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Confirmaciones (Parroquia Nª Sª del Carmen-Torremolinos)

Publicado: 20/06/2015: 289

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en las confirmaciones celebradas en la parroquia Nª Sª del Carmen de Torremolinos el 20 de junio de 2015.

CONFIRMACIONES

EN LA PARROQUIA DE NªSª DEL CARMEN

(Torremolinos, 20 junio 2015)

 

Lecturas: Job 38, 1.8-11; Sal 106, 23-31; 2 Co 5, 14-17; Mc 4, 35-41.

(Domingo Ordinario XII – B)

1.- Un saludo fraternal a D. Alejandro, el párroco; a D. Emilio, el antiguo párroco, que también comparte con nosotros esta celebración; y a los ministros del altar.

A todos vosotros, queridos fieles, que os unís a esta gran fiesta.

Esto va a ser como ocurrió el día de Pentecostés en Jerusalén. Aquí va haber una transformación, como los Apóstoles reunidos que recibieron el Espíritu Santo y salieron a la calle predicando quien era Jesús de Nazaret, quien era Jesucristo el Señor. A ellos les dijeron si estaban borrachos porque decían esas cosas. Espero que a vosotros, cuando deis testimonio de Jesús, no os digan que estáis un poco tarados. Y si alguno os lo dice, no os preocupéis, eso forma parte del testimonio de fe en nuestro mundo.

2.- Vamos a centrarnos en las lecturas de la liturgia de hoy. La primera del libro de Job, un hombre con gran fe, muy paciente, que ha sido capaz de aguantar una enfermedad y quedarse sin bienes, sin hijos, sin nada, siempre confiando en el Señor. Job se interroga, porque se ha portado bien y no sabe por qué el Señor se ha portado así con él. Esa era la idea que tenían antes. Esa imagen de Dios hemos de ir cambiándola.

Dios no nos trata mal, queridos fieles. Dios no nos castiga, más bien nos tratamos mal los hombres unos a otros. Y si ocurre alguna desgracia o alguna enfermedad, no es un castigo necesariamente, es una simple consecuencia de nuestro estado de naturaleza caída, naturaleza rota, naturaleza débil, naturaleza en pecado.

¿Para qué vais a recibir la confirmación? Para daros la fuerza del Espíritu que recomponga la debilidad humana.

En el diálogo de Job con Dios, el Señor habló a Job desde la tormenta y le hizo ver que toda la creación es obra de sus manos: «¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando escapaba impetuoso de su seno, cuando le puse nubes por mantillas y nubes tormentosas por pañales?» (Job 38, 8-9); como diciendo que, aquí, el dueño de la creación no es Job, ni el hombre.

            El hombre no es dueño absoluto de la creación y no debe abusar de la misma. A veces, por intereses propios, se destrozan las riquezas de la naturaleza, se inquinan aguas dulces, o el mar. La naturaleza debe ser para todos los seres humanos, los que han venido, los que estamos ahora y los que vendrán detrás. No podemos dejarles una naturaleza estropeada, sin aguas para beber, sin bosques, sin mar limpio. Tenemos una obligación con la naturaleza, con la Creación. Dios encargó al hombre el cuidado de las cosas creadas.

El papa Francisco acaba de publicar, ayer mismo, una encíclica, titulada “Laudato sii”, haciendo referencia al Cántico de las Criaturas de san Francisco de Asís, que comienza con esa frase en italiano: “Loado seas mi Señor”, alabado seas; en italiano: “Laudato sii”. En esta encíclica, nos exhorta a respetar los bienes de la naturaleza y a cuidarla con esmero pues sirve de sustento para toda la humanidad.

Os animo a que leáis esta Encíclica. Un buen momento puede ser durante estas vacaciones mirando el mar, tomando el sol, porque es muy sabrosa. Es una Encíclica muy al estilo del papa Francisco, que es muy directo, muy claro y nos anima a todos en este sentido.

3.- Estamos llamados a vivir eternamente con el Señor, gracias a la resurrección de Cristo de entre los muertos: «Sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él» (2 Co 5, 14).

Esto nos anima a seguir el camino que tenemos trazado en la vida; a vivir a la luz del Evangelio; a no acobardarnos ante las dificultades; a no tener miedo de que nuestro cuerpo vaya perdiendo fuerza y se debilite: «Por eso, no nos acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día» (2 Co 5, 16).

