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75 aniversario de la bendición de la imagen de Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén (Archidona)

Publicado: 15/10/2022: 2701

Homilía de D. Jesús Catalá en la Eucaristía celebrada con motivo del 75 aniversario de la bendición de la imagen de Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén de Archidona.

75 ANIVERSARIO DE LA BENDICIÓN DE LA IMAGEN DE JESÚS EN SU ENTRADA TRIUNFAL EN JERUSALÉN

(Archidona, 15 octubre 2022)

Lecturas: Is 50, 4-7; Sal 21, 8-9.17-24; Flp 2, 6-11; Mt 21, 1-11.

1.- Celebramos hoy con alegría el 75 Aniversario de la bendición de la imagen del Santísimo Cristo de la “Cofradía de Jesús en su Entrada triunfal en Jerusalén y Nuestra Señora de la Victoria” de Archidona.

En octubre del año 2011 tuve el gozo de presidir la Eucaristía con motivo del cincuenta Aniversario de esta Cofradía. Os felicito por la rehabilitación de este templo, que ha ganado en hermosura.

La sagrada imagen llegó a Archidona en 1947, salida de los talleres del escultor D. José Navas Parejo de Granada; y fue restaurada el pasado verano por D. Francisco Naranjo Beltrán, previa aprobación de la Delegación de Patrimonio de la Diócesis y Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía. Las piezas patrimoniales de gran valor artístico e histórico han de ser restauradas con todas las garantías.

La Cofradía de La Pollinica de Archidona retomó la devoción a Nuestro Señor a partir de 1960, formalizando su creación en 1961 con el nombre de “Cofradía de Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén”.

Desde entonces cada Domingo de Ramos hace procesión de penitencia por las calles de Archidona, incorporando la talla de Nuestra Señora de la Victoria a partir de 1986, obra del escultor D. Antonio-Joaquín Dubé de Luque; y cambiando su titulación para incorporar a la titular Mariana.

Hoy damos gracias a Dios por esta efeméride y nos alegramos de mantener la fe y el amor a Jesús de Nazaret, quien con su Entrada triunfal en Jerusalén culminó su obra de salvación en la cruz, que había iniciado en la encarnación.

Toda la vida y obra de Jesús se dirige al culmen de su entrega por amor: «los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1). Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe (cf. 1 Co 15, 14); pero Cristo resucitó. Celebramos su Entrada triunfal en Jerusalén al tiempo que celebramos su resurrección.

2.- El profeta Isaías nos ha presentado al Siervo de Yahveh, que está a la escucha de Dios para consolar al decaído: «Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados» (Is 50, 4).

Referido proféticamente a Jesús de Nazaret, Dios abre el oído de su siervo: «El Señor Dios me abrió el oído.  Y yo no resistí ni me eché atrás» (Is 50, 5). Jesús escucha siempre la palabra recibida de su Padre-Dios y la cumple.

Recordemos el piropo que una mujer del pueblo le dijo a María llamándola feliz por haberle gestado y amamantado. Jesús no rechazó no ese piropo, sino que le dijo otro más excelente: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen» (Lc 11, 28). Es un ejemplo para nosotros, que debemos escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica.

3.- La Palabra de Dios lleva siempre un mensaje capaz que debe ser asumido por nosotros y encarnado en la vida diaria, para responder a las preguntas que atañen al ser humano.

Lo que Dios nos dice es perfectamente inteligible; solo se requiere sintonía. Para captar unas ondas sonoras o de imágenes, es necesario sintonizar.

El Siervo de Yahveh, Jesús, está en permanente comunicación con Dios por ser su enviado; es un embajador de Dios, que sólo debe transmitir lo que recibe. Jesús nos transmite lo que ha escuchado a su Padre (cf. Jn 15, 15).

Se nos invita también a nosotros, queridos cofrades y fieles, a estar atentos a la escucha de la Palabra de Dios, para conocer su voluntad y cumplirla. Se nos invita a sintonizar con Jesús; porque si estamos en sintonía con otras ondas (modas de la sociedad), no podremos escuchar, ni entender, ni cumplir su voluntad.

