NoticiaHistoria de la Iglesia Napoleón y la Iglesia (y III) Historia de la Iglesia Publicado: 13/06/2017: 4493 En la fortaleza-castillo de Savona (a 36kms al oeste de Génova) el papa Pío VII fue objeto de tratos injuriosos; se le apartó de todos los cardenales, se le privó de todos sus libros y objetos de escribir. Bajo toda clase de violencias físicas y morales, obtiene Napoleón del Papa la aprobación de once artículos preliminares para un nuevo concordato (“Concordato de Fontainebleau”). Poco después, el Papa revocó estos artículos. Con ocasión de la campaña de Rusia (1812), Bonaparte mandó conducir al Pontífice a Fontainebleau y, en los primeros meses de 1813, se celebraron las llamadas “conversaciones secretas”, en las que Pío VII aprobaba, bajo toda clase de coacciones, su renuncia a los Estados Pontificios; poco después, el Papa anulaba tal aprobación. Vencido Napoleón por los aliados, concedió libertad al Papa. El 24 de mayo de 1814, Pío VII entraba triunfalmente en Roma. Napoleón era confinado a la isla de Elba. En 1815, Napoleón se escapó de Elba y así comenzó el reinado “de los 100 días”. Pío VII se refugió en Génova. Tras Waterloo, el Papa regresa a Roma y Napoleón era definitivamente desterrado a la lejana isla de Santa Elena, donde muere en 1821. En el Congreso de Viena, los Estados Pontificios son devueltos a la Santa Sede. La Revolución Francesa y el gobierno de Napoleón nos ofrecen toda una serie de aspectos positivos y negativos. La igualdad es un gran valor: todos los hombres nacen y viven libres e iguales ante la ley; quedan eliminados los privilegios y las desigualdades sociales. La libertad, otro gran valor que defiende las tres grandes libertades: la política, la ciudadana y la económica. Los aspectos negativos son el resultado de elevar a “mito” los principios de la igualdad y de la libertad. No es aceptable aplicar la igualdad a la verdad y al error. La libertad mal entendida, con frecuencia pone en crisis la autoridad del propio Estado; la libertad de opinión y de culto, históricamente desembocó en una lucha abierta contra el Catolicismo y la Iglesia. Esto explica el laicismo del siglo XIX.