Lectura (Lectio)
Como a los primeros discípulos de Jesús, este episodio de la transfiguración nos anima a subir, ver, escuchar, experimentar y bajar, verbos todos que pueden iluminar nuestro camino cuaresmal. Abro de nuevo mi corazón a la Palabra de Dios que me llega a través de la Iglesia.

Meditación (Meditatio)
Para entender mejor este relato de la transfiguración de Jesús hay que encuadrarlo en el largo diálogo del Maestro con sus discípulos en Mc 8,27-9,2, por ello es bueno que lo lea. Así puedo entender la función de la transfiguración en el conjunto del evangelio, que no es otra que animar a los discípulos a seguir a Jesús a pesar del fracaso y de la cruz, porque al final está el triunfo de la Resurrección. Un dato muy importante para comprender este pasaje es que me encuentro ante una “teofanía” o relato de manifestación divina. Sigue el mismo esquema que en el Antiguo Testamento: lugar sagrado o en un monte, aparecen fenómenos extraños como apariciones, voz del cielo, nubes, provoca miedo y turbación en quienes las presencian. Los primeros cristianos, acostumbrados a estos relatos, entendían perfectamente que Jesús es verdaderamente Dios. Hay además tres elementos complementarios: el color de sus vestidos, de un blanco deslumbrador, es el color de la Resurrección; la aparición de Moisés y de Elías, dos personajes relacionados con la llegada del Ungido (Mal 3,23-24), manifiesta que Jesús es el Mesías esperado por Israel; finalmente la voz que viene del cielo afirma que Jesús es el Hijo de Dios. Es una completa presentación del Señor que tiene como
destinatarios a sus discípulos. Estos que no habían entendido el anuncio de Jesús de su rechazo y muerte en la cruz, tampoco comprenden ahora el significado de su Resurrección. Anhela llegar a la Pascua sin pasar por la cruz. Se resisten a un camino de seguimiento que implique pasión. Por eso la voz de Dios les sacude y despierta, invitándoles a escuchar al Hijo, a mantenerse detrás de Él en un camino de gloria crucificada.

Oración (Oratio)
«Este es mi Hijo amado, escuchadlo». No hay mejor ambiente para prestar oído al Señor que el silencio del corazón. Actualizo mi deseo de escucha y acogida en un ambiente de oración. Descubro algún motivo para afrontar con alegría y esperanza este tiempo de Cuaresma.

Contemplación (Contemplatio)
«Maestro, ¡qué bien estamos aquí!». Hago mía esta exclamación que encierra la experiencia de quien se siente tocado por el misterio de Dios que es amor, fuerza, gozo y esperanza. Callo y adoro.

Compromiso (Actio)
Jesús ha invitado a sus discípulos a “subir” a la altura del misterio para luego “bajar” y continuar viviendo la realidad del camino hacia Jerusalén. ¿A qué lugares he de “bajar” para continuar por el camino del seguimiento”?