NoticiaHomilías de Don Fernando Sebastián Misa In Coena Domini (Catedral-Málaga) Publicado: 02/04/2015: 3582 Homilía en la Misa In Coena Domini celebrada en la Catedral de Málaga por el cardenal Fernando Sebastián el 2 de abril de 2015. JUEVES SANTO (Catedral-Málaga, 2 abril 2015) Lecturas: Ex 12, 1-8.11-14; Sal 115; 1 Co 11, 23-26; Jn 13, 1-15. Homilía del Card. Fernando Sebastián El Jueves Santo es uno de los días más hondos del Calendario cristiano. Es el día del testamento de Jesús. El día de su despedida y el día que quiso quedarse con nosotros en este mundo para siempre. San Juan nos cuenta cómo el Señor, queriendo llevar el amor de los suyos hasta el final, les lavó los pies uno por uno. La Iglesia ha querido conservar este gesto en la liturgia de este día. Lavar los pies es hacerse criado, ponerse al servicio del otro. Cada año nos conmueve ver al Obispo lavando los pies de unos hombres en recuerdo de lo que hizo el Señor. ¿Qué sentiríamos si viésemos a Jesucristo, el Señor del mundo, lavándonos los pies, o fregando el suelo de nuestra casa? Es comprensible la reacción de Pedro, "Señor yo no permitiré que tú me laves a mí los pies". La respuesta de Jesús nos da la clave para comprender su gesto de humildad. "Si no te dejas lavar los pies no estás conmigo". El gesto de Jesús es un gesto de amor, de entrega, de ofrecimiento amoroso. Lavando los pies a sus discípulos Jesús se ofreciendo como servidor de todos los hombres. Él es el Siervo que se entrega y se ofrece por nosotros. Hay que dejarse amar por Jesús. Para entrar en su Reino hay que dejarse amar por El. Ser cristiano es dejarse amar por Jesús. Y dejarse amar es dejarse guiar, dejarse proteger, dejarse corregir, dejarse llevar por Jesús en el camino de la vida. El amor es la ley y la norma de su Reino. Este amor lo va a demostrar Jesús en la institución de la Eucaristía. En la noche en que iba a ser entregado Jesús celebró con sus discípulos la cena de la Pascua y en aquella cena memorable El mismo se hizo precio de nuestra salvación. Nos entregó su Cuerpo, el Cuerpo que iba a ser entregado al día siguiente en el sacrificio de la Cruz. Y nos dio su sangre, la sangre que iba a ser derramada para el perdón de los pecados del mundo. En la noche del Jueves Santo Jesús hizo varias cosas muy importantes sobre las cuales se apoya nuestra vida y nuestra esperanza: - vivió su muerte anticipadamente, la aceptó, la vivió espiritualmente, y viviéndola la convirtió en ofrenda de obediencia y de amor; - nos la entregó a nosotros como herencia, para que pudiéramos revestirnos de su inocencia y presentarnos ante Dios con la confianza y el amor de los hijos; - inició el sacerdocio cristiano en la persona de los Apóstoles para que pudiéramos tener siempre en la Eucaristía por voluntad suya la presencia de su Cuerpo y de su Sangre ofrecidos por nosotros, el poder liberador y santificador de su muerte esta fuente de nuestra renovación y santificación. El día del Jueves Santo es el día de la manifestación del amor de Dios y de Cristo como triunfo y garantía de la vida. La vida verdadera, la vida feliz, la vida inmortal no es la vida de la codicia ni del derroche, sino la vida del amor, la vida del servicio, la vida de la entrega humilde y generosa por el bien de los demás. Esta es la vida de Dios, la vida que Él nos da para vivirla ya en este mundo y poder disfrutarla con Él eternamente. Hoy nos acercamos al Altar con el corazón abierto de par en par. Le pedimos al Señor que nos cure del mal del egoísmo, del orgullo, de toda codicia; que cambie nuestro corazón egoísta y cobarde por un corazón generoso, capaz de prescindir de las propias comodidades para cumplir sus enseñanzas e imitar sus ejemplos, para vivir según la voluntad de Dios y recibir los dones de la vida eterna amando y sirviendo a nuestros hermanos, cumpliendo generosamente el mandamiento del amor fraterno. Esta es la verdadera religión, la religión de Jesús, la que salva nuestra vida y la vida del mundo para la vida eterna.