NoticiaColaboración Día Mundial del Trabajo Decente Publicado: 09/10/2013: 5366 En estos últimos tiempos estamos sufriendo una desvalorización del trabajo. Al cosificarlo y convertirlo en un instrumento más del sistema de producción, al haberlo sometido a la ley de la eficiencia, del crecimiento continuo y del máximo beneficio, se le ha ido distanciando, cada vez más, de las notas que lo distinguen del resto de factores que intervienen en la producción. El trabajo ha dejado de ser un hacer propiamente humano. Tal y como el Papa Juan Pablo II nos decía en 1 de Mayo de 2000: “Es necesario reconocer que la organización del trabajo no siempre respeta la dignidad de la persona humana, y que no se tiene debidamente en cuenta el destino universal de los recursos”. Por ello lanzaba un llamamiento, recogiendo las demandas de la sociedad civil, a que se crease una coalición mundial en favor del “trabajo decente”. Desde 2008 la Confederación Sindical Internacional (CSI) ha venido organizando el 7 de octubre la Jornada Mundial por el Trabajo Decente (JMTD). Una jornada, iniciada en 1999 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en la que se pide a todas las instituciones relacionadas con la defensa del trabajo que se unen para recordar que en el trabajo decente ha de figurar en el centro de las actuaciones de los Gobiernos para recuperar que en la economía global se sitúe a las personas en primer término. Para que no quede duda de a qué llamamos “trabajo decente” el Papa Benedicto XVI, recogiendo la iniciativa de su predecesor, en Caritas in Veritate 63 desarrolla cuándo un trabajo puede ser calificado de este modo:” cuando es expresión de la dignidad de todo hombre y mujer; un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres al desarrollo de su comunidad; un trabajo que de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de todas las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una jubilación digna a los trabajadores que lleguen a la jubilación”. Pero en una sociedad como la nuestra en la que el desempleo ronda el 26,3% y el paro juvenil (menores de 25 años) el 56 %, la causa principal de la falta de dignidad para las personas, nuestros hermanos y hermanas, es la falta de trabajo. El Papa Francisco, en el encuentro con el mundo del trabajo el día 22 de septiembre de este mismo año así lo reconocía que “cuando falta el trabajo, falta la dignidad”. Y es que no podemos olvidar, tal y como él mismo afirma que “Dios ha querido que el centro del mundo no sea un ídolo, sea el hombre, el hombre y la mujer, que con su trabajo hacen avanzar el mundo. Pero ahora mismo, en este sistema sin ética, el centro es un ídolo y el mundo se ha convertido en idólatra de esto: “dios-dinero”. Autor: José Luis Fernández Orta