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Basilio, el capadocio enérgico

San Basilio
Publicado: 04/02/2015: 2446

Su padre es abogado. Él mismo está destinado a serlo. Por indicación familiar, marcha desde su ciudad natal, Cesarea de Capadocia (la actual Kayseri turca), a estudiar retórica y filosofía a Constantinopla, y posteriormente a Atenas. Allí traba una gran amistad con Gregorio Nacianceno, de quien hablaremos en el próximo capítulo y a quien debemos gran parte de los datos biográficos que se conservan de él.

Basilio es extraordinariamente inteligente, y su formación exquisita. Podría descollar entre los mejores retóricos de su época. Pero su hermana Macrina, que ha fundado una comunidad religiosa, le echa en cara su forma superficial de vivir y su autosuficiencia -tan características en tantos letrados de todas las épocas-. Entonces "...como si despertase de un sueño profundo, volví mis ojos a la admirable luz de la verdad del Evangelio..., y lloré por mi miserable vida" (Ep. 223).

Y huye del mundo. Viaja por Oriente y Egipto. Quiere conocer más de cerca a los ascetas. Visita a los que viven en Alejandría, en Palestina, en Cele-Siria y en Mesopotamia. Le asombra de ellos su frugalidad en la comida y su resistencia en el trabajo. También queda “admirado de su constancia en la oración y de cómo dominaban el sueño. Sin dejarse doblegar por ninguna necesidad natural y conservando siempre alto y libre el propósito de su alma, en medio del hambre y de la sed, con frío y desnudez, no prestan atención al cuerpo ni están dispuestos a malgastar sus cuidados con él. Como si vivieran en una carne que no fuera suya…” (Ep. 223)

Finalmente, se retira en 358, a los 28 de edad, a una localidad del Ponto, cerca del río Iris (hoy YeÅŸilırmak). Cambia las armas dialécticas por la oración y la meditación. La lucha del foro por la lucha contra las propias pasiones. Los éxitos y la riqueza por la renuncia de sí mismo. Aquel paraje "...es una montaña alta, cubierta de espeso bosque y regada al norte por límpidas y frescas aguas. .... Pero el mejor elogio que podríamos hacer de este paraje es que, por su capacidad natural de producir toda clase de frutos, gracias a su favorable situación, produce lo que para mí es el mejor de los frutos: la tranquilidad" (Ep. 14,1-2).

Aquí podía haber acabado la historia pública de Basilio. Podía haber permanecido en la renuncia, en la vida monástica, bajo la Regla que él mismo escribió y que marcó las bases del monaquismo. Pero el hombre sólo propone. Le reclama el obispo de Cesarea, Eusebio. Y la aguda inteligencia y la capacidad de organización de Basilio, comienzan a rendir frutos, primero al servicio del metropolitano y, tras su muerte, siendo nombrado obispo él mismo.

Es entonces cuando se despliega toda su energía arrolladora. Como patriarca de la Capadocia, es también Exarca de la diócesis política del Ponto. Son tiempos muy duros, pero él no se arredra. Centra su tarea de gobierno en tres pilares, organización eclesiástica, diplomacia y caridad. A diferencia de los griegos, absortos principalmente en los problemas especulativos, se preocupa como obispo por la divulgación práctica de la verdad cristiana entre sus diocesanos, con miras a su progreso ético. Pero al mismo tiempo, su penetrante intelecto le permite -mérito compartido con los otros dos grandes capadocios, su amigo Gregorio Nacianceno y su hermano Gregorio de Nisa-, aclarar la terminología trinitaria.

Nicea había empleado como sinónimos ousia e hypostasis. Pero ello había dado lugar a interpretaciones falsas y a innumerables controversias. Basilio consigue zanjarlas distinguiendo una sola ousia (esencia o entidad substancial de Dios) articulada en tres hypostases (las existencias en forma particular, las maneras de ser respectivas de cada una de las Personas). Esta acertada precisión logrará atraer a la Iglesia a los semiarrianos.

Con respecto al Espíritu Santo, plasma en sus escritos la divinidad de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.

