El papel que juega la Iglesia en la sociedad española no solo se circunscribe al campo religioso, sino que se extiende al ámbito asistencial, educativo y cultural, con el consiguiente impacto positivo que ello genera a nivel económico y presupuestario, tal y como refleja la última Memoria de Actividades que presentó ayer la Conferencia Episcopal, correspondiente a 2015. Este informe, supervisado por una auditoría externa, supone, en primer lugar, un loable y riguroso ejercicio de transparencia y rendición de cuentas, puesto que ilustra la labor que desempeña la Iglesia con las aportaciones voluntarias que realizan cada año cerca de nueve millones de contribuyentes a través de sus declaraciones de IRPF. Y, en segundo término, pone en valor las numerosas actividades que desarrollan las diócesis a lo largo del año, empezando por la asistencia a los más desfavorecidos.

En concreto, la Iglesia destinó unos 590 millones de euros a ayudar, de una u otra forma, a 4,8 millones de personas en sus 9.000 centros sociales repartidos por el país, superando así a la inmensa mayoría de presupuestos que dedican las comunidades autónomas a la materia asistencial, tan solo por detrás de Cataluña y Andalucía. De este modo, invirtió en la sociedad el 138 por ciento de lo que recibió por la asignación tributaria. Pero es que, además, la educación concertada ahorró al Estado más de 2.560 millones de euros gracias a su eficiencia, tras formar a casi 1,5 millones de alumnos en sus centros. Y todo ello sin contar que el gran patrimonio cultural y la intensa actividad que generan las fiestas y celebraciones religiosas suponen un impacto económico superior a los 32.000 millones de euros al año, casi el 3 por ciento del PIB. La Iglesia es, sin duda, un ejemplo de transparencia y solidaridad.