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Cirilo, el Catequista sospechoso

San Cirilo de Jerusalem
Publicado: 27/01/2015: 1454

Es Doctor de la Iglesia. Pero varios historiadores le acusaron de arrianismo.

Disfrutaba de la amistad y confianza de Atanasio e Hilario. Pero fue acusado de obtener fraudulentamente su sede episcopal.

Hasta su mismo lugar de nacimiento es equívoco. Nació en Jerusalén (315), pero la Ciudad Santa llevaba casi 200 años llamándose Elia Capitolina. Roma la había arrasado hasta sus mismos cimientos tras las dos Guerras Judías. Y sobre los escombros habían construido una colonia consagrada a Júpiter, Juno y Minerva. Las estatuas de Adriano y Antonino Pío campeaban sobre la explanada vacía donde un tiempo se alzara orgulloso el Templo de los judíos. Y los arcos monumentales, los templos de Júpiter y Afrodita y el campamento de la legión Xª la hacían indistinguible de cualquier otra urbe pagana y gentil del Imperio romano.

Tanto era así, que en aquella época la primacía de la iglesia en la región palestina correspondía al metropolitano de Cesarea, la ciudad costera que 300 años antes fue la residencia habitual de Poncio Pilatos.

Pero en los años 20 de aquel siglo comenzó un conflicto entre las dos sedes, Cesarea y Elia. Los respectivos obispos, Eusebio y Macario, se encontraban enfrentados por el arrianismo que azotaba la cristiandad. Eusebio era filoarriano; mientras que Macario defendía la verdadera fe católica.

Y a este enfrentamiento doctrinal, se unió el jurisdiccional.

El emperador Constantino, después de declarar al cristianismo religión oficial del Imperio, ordenó un ambicioso plan de excavaciones en Elia, que incluía la destrucción del templo de Venus Afrodita. El resultado fue el descubrimiento bajo dicho templo del Santo Sepulcro. Pero el redescubrimiento de las raíces cristianas de Elia/Jerusalén animó a Macario a exigir que Cesarea dejase de tener la primacía y la cediese a la Ciudad Santa, ya que era el lugar donde habían sucedido los hechos de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

El doble conflicto pervivió entre ambas sedes en sus respectivos sucesores. Acacio (apodado "el Tuerto") en Cesarea, y Máximo en Jerusalén. Aquí entra en escena el entonces joven presbítero Cirilo. Los acontecimientos que siguieron despertarían grandes sospechas sobre él. Su ordenación episcopal en Elia/Jerusalén, a los 33 años, por el arriano Acacio, metropolitano de Cesarea, haría que algunos le acusaran de haber obtenido su nombramiento por concesiones hechas al arrianismo. Sócrates (Hist. eccl. 2.38) y Sozomeno (Hist. eccl. 4,20) van aún más allá, y afirman que  Máximo había sido expulsado por su ortodoxia, y que Cirilo se introdujo en su Diócesis de manera intrusa como arrianizante.

Estas sospechas se agravarían por el hecho de que Cirilo, en sus escritos, nunca utilizó expresamente el término homoousion, tan característico de Nicea, para significar la consustancialidad del Hijo con el Padre.

Desgraciadamente nadie está libre de ser objeto de la calumnia, ese arma insidiosa que utilizan los cobardes para causar daño con mentiras en la reputación y el honor de las personas íntegras. Tampoco Cirilo se libró de sufrir aquel veneno que le arrojaban los envidiosos, tal como hoy por desgracia sigue sucediendo. Con razón el papa Francisco dice que “Todos somos pecadores, todos cometemos pecados, pero la calumnia es otra cosa. Por supuesto que también es un pecado, pero es algo más. La calumnia apunta a destruir la obra de Dios, y proviene de una cosa muy mala: nace del odio y el odio es la obra de Satanás. La calumnia destruye la obra de Dios en las personas, en sus almas”... “Donde hay calumnia, está el mismo Satanás” (Homilía, 15 de abril de 2013)

Así, la sospecha asedió a Cirilo durante años. Pero, afortunadamente, al final prevaleció la verdad.

