NoticiaSalud Carmen Mérida, enfermera de urgencias Carmen Mérida es enfermera de Urgencias Publicado: 03/02/2021: 32480 Día de la Enfermería Carmen Mérida ha sido enfermera de Urgencias en el Hospital Regional Universitario de Málaga, y en plena pandemia, se agarró a su fe para salir adelante y hacer su trabajo lo mejor posible. «No queremos aplausos, necesitamos responsabilidad». ¿Cómo ha cambiado vuestro trabajo el Covid? Los cuidados y técnicas de enfermería que realizamos ahora con el Covid son los mismos que hacíamos anteriormente. Ahora bien, es todo mucho más complejo puesto que tenemos que estar vestidos con el Equipo de Protección Individual (EPI). Esto supone llevar doble o incluso triple guante con lo cual es muy complicado, ya no digo palpar las venas, sino canalizar una vía venosa. Con las gafas o pantallas protectoras no se ve bien y, sobre todo, en la primera ola se nos empañaban las gafas y no veíamos. Todo esto causa una angustia tremenda porque no nos permite realizar cómodamente nuestro trabajo. No podemos tener contacto piel a piel con el paciente, dándole la mano; las mascarillas impiden comunicarnos bien y a veces no entendemos lo que nos dicen los enfermos y a la inversa. Las personas se asustan al vernos vestidos así y tenemos que darle el toque personal poniendo nuestros nombres en los trajes y algún corazón o una flor. ¿Está más preparado el sistema sanitario? ¿Y vosotros? Creo que el sistema sanitario está más preparado porque se ha avanzado en el conocimiento de tratamientos, se han habilitado áreas nuevas y el hospital está modificando su distribución conforme va avanzando la pandemia, intentando siempre ir por delante. Pero la pandemia va más rápida que nosotros y esta tercera ola nos tiene desbordados. Los profesionales estamos ahora más entrenados a la hora de vestirnos y usar las zonas limpias y las zonas sucias, pero también es cierto que se ha incorporado, a nuestro servicio, mucha gente nueva que no estaba en la primera ola y a la que hay que enseñar. Además es tal el volumen de pacientes que es inabarcable poder atender a todos con la calidad humana que nos gustaría y eso va generando un sentimiento de frustración e impotencia muy grande en los profesionales. ¿Cómo se prepara un profesional para hacer frente a una pandemia de estas dimensiones? Simplemente no te preparas, te encuentras inmerso en esta vorágine de sucesos e intentas hacerlo lo mejor posible con la experiencia que te dan los años trabajados a pie de cama de tantos pacientes en situación crítica. No somos soldados del Ejército entrenados para ir a una guerra, nosotros simplemente nos hemos visto inmersos en ella y en primera línea e intentamos ayudar con los medios de los que disponemos. ¿Y la sobrecarga emocional? ¿Cómo se puede llevar esto adelante psicológicamente? La enfermería de Urgencias es un colectivo especial que está muy acostumbrado a convivir con el dolor. En mi primera época, años 90, consolábamos a las madres de los adolescentes que se dejaban la vida en la carretera en los accidentes de tráfico. Antes del Covid el sufrimiento más común era el de pacientes que sufrían un Ictus, un infarto, procesos onco-hematológicos, ancianos con patología de alta complejidad. Y es duro ver cómo padecían ellos y su familia. Ahora, con el Covid, además de seguir atendiendo a ese tipo de pacientes, tenemos áreas donde la familia no puede entrar porque es zona covid y somos nosotras las que tenemos darle el toque humano. Sin embargo, al estar en estos momentos tan sobrepasados de trabajo es realmente complicado porque tienes que darle prioridad a aspectos técnicos que suponen un riesgo vital (vía aérea, acceso venosos y medicación) frente a gestos más humanos como coger una mano, escuchar lo que te dicen... Intentas hacerle llegar el ánimo al paciente pero en muchos rostros ves el miedo porque saben que con mucha probabilidad no saldrán de ésta. Para llevarlo adelante yo, personalmente, pienso que estoy ayudando al máximo, dando lo mejor de mí e intentando poner “corazón en las manos” (frase de los Religiosos Camilos del Centro de Humanización de la Salud en Tres Cantos). ¿Qué momentos han sido los más difíciles y cuáles los más satisfactorios? Los más difíciles son cuando, a esos números que dice la televisión o la radio, tú le pones caras y nombres… es la abuelita María o el abuelo José; también es muy duro cuando los médicos se lo comunican a su familia y se escuchan los lamentos y llantos. Los momentos más satisfactorios y en los que aprendes más son cuando la gente te da las gracias de todo corazón y reconoce tu esfuerzo; cuando ves a los profesionales dejarse la piel por los pacientes y formar un equipo aunando esfuerzos, o cuando has visto a compañeros que han pasado el covid y han estado realmente enfermos y vuelven recuperados: todo eso te da una alegría inmensa. ¿Cómo os ayuda la fe? ¿Tiene sentido esto desde Dios?¿Compartís vuestra experiencia cristiana con los compañeros o los capellanes? La fe me ayuda a saber que no estoy sola, que cada vez que entro al Covid me santiguo y el Señor y María Auxiliadora vienen conmigo. Siento que hay mucha gente que reza por mí de corazón. Que Dios no es el culpable de este mal que nos oprime y que tanto daño está haciendo. Que Cristo nos necesita para, como dice S. Ignacio, en todo amar y servir a los demás. La verdad es que yo personalmente no he podido compartir mi experiencia con el sacerdote del hospital y tampoco las pocas compañeras que somos católicas hemos hablado de esta experiencia cristiana. Aunque es verdad que hay personas que me piden que rece por ellas porque según me dicen: “a ti te escucha”. En marzo os arropamos con los aplausos. Hoy, si tuviérais que dar un mensaje a la sociedad, ¿cuál sería? Mi mensaje aquí es muy duro. Nosotros no queremos aplausos; necesitamos responsabilidad por parte del resto de ciudadanos. Es inadmisible que haya gente pasándolo mal en los hospitales, muchos muriendo, familias rotas y un montón de personas trabajando por el bien común (policía, trabajadores de grandes superficies y de la tienda de la esquina que vende el pan, la fruta, la carne o el pescado, camioneros, voluntarios de Cruz Roja, de Cáritas y un largo etc.) mientras otros continúan ajenos por completo a esta gravísima situación, y siguen a su aire, como si esto no fuese con ellos. Mi hija me leyó un artículo de Irene Vallejo y decía “cuando el contagio afecta a la sociedad, todos nos necesitamos. En una pandemia, las decisiones de cada persona repercuten en el prójimo: no somos islas, sino hilos entretejidos”... En las Epístolas a Lucilio, Séneca describió la convivencia como una arquitectura del cuidado: “las manos han de estar dispuestas a ayudar. La sociedad se parece a una bóveda, que se desplomaría si unas piedras no sujetaran a otras, y solo se sostiene por el apoyo mutuo”. Las reflexiones de Séneca nos recuerdan hoy que "la libertad individual se conjuga en plural” (Irene Vallejo, autora del Infinito en un junco).