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Padrenuestro XIV. No nos dejes caer en la tentación

Publicado: 17/05/2016: 20385

El Padrenuestro ha ido creciendo en intensidad y, ahora, prorrumpe en un grito: "No nos dejes caer en la tentación".

No hay duda: pedimos no caer en la tentación, no que no tengamos tentaciones. La tentación es inherente al hombre. Ya lo decía san Pablo: "La carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne" (Gal 5,17). Todavía más, también desde fuera de nosotros nos acechan las tentaciones.

Entonces, si hasta ahora hemos proclamado nuestra fe en Dios como Padre que nos llama a vivir la filiación y la fraternidad, por el contexto mismo del Padre nuestro, la primera gran tentación será la desconfianza: desconfiar que Dios sea verdaderamente Padre y que nosotros seamos sus hijos.
Cuando esto ocurre, como no podemos vivir a la intemperie, buscamos nuevos cobijos y convertimos en padre salvador la ideología, el poder, el tener o el placer, y estamos, sin saberlo, en la tentación del Paraíso: "seréis como dioses". Y cuando así obramos nos hemos convertido en creadores de nuestro dios.

Benedicto XVI escribía: “Hay una frase del jesuita alemán, Alfreg Delp, ajusticiado por los nazis: ‘El pan es importante; la libertad es más importante; pero lo más importante de todo es la adoración no extraviada’. (Y proseguía el Papa) Donde no se respeta esta jerarquía de valores sino que se altera, allí ya no existe la justicia, ya no hay preocupación por el hombre que sufre, sino que precisamente también se altera y se destruye el ámbito de los bienes materiales”.

Y es que la tentación se agazapa dentro de cada uno de nosotros, y es tan fuerte que puede llevarnos a invertir los valores.

Esta fue la primera tentación que hubo de superar Jesús. El tentador le dijo: "Si eres el Hijo de Dios..." La tentación siempre quiere que pongamos en duda que Dios sea Dios, que Jesús sea el Hijo de Dios.
Mas si no caemos en la tentación y creemos en el Padre y en Jesús, entonces el centro de nuestra vida lo ocupará Dios, no nuestra soberbia, ni nuestra mentira, ni la búsqueda del poder, ni la obscuridad y vacío en que nos envuelve el tentador cada vez que desea extraviar nuestra adoración.

Por todo esto, entre la súplica: "no nos dejes caer en la tentación" y la exhortación de Jesús en Getsemaní, "Velad y orad para que no caigáis en la tentación", hay una clara relación. En Getsemaní, Jesús pone en guardia a los discípulos ante la tentación que se les avecina. Es verdad que ni en Getsemaní, ni en el Padrenuestro se dice en qué consiste la tentación, pero en Getsemaní, el contexto indica que la tentación que se les avecinaba no era otra que la de ver a su Maestro como siervo sufriente. Y porque Jesús conocía, no sólo el escándalo que se iba a producir entre los suyos, sino que por ese motivo iban a dejar de creer en él, los puso en guardia e insistió: ¡Vigilad y orad, para que no caigáis en la tentación!

Pero ellos se adormecieron, no vigilaron ni oraron y cayeron en la tentación. Y eso, les llevó a abandonar al Maestro, a negarlo y no creer en Jesús, el Hijo de Dios.

Vigilad porque el enemigo siembra cizaña en medio del buen grano.

Padre, creo que tú eres Padre, y ya está dicho todo. Padre, no nos dejes caer en la tentación.

Lorenzo Orellana

Sacerdote diocesano

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