Respecto de la supuesta colusión con Acacio en pro del arrianismo, basta señalar el hecho de que Cirilo pronto sufrió un cruel destierro precisamente  por instigación del propio Acacio. Lo que "deja bien a las claras que el obispo de la Ciudad Santa está limpio, con toda certeza, de cualquier sospecha del más mínimo acuerdo en la doctrina con los fautores de los errores arrianos" (Carta Apostólica Omnium Ecclesiarum Matri de Juan Pablo II con motivo del XVI centenario de la muerte de San Cirilo de Jerusalén, 7 de marzo de 1987).

Más aún. Fueron hasta tres los destierros que en dos décadas tuvo que sufrir Cirilo por las instigaciones arrianas. "El primero en el año 357, cuando fue depuesto por un Sínodo de Jerusalén; el segundo, en el año 360, por obra de Acacio; y el tercero, el más largo -duró once años- en el año 367 por iniciativa del emperador filo-arriano Valente. Sólo en el año 378, después de la muerte del emperador, san Cirilo pudo volver a tomar definitivamente posesión de su sede, devolviendo a los fieles unidad y paz." (Benedicto XVI, Audiencia General del 27 de junio de 2007).

Y por si quedara alguna duda,  consta la carta sinodal del año 382, después del concilio de Constantinopla (381), en el que Cirilo participó con un papel cualificado. "En esa carta, enviada al Pontífice romano, los obispos orientales reconocen oficialmente la más absoluta ortodoxia de san Cirilo, la legitimidad de su ordenación episcopal y los méritos de su servicio pastoral." (Benedicto XVI, ibidem)

Por lo que respecta a que no usara expresamente el término homoousion... Del análisis de su obra se desprende con meridiana claridad que defiende con decisión la unidad perfecta de esencia entre el Padre y el Hijo: "...no pasó de ser una cosa a convertirse en otra, sino que desde un principio nació como Hijo del Padre existiendo antes de cualquier comienzo y antes de los siglos. Es Hijo del Padre en todo semejante a su progenitor; eterno del Padre eterno, engendrado como vida de la vida, luz de luz, verdad de la verdad, sabiduría de la sabiduría, Rey de Rey, Dios de Dios, potestad de potestad". (Catequesis XI, 4)

Donde sí se advierten claros progresos respecto a cualquier escritor -pero en el correcto sentido- es en la doctrina eucarística. Acerca de la presencia real, en su Catequesis XIX (mistagógica IV) dice:

"en la figura de pan se te da el cuerpo, y en la figura de vino se te da la sangre, para que, al tomar el cuerpo y la sangre de Cristo, te hagas partícipe de su mismo cuerpo y de su misma sangre. Así nos convertimos en portadores de Cristo, distribuyendo en nuestros miembros su cuerpo y su sangre. Así, según el bienaventurado Pedro, nos hacemos «partícipes de la naturaleza divina» (2 Pe 1,4)".

Según Cirilo, esta presencia real se explica porque ha habido un "cambio de las substancias" de los elementos (μεταβάλλεσθαι), que ilustra a sus catecúmenos con el cambio de agua en vino en Caná; es por esta razón por la que se le considera el primer teólogo que entiende esta transformación en el sentido de una transubstanciación (Johannes Quasten, La edad de oro de la literatura patrística griega, B.A.C. Madrid 1962)

Y también es en sus Catequesis donde se encuentra el texto que serviría de base 1.600 años después a Pablo VI para permitir la posibilidad de recibir la comunión también en la mano (Instr. Memoriale Domini 28 de mayo de 1969): "No te acerques, pues, con las palmas de las manos extendidas ni con los dedos separados, sino que, poniendo la mano izquierda bajo la derecha a modo de trono que ha de recibir al Rey, recibe en la concavidad de la mano el cuerpo de Cristo diciendo: «Amén»" (Catequesis XXIII, mistagógica V)

Cirilo murió en el año 387. Nunca habló de Elia para referirse a su amada ciudad. Siempre la llamó con su propio, bello y verdadero nombre: Jerusalén.

En 1882, León XIII le proclamó Doctor de la Iglesia.


Francisco García Villalobos

Secretario general-canciller del Obispado de Málaga.

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