NoticiaNavidad Un pesebre llamado Cottolengo Siam, junto a sus cuatro hijos · Autor: M. OSORIO Publicado: 21/12/2014: 6972 «¡Gracias a Dios!» repite una y otra vez con voz cantarina esta joven madre. No para de sonreír mientras le brillan los ojos al hablar de sus hijos que hoy ya viven con ella. Jesús fue un niño pobre Poco más de un año ha pasado desde que un bebé naciera en la Casa del Sagrado Corazón -conocida popularmente como Cottolengo-. Unos meses antes, su madre había llegado a esta casa, siendo extranjera en una tierra extraña y tratando de huir. «Escapaba de doce años de encierro y de palizas diarias, hasta que llegué a una iglesia», relata esta madre. Un bebé humilde que iba venir al mundo sin un hogar que lo cobijara, como vino otro niño hace algo más de 2.000 años que tampoco tenía donde nacer. Pero entonces como ahora, siempre existe un pesebre, una esperanza y esa esperanza hoy día, se llama Cottolengo. «Mi vida ha dado un cambio enorme desde hace un año, cuando vivía en la Casa del Sagrado Corazón acababa de tener a mi bebe. Todavía no tengo trabajo, pero gracias a Dios ya tengo aquí a mis cuatro hijos y estoy contentísima. Llevaba mucho tiempo sufriendo por no poder ver a los dos mayores, que estaban en Marruecos con su padre. Hoy que los tengo soy feliz y más ahora, que estoy estudiando para ser auxiliar de ayuda a domicilio, porque me encanta cuidar a las personas mayores y así poder encontrar un trabajo». Hace ocho meses que llegaron sus dos hijos mayores de 13 y 10 años. Sólo vivían con ella el bebé que llevaba en su vientre cuando llegó a esta casa y su hija de 4 años. Hoy día vive en un piso de acogida de Cáritas, con otras dos mujeres solas con hijos a cargo. «Cuando tuve que irme de Cottolengo lloré mucho, pero entiendo que con niños pequeños era difícil estar allí. Los niños necesitan estar con otros niños. Ahora estoy contenta, pero echo mucho de menos a la gente de la casa. Hoy día, mi rutina es como la de cualquier otra madre. Despierto a mis hijos a las seis de la mañana todos los días, porque tardo en prepararlos a todos para llevarlos al colegio. Dejo en la guardería al pequeño y voy corriendo a la parada del autobús para ir a Teatinos a estudiar. Pasamos la tarde en el parque y haciendo los deberes y a las nueve, todos a la cama. Cuando llega la noche estoy cansadísima, pero lo importante es que mis hijos están conmigo y doy muchas gracias a Dios por ello». «Por esta y otras historias similares, Málaga necesita esta casa y esta casa necesita a Málaga» explica el director de la Casa del Sagrado Corazón, Patricio Fuentes.