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Nadie deja de consumir algo que le produce un estado de conciencia de euforia, alegría, poder y desinhibición con matices de libertad. La querencia a estas experiencias son fortalecidas cuando, repetidas en varias ocasiones, no se descubren efectos negativos, porque el consumo de droga tiene un periodo inicial, siempre excesivo en el tiempo, en el que todos son gratificaciones, por lo que se compara a una luna de miel, pero ésta, antes o después, finaliza, y esto sucede cuando se han consolidados los deteriores cerebrales que de manera lenta, pero progresiva y segura, conduce a una situación límite y traumática, en la que el consumidor pierde hasta el sentido de su vida: "el único bien que descubro en la vida es olvidándome que estoy vivo".
¿Qué hacer?
Esta persona que nos llega herida, desorientada, perdida, cansada de sí misma y pidiendo auxilio a la esperanza, le tenemos que ofrecer una acogida en la que con una escucha atenta y activa, interés y ganas, y regalando un tiempo sin signos de limitaciones, perciba, desde su situación de vulnerabilidad y desamparo, que es reconocida, valorada e importante para alguien, y así crear un clima en el que la recuperación de su dignidad, precipita una relación terapéutica de cercanía y disponibilidad. Es tiempo de comprender, y no se juzga lo que se comprende, y esto decide una identificación con el sufrir de esa persona: la piedra angular del proceso de rehabilitación ya se encuentra colocada.
Es el escenario idóneo para trabajar con ella, y señalar con claridad que lo más importante no es lo que ha sido o su relación actual con la droga, sino lo que desea fervientemente ser, es decir la orientación y el cambio que le quiere dar a su vida, y esto decide el objetivo de buscar y concretar el por qué y para qué ha decidido solicitar tratamiento, y con estas respuestas perfilar un proyecto de futuro libre de toda esclavitud.
Discernida, valorada, argumentada y decidida la meta, ya tenemos la referencia más eficaz y eficiente y segura para cualquier abordaje de la enfermedad. La meta deseada, fortalecida por una esperanza documentada que estimula, con sus poderosas energías, a una voluntad, que tiene la misión de conseguir lo que el cerebro racional ha decidido como un bien, es la que mantiene una intencionalidad permanente en todas y cada una de las células que, informadas, se orientan hacia ese objetivo, y ocupando un lugar en los circuitos neuronales correspondientes, hacen nacer una singular nostalgia de futuro, que conforma una neuromotivación suficiente para que se despierten zonas dormidas del cerebro, se tonifiquen y reanimen las que mantienen una minima actividad y aumenten su desarrollo las presentes.
Este escenario neuronal ofrece circunstancia favorables para que los ilimitados e ignorados recursos cerebrales puedan ser estimulados y pasar de potencia a acto, y que posee per se, la capacidad de cambiar, modificar y controlar cualquier proceso patológico, incluso genético, como lo señalan los neurocientíficos: aparecen los "milagros terapéuticos", ya que éstos son " son tales efectos de causas, que por ser desconocidos no dejan de ser naturales"
Es ahora el tiempo en el que enfermo y familia tienen que asumir el protagonismo que le corresponde, porque se necesita tiempo, esfuerzo, persistencia, paciencia y suerte, pero sabiendo hacia dónde dirigirse, todos los vientos le serán favorables, y aunque es evidente que los problemas, dificultades, frustraciones y complicaciones no desaparecen y en ocasiones incluso aumentan, son interpretados, no como obstáculos sino como "ocasiones terapéuticas" que se presentan para, al ser superados, crecer y acercarse más rápidamente al objetivo propuesto...porque una mente entusiasmada encuentra oportunidades en todas partes.
Un cerebro unificado y dirigido hacia una meta elaborada y fundamentada, representa la más poderosa fuerza que existe
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Nº 2 | Nombre de usuario (08/01/2014 15:02)
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