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«El Ingreso Mínimo Vital debe estar unido a la promoción»

Francisco José Sánchez Heras, director de Cáritas Diocesana
Publicado: 09/07/2020: 24577

Francisco J. Sánchez Heras, director de Cáritas Diocesana de Málaga, analiza la repercusión del Ingreso Mínimo Vital en la realidad de la sociedad malagueña

«Hay que poner a disposición recursos técnicos de activación y acompañamiento, de lo contrario, sería solo un subsidio de emergencia y paliativo que mantendría a las personas en la misma situación»

¿Qué situaciones viene a remediar el Ingreso Mínimo Vital (IMV)? ¿A quiénes va a beneficiar?

Viene a paliar situaciones de personas y familias con ingresos muy, muy insuficientes y en una situación de gran precariedad o exclusión social. Si tiene un buen desarrollo e implantación, el IMV puede ser fundamental para luchar contra la desigualdad, uno de los grandes retos que verdaderamente tenemos. También nos preocupa que no llegue a los migrantes como personas más vulnerables. No es posible una reducción de hogares sin ingresos sin un incremento en la cuantía de los sistemas de renta, que deben beneficiar sobre todo a los hogares sin ingresos.

¿Qué realidades de pobreza severa ve a diario en Cáritas Diocesana de Málaga?

Fundamentalmente la de personas y familias empobrecidas. Una vez más, la crisis no ha sido igual para todos ni lo será. El ensanchamiento de la brecha digital o las dificultades en la vivienda han demostrado que quien tiene vivienda tiene la seguridad. La reducción o desaparición de ingresos que han experimentado muchas familias durante todo este estado de alarma ha incrementado aún más las situaciones que existían de pobreza relativa y severa antes de esta crisis. 

Es una demanda de Cáritas desde hace años... ¿se ha intervenido en su puesta en marcha?

Cáritas ya apostaba por una renta mínima desde hace tiempo, sí, mucho antes de la crisis del Covid-19. Se ha intervenido en su puesta en marcha y se ha colaborado, aunque no se haya alardeado de ello ni hayamos tocado los platillos para decir que la Iglesia estaba al pie del cañón, aunque se ha estado. Esta es una medida que se lleva años pidiendo, un paso importante, pero también lo decimos desde Cáritas, no es la panacea. Siempre hemos pedido que nadie quede excluido de los ingresos suficientes para desarrollar una vida digna, pero también que toda persona tenga derecho a desarrollar un empleo digno y que nadie quede apartado de esa oportunidad. No podemos amputar esa dimensión a la persona. 

Muchos la acusan de ser una medida paternalista, que no propicia la recuperación de las personas. ¿Cómo respondería?

Aun sin la crisis del coronavirus, la situación de muchas personas ya era precaria, y se veía necesaria una revisión, adaptación y extensión de los ingresos de la rentas mínimas. En nuestro país hay mucha gente en una situación muy precaria, y el sistema no estaba funcionando. Para quienes ya sufrían la exclusión antes, para quienes están empezando a sufrirla en esta pandemia y para los que la sufrirán más adelante, un ingreso mínimo es necesario. La sociedad también tiene que ser responsable con sus miembros más necesitados, y este es un modo de hacerlo pero, dicho esto, hay que decir que el IMV debe ser una lanzadera de accesibilidad al mercado laboral, y para eso hay que poner a disposición recursos técnicos de activación y acompañamiento, de lo contrario, sería solo un subsidio de emergencia y paliativo que mantendría a las personas en la misma situación. El deseo de hacer el bien y mejorar la sociedad no es solo patrimonio de unos pocos, y ahí el Tercer Sector de acción social quiere aportar algo. Y a nosotros lo que nos preocupa ahora es que el trabajo, que es una prioridad, no se considere como un derecho fundamental y un bien para el hombre, que dignifica, que ayuda a desarrollarse como persona. El trabajo es un derecho fundamental y un bien que dignifica e integra, y no podemos amputar el desarrollo que el trabajo tiene en la dignidad humana; y menos aún, acostumbrarnos a grupos permanente de pobres sin posibilitar su promoción y superación de la marginación o exclusión. Debe ir acompañado de los procesos de inclusión social, para no terminar acostumbrándonos a un desempleo estructural, un empleo precario y una desigualdad integrada. No debería generar dependencia ni pasividad y sí promocionar el trabajo y la autonomía. Nos preocupa que una medida como esta, en la actual situación, no sea activadora, sino un subsidio, cuando el trabajo pertenece a la condición del hombre y estamos llamados a desarrollar plenamente nuestra dignidad desde la capacidad de servicio, de trabajo, porque este expresa el ser de cada persona. El IMV, por tanto, debe estar unido a la promoción y al trabajo digno. Es necesario. Esto puede ser una ayuda, pero no nos podemos acostumbrar a vivir en la precariedad, en un paisaje de pobreza y exclusión estable y “normalizado”.

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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