Los confirmandos vais a recibir el don del Espíritu para renovaros, para recibir la fuerza del Espíritu de Dios, los dones del Espíritu que os van a transformar.

Un ejemplo, que me gusta poner y que es muy visual, es si habéis visto alguna vez, y si no os lo podéis imaginar, cuando un artista está haciendo una obra de arte con barro; cuando el barro está aún blando es moldeable, lo puede retocar, como lo hace el alfarero. Y, después, para que ese barro adquiera dureza, consistencia y sea fuerte, ¿qué suele hacer el artista? Para que una figura de cerámica deje de ser barro blando y pase a ser una figura preciosa de porcelana, ¿qué hace falta? (Respuesta de un confirmado: “ponerla al horno”). Y, cuando sale del horno, ¿cómo sale esa figura? Preciosa, hecha una maravilla.

El Señor va a hacer con vosotros lo mismo. Al Espíritu Santo lo identificamos con la imagen del fuego. El Espíritu Santo se apareció, se posó, como lenguas de fuego, sobre las cabezas de los Apóstoles. El Espíritu Santo se va a posar sobre vosotros como el fuego y va a hacer lo que hace el fuego, va a coceros a mil grados, va a quemar lo que no sirve: la ganga, la paja, el barro. Lo que no sirve lo va a quemar, tiene que desaparecer; los egoísmos, lo que nos aparta de Dios, eso tiene que desparecer. Tiene que aquilataros como oro para que salgáis de aquí hechos unas figuras, pero tenéis que dejaros. Espero que estéis dispuestos a hacerlo.

4.- El Evangelio de este domingo es el de la tempestad calmada. Al atardecer, después de una jornada de intenso trabajo, Jesús sube a una barca y dice a los Apóstoles que vayan a la otra orilla. Agotado por el cansancio, se duerme en popa. Mientras tanto se levanta una gran tempestad que anega la barca: «Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua» (Mc 4, 37).

Asustados, los Apóstoles, despiertan a Jesús, gritándole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (Mc 4, 38).

Tras levantarse, Jesús ordena al mar que se calme: «¡Silencio, enmudece! El viento cesó y vino una gran calma» (Mc 4, 39). Después, les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (Mc 4, 40).

5.- Podemos aplicar esto a la Iglesia, a vuestra vida cotidiana. Pensad que podemos ser como una barca normal, zarandeada por las olas del mar y por el viento, y nos entra agua dentro, una barca que zozobra, que puede hundirse.

Hay muchas ocasiones en las que nuestra vida parece hundirse porque no salen bien las cosas, o como pensábamos, o porque hemos recibido un mazazo por las razones que sean, porque nos ha sobrevenido una enfermedad, porque nos ha sucedido una cosa que no nos gusta, porque nos hemos alejado de Dios… por muchas razones.

¿Qué hay que hacer en estos momentos? Pedir a Dios que esté con nosotros. Él está y no está dormido; somos nosotros los que nos alejamos. Por tanto, hemos de ser nosotros los que recurramos a Él: “Señor aumenta mi fe. Señor sálvame que me hundo, que mi pie no toca tierra firme”.

En esta tarde, la fuerza del Espíritu os va a ayudar a superar esos momentos difíciles de la vida. Algunos habéis pasado ya momentos complicados, a otros aún les van a venir, también dando testimonio de la fe. Cuando decís “soy cristiano” en vuestros ambientes: familia, amigos, trabajo, Universidad, playa…, más de uno os criticará, pero la fuerza del Espíritu os va a fortalecer en ese testimonio.

Estamos en una sociedad que necesita la luz del Evangelio. Y vosotros, que hoy encenderéis el Cirio Pascual simbolizando la luz de la fe, de la esperanza y de la caridad que se nos regaló en el bautismo, ahora seréis confirmados por el Espíritu y por la Iglesia en esa misma fe recibida en el bautismo.

Ese es el gesto: la confirmación completa el bautismo, lo perfecciona; por eso, unidos, hacemos recuerdo del bautismo. Haréis la renovación de las promesas bautismales y de la fe con la llama encendida del Cirio Pascual, recordando vuestro bautismo.

Quien confirma la fe es el Espíritu Santo, os confirma; vosotros renováis las promesas. Vamos, pues, a realizar este gesto. Ahora el diácono irá a encender una vela del Cirio Pascual; y, después, el diácono y el acólito os distribuirán esa luz de la fe para profesarla después. Que así sea.

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