Se trata de la peor catástrofe natural que ha padecido el país desde 1934. Las ayudas internacionales se han puesto en marcha. El Papa Francisco hacía un llamamiento para recordar nuevamente a las víctimas y damnificados: «rezo por las víctimas, por los heridos y todos los que sufren por esta calamidad. Que reciban el apoyo de la solidaridad fraterna. Y recemos a la Virgen para que esté al lado de todos ellos». Unos acontecimientos que nos pueden llevar a preguntarnos: ¿dónde está Dios ante el sufrimiento de los inocentes? Está precisamente ahí, silenciado en el dolor, en el rostro del abandonado. Está en las manos y en el corazón de Cáritas Nepal que desde el primer momento se ha puesto en marcha. Como afirmaba su director: «mucha gente ha perdido sus casas y está en las calles o en espacios abiertos, y tendremos que proveerles de comida y refugio temporal». Está en la mano solidaria y en el corazón orante.