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Lectio Divina para el evangelio del Domingo de Resurrección

Publicado: 30/03/2015: 4835

Antonio Collado, Vicario de la Promoción de la Fe y párroco de San Juan Bautista de Málaga, nos ofrece la Lectio Divina para el evangelio del Domingo de Resurrección.

Lectura (Lectio)
Las tradiciones del sepulcro vacío y de las apariciones son las dos formas más antiguas de expresar la fe en la Resurrección. Con el gozo de la Pascua, me adentro en el relato desde una lectura creyente y orante. 

Meditación (Meditatio)
Este evangelio nos presenta dos escenas: la primera (Jn 20,1-2) donde la protagonista es María Magdalena que con solo “ver” la losa quitada intuye alguna novedad y desde su deseo profundo de encontrarse con el Señor, “echa a correr” para comunicar a los discípulos los nuevos acontecimientos en torno al cadáver del Maestro. Se destaca que estamos en “el primer día de la semana”, la expresión sugiere el inicio de algo nuevo y tiene evocaciones del libro del Génesis sobre el relato de la creación. Con la Resurrección, comienza la nueva creación. También se destaca que “aún estaba oscuro”, es decir, simbólicamente, que todavía no brilla la luz de la fe. La segunda escena (Jn. 20, 3-8) recoge la reacción de Juan y Pedro ante el anuncio de la primera testigo de la pascua del Señor. Sobre el “otro discípulo”, dice el texto que es aquel “a quien tanto quería Jesús”. 

En Jn. 13,23 se habla por primera vez del discípulo amado. No se dice en ningún momento que sea uno de los doce, aunque la tradición muchas veces lo ha identificado con Juan. En todo caso, es una figura capital del cuarto evangelio y sirve de modelo para los creyentes. Hay un contraste entre Pedro y ese discípulo amado. Pero el texto respeta los datos de la tradición cristiana primitiva, que recuerda a Pedro como el primero de los testigos de la Resurrección, y no se decanta por ninguno de los dos, sino que pone en un lugar de privilegio a una mujer. Pedro y Juan “vieron” las mismas señales de la resurrección de Lázaro (Jn 11, 44), pero allí Lázaro sale atado, es decir, vuelve a la vida para morir después; en cambio aquí el sudario está enrollado, lo que significa que Jesús se ha desatado de los vínculos de la muerte para siempre. Ni María, ni Pedro ni el otro discípulo han visto a Jesús. Solo ven el sepulcro vacío, pero Juan “vio y creyó”. Son los ojos de la fe y la luz de la Palabra de Dios los que permiten ver la Resurrección en el sepulcro vacío. 

Oración (Oratio)
Desde mi experiencia del Señor resucitado en mi acontecer diario, doy gracias por su presencia viva en medio de la comunidad.

Contemplación (Contemplatio)
“Ver” a Jesús resucitado solo es posible desde la fe. Contemplo, callo y adoro.

Compromiso (Actio) 
Juan vio y creyó sin necesitar más pruebas ¿está apoyada mi fe en la experiencia o solo en la razón? 

Antonio Collado

Sacerdote diocesano

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