiesta de la Asunción.
El dogma fue definido por Pio XII con la bula Munificentissimus Deus, el 1 de noviembre de 1950. En el texto se evitó expresamente mencionar la muerte de María, ya que había teólogos que decían que María no pudo haber muerto al ser la muerte una consecuencia del pecado, y otros defendían una posición diversa.

¿Qué sentido puede tener este dogma para nosotros? Por una parte, muestra la importancia del cuerpo humano; es también una respuesta a la pregunta por el sentido de la vida, ya que nos ilumina el futuro de luz y felicidad junto a Dios; es signo de consuelo y esperanza, porque María precede al pueblo de Dios y a la humanidad que peregrina; y también es icono de la Iglesia escatológica, porque en María se da lo que la Iglesia esperamos con el culmen del Reino de Dios.

Hoy día este dogma plantea dificultades a nivel antropológico, escatológico y temporal. Por ejemplo: si el espacio-tiempo es relativo, y el tiempo es una dimensión de la realidad y no una “línea de acontecimientos”, ¿cómo se puede sostener un “tiempo de espera” para la humanidad entre la muerte y el culmen escatológico? Esto, sin embargo, son cuestiones teológicas que no afectan al sentido último del dogma: al final de su vida terrestre, María Santísima fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste.

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José M. Llamas

Sacerdote diocesano

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