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San Pedro, primer Papa

San Pedro en el Vaticano
Publicado: 26/06/2017: 14032

Artículo del sacerdote diocesano Santiago Correa Rodríguez, profesor de Historia de la Iglesia, ante la fiesta de san Pedro y san Pablo, el 29 de junio

La figura y la personalidad de Pedro es sobradamente conocida por los evangelios. Discípulo muy querido por Jesús al que confió el cuidado de la Iglesia, Pedro es roca, piedra “sobre la que edificaré mi Iglesia”. No siempre Pedro fue fiel a Jesús, lo negó en su pasión. Arrepentido, confiesa tras la Resurrección su profundo amor a Cristo. 

Y a partir de Pentecostés es cuando comienza a ejercer su misión al frente de la Iglesia naciente.
En Jerusalén aparece como guía de los apóstoles. Realiza un viaje misionero por tierras de Samaria.
Hacia el 44 fue encerrado en un calabozo por orden de Herodes Agripa, siendo milagrosamente liberado por un ángel. “Luego se marchó a otro lugar” (Hechos 12, 17). ¿A Roma? ¿A Antioquía? Según la tradición, gobernó la comunidad cristiana antioquena. En el año 49, lo encontramos en Jerusalén, presidiendo el Concilio Apostólico. No sabemos cuándo fijó su residencia en Roma, ciudad en la que existía una incipiente comunidad cristiana, a la que organizó y dirigió. Murió mártir en la persecución de Nerón, en el año 67, o quizás en el 64.

La literatura apócrifa nos ofrece varios escritos referentes a la figura de Pedro. El “Actus Petri cum Simone”, en el que se describe la pugna de Pedro con Simón Mago, que pretende comprar a Pedro el poder hacer milagros. Otro documento es el “Martyrium Petri”, en el que se narra el episodio del “Domine, quo vadis” y la crucifixión de san Pedro. En el siglo III aparecen “Los Hechos de Pedro y Pablo”, en los que se describen el compañerismo estrecho entre ambos apóstoles. San Pedro escribió dos cartas. La primera, escrita desde Babilonia (Roma) hacia el año 64, redactada en un griego demasiado elegante para un pescador de Galilea, por lo que se dudó de su autenticidad, pero aceptada unánimemente como canónica. La segunda, más parecida a una homilía que a una carta, ha sido muy discutida como auténtica, debido a las diferencias de vocabulario y estilo con la anterior, posiblemente a redactores o secretarios distintos. Una y otra exhortan a los cristianos a vivir según Cristo.

Hoy nadie duda de que san Marcos, en su Evangelio, refleja la predicación de san Pedro a lo largo de su vida misionera. Y, desde el cielo, san Pedro nos da el ejemplo de un amor entrañable a Cristo y de una ejemplar valentía a la hora de confesar la fe cristiana.

Santiago Correa

Sacerdote Diocesano

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