NoticiaMártires José Frías Ruiz, natural de Comares que entregó su vida por amor Publicado: 26/02/2022: 8831 José Frías Ruiz es uno de los 16 mártires que serán beatificados el 26 de febrero en la Catedral de Granada. Este grupo de mártires del siglo XX en España cuenta con tres malagueños. José era natural de Comares, donde nació en 20 de abril de 1902. El sacerdote diocesano Antonio Ariza es natural de Comares, el pueblo que también vio nacer al futuro beato. Ante la noticia de la beatificación, expresa: «siento dolor y alegría. La carta a los Hebreos presenta a Jesús como "sumo sacerdote misericordioso y fiel en las relaciones que median entre Dios y los hombres...". En resumen, dos adjetivos excelsos: creyente y solidario. Me duele el sufrimiento de este compañero y paisano, que padeció un martirio tremendo, junto a su padre y sus compañeros. Como Jesús, tuvo su mayor acto de fe en su Getsemani de Alhama: "si es posible, que pase de mí este cáliz", seguido del acto de fe: "que no se haga mi voluntad, sino la tuya". Y entregó su vida por amor a Dios y al pueblo. Pensando en mi padre y en mí, siento el dolor con Frías; y siento, también, la alegría de un hombre que dijo sí, cuando Jesús lo llamó a dar su vida por la gente, enfrentada en una guerra de hermanos. Unió su cruz a la de Jesús, para completar la pasión y asumir los sufrimientos humanos. Unido a él y a todos los mártires, le pido que ruegue a Dios por mi pueblo y por todos los sacerdotes para que seamos creyentes y solidarios, dando la vida por el Reino, con alegría y con valor». Biografía Nació en Comares (Málaga) el 20 de abril de 1902. Inició sus estudios en el Seminario de Málaga y, después del primer año de Filosofía, por motivos de salud, estuvo un año fuera del Seminario. Después pidió, por la misma causa, entrar en el Seminario de San Cecilio de Granada y “ser clérigo de esa diócesis”. En Granada recibió el presbiterado el 25 de mayo de 1929. Fue coadjutor de Alhama de Granada, donde mostró grandes virtudes sacerdotales. Era fervoroso, buen catequista y confesor, con una ejemplar dedicación a la administración del sacramento de la penitencia y la dirección espiritual. De buen trato y amena conversación, alegre y comunicativo, era un hombre de mucho carácter y entereza de ánimo. Un testigo dice de él: «era muy bueno, trataba con todo el mundo y era magnífico… yo era su monaguillo y me confesaba con él». Atendía espiritualmente a la comunidad contemplativa de monjas clarisas del convento de San Diego. El Siervo de Dios fue detenido el 27 de julio. Su martirio en la carretera de Loja a Alhama tuvo notas especiales. En el traslado en camión, hacia el lugar de la muerte, recibió una cuchillada en el cuello, pero no cayó muerto, como ocurrió con los demás compañeros, entre los que iba también su propio padre, un anciano de venerable figura. Sangrando caminó hacia el pueblo y, sorprendido en su intento, recibió nuevos disparos que le causaron la muerte en la entrada al pueblo por San Diego. Era el 30 de julio y el Siervo de Dios tenía 34 años. Sus restos están en el Valle de los Caídos. Un benemérito y recordado sacerdote alhameño, ya fallecido, testificó en la Causa que, «a pesar de tener entonces sólo cinco años, la muerte del Siervo de Dios marcó mi posterior vocación sacerdotal pues, durante mis estudios siempre relacioné el dar la vida por Cristo, que se nos inculcaba, con este hecho de la muerte de Don José». Herederos de la fe de su tío El sobrino, Rafael Ruiz, había salido de Alhama camino de Sevilla al poco de iniciarse los rumores de la persecución religiosa. Allí creció y formó una familia, a la que educó siguiendo el estilo de su tío. «Mi padre hablaba de él muy frecuentemente, le inculcaron desde pequeño la costumbre de leer la Biblia en voz alta. Mi madre apagaba la radio y él se ponía a leernos la Biblia, al igual que su tío, los domingos por las mañanas», dice María Antonia. Las dos hijas de ese sobrino de Frías Ruíz aún recuerdan a su padre pidiendo la intercesión de su tío, enseñándoles el mismo latín que aprendió de su tío, el sacerdote de Alhama. «La noticia de la beatificación ha sido para nosotras una alegría muy grande. La pena es que mi padre no haya podido vivir un poco más para conocer siquiera que se habían iniciado los trámites de su proceso», explica María Antonia, que confirma que irá «tanto a la vigilia como a la beatificación en la Catedral. Para nosotros es un acontecimiento muy importante».