Noticia "El padrenuestro" (V) Santificado sea tu Nombre Publicado: 12/03/2016: 28447 Tras el pórtico de entrada accedamos a las peticiones del padrenuestro. A primera vista observamos que las peticiones forman dos cuerpos -como las tablas de la Ley-, en el primer cuerpo se repite el adjetivo posesivo “tu” y en el segundo “nosotros”. "Santificado sea tu nombre" es la primera petición. Santificado sea y arranca en voz pasiva. La voz pasiva evita nombrar a Dios, pero reconoce que Dios es el sujeto que actúa. Y si Él es el que actúa es el que santifica. ¿Qué estamos suplicando, entonces? ¿Que Dios intervenga en favor de su nombre? No, pues no necesita que se lo recordemos. ¿Acaso pedimos que seamos santificados por Él? Sí, san Agustín dice que con esta petición se alcanza la gloria de Dios que es Santo y el bien del orante que es santificado. "Santificado sea tu nombre." Tu nombre es el segundo término de esta petición. El nombre, para el pueblo judío, designaba la persona misma. Por eso invocar y alabar el nombre de Dios equivalía a invocar y alabar al mismo Dios. "¡Qué glorioso es tu nombre en toda la tierra!" (Sal. 8) Pero ¿cuál es el nombre de Dios? En el célebre texto del Éxodo, vemos que Dios llama a Moisés y le pide que saque a su pueblo de la esclavitud. Y Moisés le dice: "Iré, pero si me preguntan: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les respondo?" Y entonces Dios añade: "Yo soy el que soy; esto dirás a los hijos de Israel". Yo soy el que soy no es un nombre, es un verbo: "Yo soy" o lo que es lo mismo: Yo soy el que existe o el que está y estará con vosotros. Y esta respuesta siendo una revelación, al mismo tiempo es un ocultamiento, porque más que un nombre lo que revela es la decisión de estar y actuar en favor del pueblo. Pero resulta que siendo Él el que estará, quiere que Moisés vaya por delante y libere a su pueblo. Es decir, quiere que seamos nosotros los que actuemos en favor de la libertad, de la justicia y de la fraternidad, porque Él será la fuerza de nuestra fuerza, Él será quien nos empuje a llevar a cabo su misión liberadora. Y por eso, cuando Jesús nos revela que Dios es Padre, no solo nos está diciendo que somos sus hijos, sino que como Él es santo nosotros lo seremos aceptando su fuerza para vivir como hermanos. Y sólo así santificamos su nombre. Hace días, un parroquiano tras relatarme su vida dijo: -¡Cuántas veces rezando el salmo: "levanto mis ojos a los montes, de dónde me vendrá el auxilio, el auxilio me viene del Señor..!" -me miró y añadió- yo sé que ese salmo es verdad, pues en mi vida he sentido su fuerza y su auxilio. "Brille vuestra luz delante de los hombres de tal modo que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos", nos dice Jesús. Gracias, Señor, por la fuerza que nos das para que vivamos y oremos santificando tu nombre.