NoticiaBlanco sobre Negro Francisco González: «Me gustaría morir como Dios disponga, que siempre será lo mejor» Francisco González // S. FENOSA Publicado: 01/04/2019: 28217 Entrevista al sacerdote Francisco González, nacido en Málaga en 1949 y ordenado en 1979. ¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida? Descubrir y tratar de realizar el sueño de Dios sobre cada uno de nosotros. Ahí es donde nos realizaremos plenamente y nuestra vida se llenará de sentido. ¿A vivir se aprende? ¿Y a ser sacerdote? Cada día hay que aprender de la vida, de las personas que tratamos, de los acontecimientos. Y esto no excluye nuestro ser sacerdotal. El paso de los años te ayuda a descubrir lo que realmente merece la pena y a dejar atrás lo que es superfluo y efímero. Todo se va simplificando si logramos una unidad de vida. ¿Crees que sabes vivir? Me lo propongo cada mañana, al comenzar el día. Trato de aprender de mis errores y, sobre todo, superar lo que me desanima o entristece, intentando evitar que mis limitaciones y los problemas lleguen a erosionar la alegría y la esperanza. ¿Has sufrido alguna crisis vital? ¿En qué o en quién te apoyaste cuando la sufriste? Percibir la cercanía de Dios, especialmente en los momentos difíciles, ayuda a superar las noches que, tarde o temprano, se van a presentar en el camino de la vida a toda persona. Saber relativizar e intentar poner distancia es una buena medicina. Si lo que hace unos años me parecía una situación insuperable y ahora lo veo como algo que pasó, también lo que en la actualidad me angustia y agobia, dentro de un tiempo, lo veré como un simple recuerdo. ¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga? Tengo conciencia que solo intento poner cada día un pequeño “ladrillo” sobre los que han colocado los hermanos que nos han precedido en la construcción del magnífico edificio de nuestra Iglesia. Intento que el mío no esté demasiado torcido para facilitar el trabajo de los que nos sucedan. ¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra iglesia local hoy? La evangelización de nuestro pueblo, afectado por serios procesos de descristianización, que les lleva a perder el verdadero sentido de la vida. ¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar? La mediocridad y la tibieza. Estoy convencido que lo malo no es poner el listón alto, aunque no lleguemos, sino que lo pongamos bajo y lleguemos. De ahí brotan otras muchas actitudes y acciones que ensombrecen la obra de Dios. ¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada? Con Jesús, pasar por la vida haciendo el bien, llevando su paz y alegría a los demás, trabajando por construir un mundo más justo y fraterno. Las demás cosas deberían ser, para mí, sólo añadiduras. ¿Quién es Jesucristo para ti? El Crucificado que vive y que, un día, me preguntó si lo amaba y me pidió que lo siguiera, encomendándome a los que él más quiere. ¿Quién dice la gente que eres tú? Ojalá puedan percibir a un hermano que los quiere de verdad y que, como Jesús de Nazaret, desea que tengan vida eterna en abundancia. ¿Te gusta complicarte la vida? Solo tiene sentido una vida que se entrega. Ya lo dijo Jesús: el que guarda su vida, la pierde y el que la pierda por él y por los hermanos la salva… ¿Qué es la vida sino para amar? Los años pasan rápido y hay que aprovechar el tiempo trabajando por el reinado de Dios en el corazón de cada persona y en nuestras estructuras sociales, pues es lo que les hará verdaderamente felices. ¿Cómo te gustaría morir? Como Dios disponga que siempre será lo mejor. ¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura? Que no tenga miedo. Él nunca nos quita nada, sino que da en abundancia. Ha sido mi experiencia cuando dejé mi trabajo de economista y el puesto de jefe de producción en la fábrica donde trabajaba. Después de casi ya cuarenta años de sacerdocio, doy gracias a Dios por su llamada y por lo apasionante de cada uno de los momentos vividos. ¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices? Hemos venido para amar y entregar la vida. Seguro que eso da sentido y hace feliz. ¿Qué te preguntas? En el día a día de toda vida surgen infinidad de preguntas. A la luz del Evangelio suelo encontrar las respuestas adecuadas. ¿Cómo te ves con el paso del tiempo? ¿Has mejorado como los buenos vinos? Me imagino que, en algunas cosas, la experiencia de la vida nos ayuda a crecer. Pero siempre me preocupa tratar de no perder el primer amor. ¿Qué es lo más complicado que vives como sacerdote? La vida misma es complicada para todas las personas. Y Jesús nos anunció problemas y persecuciones. Pero, afrontarlas con Él, ayuda a vivirlas de otra manera, con más esperanza. ¿Qué preguntarías a un joven que se plantea su vocación sacerdotal? La motivación que le lleva a planearse ser