¿Qué fundamento hay para aplicar al Espíritu todos los demás atributos igual que al Padre y al Hijo, y privarle solamente de la divinidad? … Si, como arguyen nuestros adversarios, Él es demasiado insignificante para concederle comunidad con el Padre y el Hijo en el atributo de la divinidad, no es digno de compartir con ellos ni uno solo de los atributos divinos; porque, cuando se consideran cuidadosamente los términos, comparando los unos con los otros según el sentido que se contempla en cada uno de ellos, se ve que implican nada menos que el título de Dios... (Ep. 189,5)

Tiene una gran preocupación ecuménica por la falta de unidad entre los cristianos del Oriente y Occidente, entre los obispos del Este y del Oeste. Busca para restablecerla el patronato de Atanasio, y apela al papa Dámaso describiéndole con gran firmeza y claridad las dificilísimas relaciones entre las iglesias del Oriente (Ep. 70). Está convencido de que la ortodoxia triunfará únicamente el día en que deje de haber divergencias y derroche de energías entre los creyentes.

Su solidez doctrinal y el vigor de su gobierno pastoral le reportan la enemistad de los emperadores arrianos. Especialmente tensa es una reunión con un prefecto de Valente, que continuamente le amenaza. Hasta que el obispo, ya hastiado, le contesta:

-¿Y qué me vas a quitar? No tengo ni casas ni bienes, ya lo he repartido todo entre los pobres? ¿Me vas a atormentar? Tengo tan débil la salud que no aguantaría ni un día de tormentos sin morirme, así que no podrías seguir atormentándome. ¿Me vas a desterrar? Pues a cualquier sitio a donde me destierres, allí estará Dios. Y donde esté Dios, yo estaré contento.

-Nunca nadie me había contestado así. –dijo el prefecto

-Porque nunca te habías encontrado con un obispo.

Basilio también se caracteriza por su sensibilidad hacia los pobres, procediendo él, precisamente, de una familia muy acomodada. Y no tiene reparo ninguno en reprochar su riqueza a quienes la acumulan.

“El que despoja a un hombre de su vestimenta es un ladrón. El que no viste la desnudez del indigente, cuando puede hacerlo, ¿merecerá otro nombre? El pan que guardas pertenece al hambriento. Al desnudo el abrigo que escondes en tus cofres. Al descalzo, el zapato que se pudre en tu casa. Al mísero, la plata que escondes (...). Te pareces a un hombre que –llegando al teatro- quisiera impedir que los otros entraran y se imaginaría poder gozar solo de un espectáculo al cual todos tienen derecho. Así son los ricos: se adueñan de los bienes comunes que han acaparado, porque son los primeros que los ocuparon” (Homilía VI contra la riqueza, 6 y 7).

Pero en lugar de una labor meramente asistencialista, comienza en Cesarea un auténtico proyecto de promoción social que no desdice en absoluto nuestros actuales planteamientos en relación con la caridad. Planea en un primer momento sólo un inmueble como hospedería, con el fin de acoger vagabundos. Sin embargo, poco a poco su plan desemboca en un conjunto de construcciones (hospitales, leproserías, talleres artesanales, etc…) que forman una auténtica ciudad de los pobres y que llega a desplazar el centro de la actividad ciudadana. Basilio incluso tiene que “justificarse” ante el gobernador de la provincia por la amplitud de la institución:

“¿A quién perjudicamos construyendo posadas para forasteros, para todos los que viajan y para todos los que necesitan cuidados porque están enfermos? Había que establecer lo que era necesario para su atención, enfermeros, médicos, bestias de carga, acompañantes. También fue necesario añadir a ello los oficios que son necesarios para la vida y todo lo que se ha inventado para asegurar una existencia decente; y, además, otras casas, preparadas para los trabajos; todo esto supone un progreso para la localidad y un motivo de orgullo para nuestro gobernador, ya que los elogios recaen sobre él” (Ep. 94)

Su intensísima actividad sólo se termina con su muerte. Una enfermedad hepática le había dejado “con la piel pegada a los huesos” según expresión de sus contemporáneos. Muere prematuramente, con tan solo 50 años de edad. Su labor ha sido colosal, hasta el punto de merecer en vida el sobrenombre de Magno. Y sus funerales son prueba de su popularidad y de su santidad; toda la ciudad de Cesarea acude en masa a despedir al obispo, los cristianos, los judíos y los paganos.

Pío V, en 1568, le proclamará Doctor de la Iglesia.


Francisco García Villalobos

Secretario general-canciller del Obispado de Málaga.

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