NoticiaSocial Hacia las periferias a la luz de Carlos Foucauld Publicado: 28/11/2016: 9985 CARTA ABIERTA. Gabriel Leal. Miembro de la Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas. Con motivo del Centenario de la muerte de Foucauld. El papa Francisco nos invita a ser una Iglesia en “salida”, con las “puertas abiertas”, que se atreva “a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”. Esta fue en otro contexto la pasión de Carlos de Foucauld, cuyo centenario de la muerte celebraremos el próximo 1 de diciembre: «por anunciar el Evangelio estaría dispuesto a ir al fin del mundo y a vivir hasta el fin de los tiempos». Por eso su vida puede ayudarnos a hacer nuestro propio camino hacia las periferias. El Vizconde Carlos de Foucauld nació en una familia cristiana de buena posición. Huérfano desde los seis años, fue educado cristianamente por su abuelo. En plena adolescencia, lee a los maestros de la sospecha y a los dieciseis años había perdido la fe y sus referencias morales: «yo era todo egoísmo (…), todo deseo del mal». Ingresó en el ejército de caballería. Fue un militar valiente pero con una vida tan desordenada que fue puesto en situación de reemplazo «por indisciplina y mala conducta notoria». Abandonado el ejército, exploró clandestinamente Marruecos, donde atraído por el testimonio de la religiosidad de los musulmanes comenzó a presentir la grandeza de Dios y su vuelta a la fe. A su vuelta a Francia, es acogido por su familia «como a un hijo pródigo a quien se le hace sentir que nunca ha abandonado el techo paterno». Sin creer, comienza a frecuentar la Iglesia, orando así: «Dios mío si existes, haz que te conozca». El impulso de la gracia de Dios y la ayuda de un sacerdote le condujeron a la conversión en 1886. Recién convertido, peregrina a Tierra Santa. En Nazaret descubre la vida oculta de Jesús, pobre obrero en Nazaret. A partir de ese momento solo busca vivir para Dios, imitando la vida oculta de Jesús en Nazaret: «este es el secreto de mi vida: he perdido el corazón por este Jesús de Nazaret crucificado hace 1.900 años y pasó la vida tratando de imitarlo en la medida que lo permite mi debilidad». Este deseo le llevó sucesivamente a ser trapense, criado del convento de las Clarisas en Nazaret, sacerdote, y marchar hacia los últimos, a Tamanraset, en el desierto argelino. Allí vivió como un hermano entre los tuareg, con la esperanza de preparar camino a la evangelización, hasta su muerte ocurrida durante una revuelta, en la que recibió un tiro.