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El político

Publicado: 15/05/2015: 4434

La primera vez que un amigo me dijo: «La Iglesia habla poco de los políticos», yo le respondí: «Quizá, porque tú no has leído sus documentos»

La primera vez que un amigo me dijo: «La Iglesia habla poco de los políticos», yo le respondí: «Quizá, porque tú no has leído sus documentos, no olvides lo que el mismo Concilio dice: “La Iglesia considera digna de alabanza y de atención la labor de quienes se consagran al servicio de los hombres para alcanzar el bien común y aceptan las cargas de este servicio”». «No –me contestó- yo no hablo del Papa o los obispos, sino de la poca luz que los curas de a pie, a los que escuchamos cada domingo, arrojáis sobre la actividad política».

¡Caramba! Pues ¿no resulta que puede ser verdad? Así que me he puesto a discurrir: ¿en qué página del evangelio coloco yo al político? Sin duda, en la parábola del Buen Samaritano, porque el político, como el Samaritano, debe ser el hombre que se detiene ante las necesidades de los demás, sin importarle mancharse con el polvo del camino. Y es capaz de tocar las llagas del que sufre, buscarle remedios, cargar con su dolor y trasladarlo a la posada. Sí, el político debe ayudar hasta el punto de buscar cómo pagar el cuido del que sólo tiene media vida. El político debe ser capaz, como el Samaritano, de vivir el momento presente en actitud de servicio.

«¿Cuál de los tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los ladrones?» Preguntó Jesús. «El que se compadeció de él», le contestó el doctor. Si a nuestros políticos les duele el pueblo, ¡qué gran vocación la suya!

Lorenzo Orellana

Sacerdote diocesano

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