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Iglesia y liberalismo (I)

Publicado: 05/12/2017: 7070

El siglo XIX es el siglo del liberalismo y este es una consecuencia de la Ideología Ilustrada y de la Revolución Francesa.

El objetivo de esta ideología es aplicar el principio sagrado de la libertad a todos los aspectos de la vida. El liberalismo político se opone al despotismo y defiende el gobierno representativo y la democracia. El liberalismo económico defiende la propiedad privada y la riqueza como base del capitalismo. El liberalismo ideológico defiende toda clase de libertades y ofrece una visión del mundo claramente antropológica, de aquí sus recelos a la religión.

Son muchos y muy variados los principios del liberalismo respecto a la religión y a la Iglesia. El más significativo es el referente a la total separación Iglesia-Estado. Ambos caminan como dos vías paralelas que nunca se encuentran. Tal separación se fundamenta en la diversidad de fines, el espiritual y el temporal. De esta diversidad nacen dos legislaciones distintas. Sus consecuencias son muy variadas: la autoridad civil pierde su carácter sagrado; el gobernante es un mandatario del pueblo y no ha de rendir cuentas a Dios; la unidad nacional no puede fundamentarse en la unidad religiosa; el Estado ha de admitir la coexistencia de varias religiones. La legislación civil olvida la ley eclesiástica. Se regula el matrimonio civil y se favorece el divorcio. La enseñanza e instrucción pasa en gran parte al Estado, que impartirá una educación laica. El estudio de la Teología queda suprimido en las universidades. La Iglesia pierde la dirección y la administración de los hospitales, asilos, cementerios y hospicios. Los registros civiles, anteriormente confiados a los párrocos, pasan al control estatal. En definitiva, una Iglesia marginada por el Estado liberal.

Santiago Correa

Sacerdote Diocesano

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