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Domingo de Pascua (Málaga)

Resurrección. Aula Pablo VI
Publicado: 12/04/2020: 11257

Homilía del obispo de Málaga, Mons. Catalá en este Domingo de Pascua, 12 de abril de 2020

DOMINGO DE PASCUA

(Málaga, 12 abril 2020)

Lecturas: Hch 10,34.37-43; Sal 117,1-2.16-17.22-23; Col 3,1-4; Jn 20,1-9.

Quitar la levadura vieja para ser una masa nueva

1.- El Domingo de Pascua de Resurrección contemplamos a María Magdalena, que se encamina al amanecer al sepulcro de Jesús y es la primera testigo de la tumba vacía (cf. Jn 20,1). Con emoción y prontitud avisa a los apóstoles Pedro y Juan, quienes se dirigen sin tardanza al sepulcro (cf. Jn 20,3).

A la vista del sepulcro vacío y de los lienzos y el sudario, que envolvieron el cuerpo muerto de Jesús, entendieron la sagrada Escritura y creyeron en la resurrección de su Maestro (cf. Jn 20,7-9).

El canto de alegría que hoy toda la Iglesia entona es el “Aleluya”; el canto de victoria de Cristo sobre la muerte; el triunfo sobre el pecado; el grito gozoso de esperanza de la humanidad salvada y redimida.

2.- Con la encarnación del Hijo de Dios dio comienzo una nueva etapa en la historia de la humanidad. Él asumió la naturaleza humana, recreándola, renovándola y divinizándola.

Como dice San León Magno: “la iniquidad es transformada en inocencia, la antigua condición humana queda renovada; los que eran enemigos y estaban alejados de Dios se convierten en hijos adoptivos y herederos suyos. Despierta, oh hombre, y reconoce la dignidad de tu naturaleza. Recuerda que fuiste hecho a imagen de Dios; esta imagen, que fue destruida en Adán, ha sido restaurada en Cristo” (Sermón 7 en la Natividad del Señor 2,6).

Estamos llamados a vivir una vida nueva en Cristo. Resucitados con Él debemos buscar los bienes eternos. Una enseñanza que hemos aprendido con la pandemia del coronavirus es que no debemos dedicar fundamentalmente nuestra vida a obtener cosas caducas, que podemos perder.

Como recuerda San León Magno: “puesto que hemos nacido para las cosas presentes y renacido para las futuras, no nos entreguemos de lleno a los bienes temporales, sino tendamos, como a nuestra meta, a los eternos; y, para que podamos mirar más de cerca el objeto de nuestra esperanza, pensemos qué es lo que la gracia divina ha obrado en nosotros” (San León Magno, Sermón 7 en la Natividad del Señor 2,6).

3.- La fiesta litúrgica de la Pascua nos invita a quitar la levadura vieja para ser masa nueva. Hay que dejar el “hombre viejo” del pecado y del egoísmo para convertirse en “hombre nuevo”, renovado en Cristo resucitado. San Pablo nos invita hoy a barrer lo viejo: «Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ázimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo» (1 Co 5, 7).

El pan ázimo está hecho sin levadura; es pan de harina sin añadidos. Cristo se ha ofrecido como trigo limpio, molido en el lagar de la cruz, para hacerse pan ázimo y alimento de vida eterna para todos los hombres.

San Pablo nos exhorta a ser, como Jesús, panes ázimos: «Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad» (1 Co 5, 8).

4.- La Iglesia nos transmite el mensaje pascual y nos envía a proclamarlo al mundo entero; nos anima a ser testigos de la resurrección del Señor; a ser evangelizadores con alegría. Como recuerda el papa Francisco: “El Evangelio es levadura que fermenta toda la masa y ciudad que brilla en lo alto del monte iluminando a todos los pueblos. El Evangelio tiene un criterio de totalidad que le es inherente: no termina de ser Buena Noticia hasta que no es anunciado a todos, hasta que no fecunda y sana todas las dimensiones del hombre, y hasta que no integra a todos los hombres en la mesa del Reino” (Evangelii gaudium, 237).

La buena noticia de la resurrección del Señor debe resonar en todo el mundo, para renovar toda la sociedad; debe ser anunciada a todos para sanar al hombre en su integralidad. La fe cristiana, unida al amor y a la esperanza, tiene la virtualidad de transformar al ser humano; de curarlo de sus heridas, de enriquecerlo, de hacerlo heredero de bienes eternos.

5.- ¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo ha vencido la muerte! ¡Cristo ha triunfado sobre el pecado! Todos estamos llamados a resucitar con Él, a vencer con Él, a triunfar con Él.

Quien se encuentra con Jesucristo resucitado y experimenta su presencia, queda transformado en su vida, dejando la vieja levadura y convirtiéndose en masa nueva, para dar paso a una vida nueva. Y esa nueva vida le empuja a dar testimonio de la belleza y de la bondad de su nueva existencia.

El Señor resucitado envía a predicar a los discípulos y a dar testimonio de su presencia entre los hombres y de su soberanía en el mundo (cf. Hch 10, 42). Como discípulos suyos, asumamos esta hermosa misión.

Acudimos a María Santísima, como hijos suyos, para que nos enseñe a saborear el Pan de la Vida bajado del cielo, que es Cristo; para que nos ayude a ser panes nuevos, que transformen la sociedad; y para que interceda por nosotros para no desfallecer en el camino. Amén.

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