Lectura (Lectio)
El evangelio de este domingo primero de Cuaresma presenta a Jesús como el hombre nuevo capaz de vencer al Tentador y ofrecer la nueva y definitiva alianza para el mundo: el Reinado de Dios. Sintiéndome yo también tentado por el mal, y deseando que el Reino se haga presente en mi vida y en el mundo, acojo de nuevo la Palabra con un corazón sencillo. 

Meditación (Meditatio)
El relato de las tentaciones según san Marcos es muy breve y va seguido de un resumen de la predicación de Jesús. En los primeros versículos de este evangelio, Jesús es presentado por una voz humana, Juan Bautista, y por la voz del cielo, Dios. El Bautista lo presenta como el Mesías y lo hace desde la fuerza que recibe del Espíritu Santo; por otra parte, la voz del cielo lo identifica como Hijo de Dios. Es el Espíritu el que inserta a Jesús en el mundo y en la historia humana. Es el mismo Espíritu el que lleva a Jesús al desierto, que es el escenario en el que tendrá lugar la tentación. En la tradición bíblica el desierto es lugar de prueba (Dt 8,2-6) pero también el ámbito privilegiado para el encuentro con Dios (Os.2, 16). Al hablar de cuarenta días, Marcos está pensando en los cuarenta años del pueblo de Israel por el desierto. El pueblo sucumbió a las pruebas, Jesús sostenido por Dios las supera y así abre camino al nuevo pueblo que puede vencer al Adversario. Las tentaciones, que se van a repetir a lo largo de la vida de Jesús, no son otra cosa que invitaciones a optar por un proyecto que no es el del Padre; propuestas para renegar de la condición de Hijo amado y abandonar la misión encomendada. Superadas las tentaciones, se abre el tiempo definitivo y último de la historia. Jesús mismo proclama la inauguración de un tiempo nuevo. En dos versículos, Marcos resume la predicación de Jesús y le presenta como heraldo de una noticia gozosa: el Reino de Dios. Jesús habla de este Reino como de una realidad conocida, presente y futura a la vez. Pero hay matices nuevos: el Reino irrumpe en nuestra historia como un don que recibimos y una tarea que se nos encarga. Reinado de Dios, fe y conversión son, por tanto, realidades íntimamente entrelazadas.

Oración (Oratio) 
Descubriendo mis propias tentaciones, me situó en “el desierto” y me pongo a la escucha del Espíritu Santo.

Contemplación (Contemplatio)
El desierto es también una actitud interior de acogida, soledad, silencio ante el misterio de Dios que me ofrece su Reino.

Compromiso (Actio)
¿Cuál debería ser mi camino de conversión en esta Cuaresma? ¿Qué voy a hacer para encaminarme por él?