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Confirmaciones en la parroquia de NªSª de la Encarnación (Alhaurín el Grande)

Publicado: 09/12/2012: 4037

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo de las Confirmaciones en la parroquia de NªSª de la Encarnación en, Alhaurín el Grande el 4 de diciembre de 2012

CONFIRMACIONES EN LA PARROQUIA

DE NªSª DE LA ENCARNACIÓN

(Alhaurín el Grande, 9 diciembre 2012)

Lecturas: Bar 5, 1-9; Sal 125; Flp 1, 4-6.8-11; Lc 3, 1-6.

(Domingo segundo de Adviento - C)

1.- Adviento: Preparar el camino al Señor

La liturgia de hoy, en este segundo Domingo de Adviento, nos anima a una preparación más inmediata de la venida del Señor. Juan Bautista, hemos escuchado en el Evangelio, «recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados» (Lc 3, 3).

El evangelista Lucas cita al profeta Isaías que grita animando a preparar el camino al Señor y allanar sus senderos: «Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano» (Lc 3, 4-5).

2.- Regreso de los desterrados a Jerusalén

Es una imagen preciosa la que hemos escuchado de la primera lectura del profeta Baruc. Imaginad que nos encontramos ahora en Jerusalén. Jerusalén está en un monte elevado respecto al resto. Recordáis la parábola cuando el buen samaritano atiende a un hombre desvalido que bajaba de Jerusalén a Jericó.

El profeta y nosotros nos encontramos en Jerusalén, una especie de atalaya, y dice el texto de Baruc: «En pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia oriente y contempla a tus hijos: el Santo los reúne de oriente a occidente y llegan gozosos invocando a su Dios» (Bar 5, 5). Un día, dice, tuvieron que partir, salieron al destierro, tuvieron que dejar su tierra, su casa, su patria, tuvieron que «partir, conducidos por el enemigo, pero Dios te los traerá con gloria, como llevados en carroza real» (Bar 5, 6). Esa es la imagen que se figura el profeta Baruc, desde Jerusalén vio que se iban al destierro los hijos de Jerusalén, pero el Señor los convoca de nuevo y los hace llegar en carrozas. Este es el regreso de los desterrados de Jerusalén, ahora vuelven a Jerusalén.

 Esta imagen puede ser la nuestra que nos alejamos de Dios instigados por el enemigo, pero el Señor nos convoca y nos reúne de nuevo para volver a él, regresar a la casa paterna, como lo hizo el hijo pródigo (cf. Lc 15, 11-31).

 

3.- Un camino expedito

            El regreso a Jerusalén, el regreso a la casa del Padre, el profeta Baruc se lo imagina como un camino expedito, ancho, sin dificultades, sin obstáculos.

La experiencia de ser conducidos, salvados, sacados del exilio, se expone con la imagen del camino expedito, ancho, sin tropiezo, por el que guía la mano de Dios. Así lo expresa el profeta Baruc: «Dios ha mandado rebajarse a todos los montes elevados y a todas las colinas encumbradas; ha mandado rellenarse a los barrancos hasta hacer que el suelo se nivele, para que Israel camine seguro, guiado por la gloria de Dios» (Bar 5, 7).

El Señor allana nuestro camino, abaja el orgullo. El orgullo nos hace elevarnos, pero cuando se abaja el orgullo y se abaja el egoísmo queda el camino llano para regresar al Señor. Dios rellena lo malo de nuestra vida, rellana nuestros baches, defectos, delitos, depresiones, nuestras lejanías de Dios la rellena. Y bajando el orgullo y rellenando lo malo queda un camino llano para ir y llegar hasta el Señor.

Otra imagen preciosa del profeta Baruc: «Ha mandado a los bosques y a los árboles aromáticos que den sombra a Israel» (Bar 5, 8). En el bochorno y en el sol protege con sombra gracias a los árboles. El Señor quiere nuestro regreso a Él.

Las lecturas pueden describir el proceso interior de cada uno. Lo escabroso, torcido, abrupto, empinado, engreído, se puede allanar, y hacerse camino ancho. Por nuestros caminos tortuosos vamos buscando la felicidad, pero lo vamos haciendo desde una actitud egoísta, nos buscamos a nosotros mismos.

No buscamos, muchas veces la felicidad del otro, y el Señor nos pide que tengamos a Dios y al otro en primer lugar. Primero Dios, después el otro, el prójimo. Ese prójimo puede ser el marido, la esposa, los hijos, los padres, los niños, pueden ser muchas personas. Buscad lo mejor para el otro. Así allanamos el camino para la venida de Jesús hacia nosotros.

¿Queremos que venga Cristo a nuestras almas?, ¿queremos que en esta Navidad se acerque a nosotros? Pues hemos de allanarle el camino. Hemos de prepararlo así, quitando egoísmos y poniendo amor, rebajando orgullos y levantando momentos negativos.

