¿Multiplicar o compartir?

En la primera lectura ( Is 55, 1-39) se nos recuerda que las cosas mas grandes de la vida no pueden ser adquiridas ni pagadas; son regalo que recibimos de la misericordia de Dios. En la segunda ( Rm 8, 35.37-39) se añade que por eso  mismo hay cosas que nadie nos puede quitar: ser amados por Dios, que en Jesucristo nos conoce  y nos ama. En el evangelio ( Mt 14,13.21) se da un paso más: Si de Dios recibimos tanto, también nosotros debemos dar en el ámbito espiritual (bondad, amistad, ternura, amor…) y en el ámbito material. En concreto se nos habla de compartir el pan (no tanto de multiplicar), con la conciencia de que es escaso. Jesús se nos presenta  en medio de la gente y  en actitud de compasión. Ve el gentío, le da lástima y cura a los enfermos. Su experiencia de Dios le hace vivir aliviando el sufrimiento y saciando el hambre de aquellas pobres gentes. Los discípulos le interrumpen con una propuesta: Es muy tarde; lo mejor es despedir a aquella gente y que cada uno se compre algo de comer. No han aprendido nada. En la mente de Jesús hay otra cosa: «Dadles vosotros de comer». Frente al comprar, Jesús propone el dar de comer. Para Jesús es suficiente: si compartimos lo poco que tenemos, se puede saciar el hambre de todos; incluso, puede sobrar. Algo que, en este tiempo tan difícil que vivimos, está a flor de piel en todo el mundo y en toda la Iglesia. Nos lo recuerda el Papa que nos llama a contagiarnos «con los anticuerpos de la justicia, la caridad y la solidaridad».