NoticiaHistoria de la Iglesia Iglesia y liberalismo (y III) Historia de la Iglesia Publicado: 18/12/2017: 2893 La Iglesia, ante los gobiernos liberales de los más variados países, fue una Iglesia más libre. Gozó de plena libertad en los cónclaves, de total libertad en la celebración de los concilios. No hubo presiones de los gobiernos en las designaciones episcopales. Fue una Iglesia con más sentido de lo pastoral, con un mayor respeto y tolerancia hacia la persona. Disminuye la cantidad en el número de practicantes, pero aumenta la calidad. El clero está mejor preparado. Disminuyen las vocaciones, pero desaparecen los curas de “misa y olla”. Los institutos religiosos ofrecen una gran labor apostólica y aparecen a su vez los institutos seculares. Se reconoce la importancia del laicado admitiéndose el “sacerdocio de los fieles” que por reacción antiluterana se había olvidado. Durante el siglo XIX se renovaron las diversas órdenes y congregaciones antiguas, como los benedictinos, los trapenses y los franciscanos. Pero lo más sobresaliente del siglo fue la creación y la fundación de más de 400 nuevas congregaciones. Así, en España aparecen los Misioneros Hijos del Corazón de María, las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, las Esclavas, las Adoratrices, las Siervas de María, las Carmelitas de la Caridad… Desde Gregorio XVI se advierte un poderoso resurgir de las Misiones Católicas, especialmente en África, en Asia y en Oceanía. Aparecen diversas asociaciones con el fin de ayudar económicamente a las misiones, como la Santa Infancia, la Obra de la Propagación de la Fe y la Sociedad de San Francisco Javier. Indiscutiblemente, el siglo XIX fue el siglo de las Misiones. En definitiva, la Iglesia en la época liberal fue mucho más pobre y sin poder político. En las desamortizaciones, la Iglesia perdió gran parte de su patrimonio, pero ganó el aprecio de los cristianos. La autoridad de la Santa Sede en política internacional desaparece, pues los legados pontificios quedan excluidos de los congresos y de los tratados. Pero el papado adquiere un gran prestigio espiritual y afectivo.