sacerdote, para ayudarle en el discernimiento de su búsqueda y que se pueda centrar en las razones válidas que cimenten con solidez el edificio de su vocación, para que cuando vengan las dificultades, no se derrumbe la verdad de la llamada. ¿Dónde encuentras la felicidad? En recorrer con alegría el camino que Dios diseña para cada uno de nosotros, viviéndolo desde la perspectiva del amor y entrega. ¿Rezas para tener éxito? Rezar me es tan necesario como respirar aire puro. Los años hacen comprender que buscar el éxito es una falacia. La oración la siento como cuestión de amor a Jesús. ¿Te preocupa cómo vive la gente? ¿Por qué? Un cristiano y un sacerdote no pueden vivir ajenos al dolor y desesperanza de las personas que se nos confían. Quizás por mi vocación Mies, me preocupan especialmente los niños y los jóvenes. Acompañarlos, ayudarles a encontrar el verdadero camino que los realice como personas y cristianos, que los forme en su proyecto vocacional y afectivo, y que les anime a involucrarse en la apasionante aventura de hacer un mundo mejor, tal como Dios Padre lo quiere para sus hijos. ¿Eres un sacerdote dócil? Creo que no hay incompatibilidad entre el diálogo y la obediencia en una búsqueda sincera de la voluntad de Dios ¿Qué es para ti el tiempo? Un regalo de Dios que hay acoger con buen ánimo y aprovechar para que no se pierda inútilmente. ¿De qué te arrepientes o tiene remordimientos? De obstaculizar la acción del Espíritu Santo en mi vida, de mi poca fe, de no aprovechar tantas gracias recibidas desde niño. Pero, todo esto, lo vivo con una gran esperanza en Dios y no me quita la paz ni la confianza de que Él seguirá haciendo su obra en mí. ¿Cuál consideras la virtud más sobrevalorada? Me gustaría vivir con fuerza las tres virtudes teologales. Como dice Charles Péguy, “la fe es una esposa fiel, la caridad es una madre ardiente, pero la esperanza es una niña muy pequeña. La fe es la que se mantiene firme por los siglos de los siglos, la caridad es la que se da por los siglos de los siglos, pero mi pequeña esperanza es la que se levanta todas las mañanas”. Y ella empuja hacia adelante a las otras dos “hermanas mayores”. ¿Cuál es tu viaje favorito? He tenido la suerte, en mis años de responsable sacerdote de Misioneros de la Esperanza, de viajar con alguna frecuencia, a América del Sur y a África. Me apasiona y enamora la misión, llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Lo que más me llena es el encuentro con las personas, descalzarme al entrar en sus vidas con la convicción de que estoy pisando terreno sagrado, comprenderlos, quererlos. Me parece que es la mejor predicación y el viaje más interesante. ¿Pequeños placeres? Me gusta tener una visión positiva de la vida y de todo lo bueno que Dios ha creado para sus hijos. Procuro participar de la vida de mi pueblo de Estación de Cártama, de sus celebraciones y eventos. Pero, a la vez, cada vez me convence más el consejo del sabio de Israel, autor del Eclesiastés: “Vanidad de vanidades y todo vanidad”. Sólo Dios llena plenamente la vida. Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo? Cuando uno está apasionado por Cristo y por la misión hay poco espacio para sentir la soledad. Te confieso que, cuando llego a casa después de una jornada intensa de trabajo pastoral, me apetece gustar de esos momentos de serenidad para orar o leer un libro interesante. ¿Un olor que recuerdes? El de la madre tierra recién empapada por la lluvia que viene del cielo. ¿Un perfume que te cautive? Aquel que huela al cariño de una madre, a la presencia de María en mi vida y en la de todos sus hijos. ¿Tu flor favorita? Como las personas, cada una tiene su belleza. Nuestro buen Padre reparte sus dones. Lo importante es saber descubrir lo bello que Dios plasma en todas sus obras. ¿La palabra más hermosa del diccionario? Misericordia, porque, como dice el Papa Francisco es la palabra que revela a Dios que viene a nuestro encuentro, que habita en nuestro corazón cuando miramos con ojos sinceros al hermano y que nos une a Dios porque abre el corazón a la esperanza de ser amados, a pesar de nuestro pecado. ¿El regalo más bello que te ha regalo ser presbítero? ¡Son tantos! Jesús, la Eucaristía, la Virgen, las personas sencillas de nuestras parroquias, la misión… Cada día es un regalo de Dios para el sacerdote. A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote? ¡Sin dudarlo! Lo que Jesús promete de dar el ciento por uno, es una alegre verdad. Merece la pena ser cura. Chaplin, como casi todos, empezó diciendo que la vida era maravillosa y acabó diciendo que no tenía ninguna gracia. ¿Qué le responderías? Que disfrute de la amistad y del amor, que puede ir creciendo en la vida, a pesar de todas las dificultades, como se trasluce en su película “Tiempos modernos”.