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«Nos ha dejado el cura Paco»

Francisco Molina, tras Manuel Ángel Santiago, en unas confirmaciones en su parroquia
Publicado: 31/10/2018: 16524

Artículo de José Sánchez Luque ante la muerte de Francisco Molina Cabrillana.

«Hoy más que nunca, estamos llamados a buscar la promoción humana. Así lo hizo el cura Paco a lo largo de su vida».

Nos ha dejado el cura Paco. Su vida ha sido un ejemplo de trabajo, sencillez, alegría y de bondad hacia todas las personas, especialmente con los más débiles. Los pueblos donde ha ejercido, Casarabonela, Coín y la ciudad de Málaga, lo recordarán con agrado.

La Parroquia de La Purísima lo despedía la otra mañana con una celebración entrañable y solemne, llevada por las comunidades del camino neo-catecumenal de la misma parroquia. Nacido en Cuevas de San Marcos, estudió la teología en la facultad de Granada donde aprendió a ser cura al servicio del pueblo.

Paco fue capaz de vivir siempre en salida como un tipo privilegiado de residencia. ¡Cuántos desvelos por la cooperativa de confección que formalizó en Casarabonela! Para Paco, su casa fue todo el mundo. En una sociedad que busca lo conocido y la comodidad, un cura tiene que dejarse llevar por el Espíritu, estar dispuesto a salir hacia nuevos retos y desafíos, donde la Palabra de Dios toque la intemperie, la esperanza y la miseria de las personas.

El cura Paco comprendía que no se es buen evangelizador desde el despacho o desde el templo. Hay que salir hacia las periferias geográficas y existenciales. Hay que abrir las puertas del templo no tanto para que la gente entre, sino para que los cristianos y los curas salgamos y facilitemos a Dios su entrada en el corazón de las personas.

En una sociedad de la inmediatez, de lo instantáneo y de lo superfluo, hoy más que nunca, el cura y el creyente cristiano tienen que adaptarse, saber esperar y acompañar procesos personales. Todo tiene su tiempo. No obstante, el apóstol deberá sumergirse en la historia de sus destinatarios, conocerlos por sus nombres, escuchar los gritos que nacen de sus búsquedas y, a partir de ahí, poder ayudarles a encontrar esperanza y alegría.

Una de las grandes tentaciones del apóstol, ya sea obispo, cura o laico, es creer que tiene la verdad en exclusiva y que tiene que defenderla para que nadie toque sus propias cerezas. Paco no cayó en esta tentación. Comprendió que el corazón del creyente no está hecho de muros divisorios sino de caminos abiertos y de puentes desde donde salir al encuentro de los que buscan.

Hoy más que nunca, estamos llamados a buscar la promoción humana. Así lo hizo el cura Paco a lo largo de su vida. Intentó, por todos los medios, devolver la dignidad a las personas, como lo hizo Jesús en su encuentro con Zaqueo, Bartimeo, la pecadora, los leprosos, etc. La humanización es siempre camino para el Evangelio. En una sociedad cada vez más fragmentada y compleja exige del creyente que aprenda y reconozca las causas que deshumanizan a sus componentes. Sus identidades, sus intereses, valores y preocupaciones distan mucho de los de antaño.

Hay nuevos escenarios desde donde seguir humanizando para poder evangelizar: las nuevas profesiones vinculadas a la tecnología, las nuevas tribus urbanas, los movimientos sociales y colectivos emergentes, los parados de larga duración , las víctimas de la precariedad laboral, los refugiados e inmigrantes, los jóvenes… Problemas como el acoso escolar, la violencia de género, etc., están reclamando que hay que apostar más que nunca por este “principio humanidad” en nuestra tarea como ciudadanos y como cristianos. Que el cura Paco, desde la otra orilla, nos oriente, nos aliente y estimule.

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