Deberíamos dedicar más tiempo a la lectura y meditación de la Palabra revelada; de la palabra que proclamamos en la Eucaristía. Os animo a leer y meditar las lecturas dominicales, antes de venir a la celebración eucarística. Hacerlo así es ser buen cofrade de la cofradía de la “Pollinica”.

En nuestro mundo necesitamos volver a la escuela del Siervo, para conocer mejor su palabra, que llega a la profundidad de nuestro ser y que ofrece sentido a nuestras vidas.

La tarea del Siervo consiste en estar en medio de su pueblo y dirigirlo en nombre de Dios. Imitándole a él tenemos la certeza de ir por buen camino.

Con esta misión se recoge una tradición propia del pueblo de Israel, distinguido siempre por la escucha y por la memorización de la palabra de Dios.

4.- La misión del Siervo encuentra oposición y dificultades. El Siervo ha sido el enviado por Dios para anunciar la liberación de su pueblo, y se debate en la frontera entre la esperanza y de la desesperanza.

Algunos se le oponen, se le enfrentan y le desprecian: «Ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos» (Is 50, 6). El Siervo Jesús sufre el desprecio de los demás: «Cuantos me ven se burlan de mí, hacen muecas, menean la cabeza» (Sal 21, 8).

Pero su fuerza está en Dios: «El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado» (Is 50, 7). Jesús, tras su Entrada triunfal en Jerusalén aceptó con paciencia los insultos y ultrajes. No tengamos miedo de ser vilipendiados por seguirle, por ser sus discípulos, por ser creyentes o por ser cofrades.

La fuerza está en Dios; y un breve padecer nos concede después un largo gozar.

5.- El Señor afronta su Pasión con entereza, con valentía, con serenidad. Nadie le quita la vida, sino que la entrega con libertad y por amor: «Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla» (Jn 10, 18). Nadie obligó a Jesús a ir a la muerte de cruz; la aceptó libremente y por amor.

Esta actitud de Jesús pone ante nosotros el gran problema del sufrimiento, tan difícil de encajar en nuestra vida. El papa Benedicto XVI hacía referencia al hablar de la educación de los jóvenes: “También el sufrimiento forma parte de la verdad de nuestra vida. Por eso, al tratar de proteger a los más jóvenes de cualquier dificultad y experiencia de dolor corremos el riesgo de formar, a pesar de nuestras buenas intenciones, personas frágiles y poco generosas, pues la capacidad de amar corresponde a la capacidad de sufrir, y de sufrir juntos” (La tarea urgente de la educación. 2008).

No sabe amar quien no sabe sufrir. Esta enseñanza no se suele escuchar en nuestra sociedad, que confunde el amor con otras cosas que no tienen nada que ver con el amor.

6.- Hoy celebra la Iglesia la fiesta de Santa Teresa de Ávila, quien, contemplando una imagen de Cristo llagado, sangriento y coronado de espinas, tuvo una transformación interior. Desde ese día su vida quedó prendada por Cristo “humanado y llagado”.

Esta experiencia cambió su vida. Y también tuvo que sufrir con la creación de monasterios de su nueva familia religiosa. Teresa imitó a Jesús y llegó a la santidad. A ella le pedimos que nos ayude a ser captados por Cristo sufriente.

7.- Damos gracias a Dios por estos setenta y cinco años de la bendición de la imagen del Santísimo Cristo de la Cofradía de Jesús en su Entrada triunfal en Jerusalén y Nuestra Señora de la Victoria de Archidona.

Su presencia como Hijo de Dios entre nosotros ha sido como una lluvia de bendiciones para fieles y cofrades. Una lluvia buena y mansa, que penetra la tierra y la fecunda. Pido al Señor que os conceda un corazón tierno, generoso, que ama verdaderamente.

Pedimos a Dios que nos siga bendiciendo en la misión de ser sus testigos en esta sociedad alejada de Dios y desinteresada de la vida espiritual cristiana.

Nos ponemos bajo la protección de Nuestra Señora de la Victoria, para que nos asista en las dificultades y nos acompañe en el camino de esperanza hacia la patria celestial. Amén.

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