4.- Alegría y fiesta por el regreso

Continúa Baruc con esta imagen que va describiendo. Primero es la salida y el regreso. Segundo es el camino. Y tercero es cuando ya han llegado a Jerusalén y ahora hay una fiesta.

Para los desterrados celebra Dios una fiesta, como celebró fiesta para el hijo pródigo que regresó a casa (cf. Lc 15, 22-24). Y dice, palabras preciosas: «Jerusalén, despójate del vestido de luto y aflicción que llevas, y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te concede. Envuélvete ahora en el manto de la justicia de Dios, y ponte en la cabeza la diadema de la gloria del Eterno» (Bar 5, 1-2).

Queridos fieles, ¡vestíos de fiesta!, cambiad vuestros vestidos raídos, rotos, sucios por el pecado, en un traje de fiesta, con una diadema a la cabeza, con un manto precioso de luz.

¿A qué pensáis que está haciendo referencia de cara a los confirmandos? ¿Cuándo recibimos un vestido de fiesta blanco que se nos dijo que lo cuidáramos y no lo ensuciáramos? ¿En qué momento de nuestra vida recibimos ese vestido blanco? (Respuesta de un confirmando: en el bautismo). En el bautismo. A todos se nos dio una vestidura blanca con el encargo de que no la ensuciáramos. Si la hemos ensuciado el Señor la limpia con una lavadora especial. ¿Cómo se llama esa lavadora? (Respuesta de un confirmando: el sacramento de la penitencia). El sacramento de la penitencia. Limpiado ya el vestido que hemos ensuciado por el pecado en el sacramento de la penitencia, ahora nos revestimos.

Los confirmandos que recibisteis la luz de la fe, simbolizado en el Cirio Pascual encendido y ese traje de fiesta, hoy recibís un manto de gloria, hoy el Espíritu Santo os cubre con su sombra, os llena de su luz, volvéis a tener limpio el vestido del bautismo, pero recibís como una especie de capa protectora, un don, un regalo del Espíritu Santo.

Os invito, pues, ¡revestíos!, ya vais vestidos, tenéis un traje, ¡revestíos de fiesta! Dejad que el Espíritu os llene por dentro, os ilumine, os fortalezca, os de un traje nuevo.

Hemos cantado en el Salmo, los niños del coro lo han cantado muy bien: «El Señor ha estado grande con nosotros; y estamos alegres» (Sal 125), porque Él hace fiesta con nosotros.

5.- Dios lleva adelante su obra iniciada en vosotros. Bautismo-Confirmación.

Dios lleva adelante su obra iniciada en vosotros. Él inició una obra en el bautismo, allí empezó su obra, una obra perfecta, de artista porque plasmó la figura de Cristo en vuestras almas. Esa figura que puede haber quedado emborronada por el pecado ahora la limpia, la hace nueva otra vez.

Dice Pablo: «Ésta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros esta buena obra –bautismo–, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús» (Flp 1, 6). Dios quiere llevar esta obra hasta el final, hasta la vida eterna. Y continúa diciendo Pablo: «ésta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad» (Flp 1, 9).

Vivisteis hace años el bautismo, una obra maravillosa de Dios que os hizo hijos suyos, os hizo miembros de la Iglesia, os regaló un vestido nuevo, os iluminó con la luz de la fe, os llenó de esperanza y de amor, las tres virtudes. Por tanto, hizo una obra maravillosa en vosotros.

¿Qué quiere hacer con vosotros, confirmandos? Completar la obra, llevarla a término, hacer que vuestro amor, vuestra fe y vuestra esperanza sean más profundas, más verdaderas, más auténticas; y con obras, con frutos buenos, con frutos de amor.

Esto es lo que pedimos a Dios por vosotros. En primer lugar, agradecemos todos, el bautismo, esa obra buena que hizo el Señor. Y hoy pedidos de un modo especial, por vosotros para que complete, para que acabe esa obra empezada en el bautismo. Hoy termináis la iniciación cristiana. ¡Ya era hora! ¡Felicidades! Estabais a medio camino aún no habíais celebrado la fiesta de los iniciados. Ahora, cuando salgáis del templo parroquial ya podéis decir: “Ahora ya hemos completado nuestra peregrinación”. Los que fueron desterrados y ahora regresan a la casa paterna, a Jerusalén, esa iniciación cristiana que se empezó en el bautismo hoy la vais a culminar. Y a partir de ahora el Señor os pide que seáis testigos de esa fe, de ese amor, y de esa esperanza cristiana.

6.- Objetivo: Dar gloria a Dios y llegar al Reino eterno

¿Cuál es el objetivo, pues? Dar gloria a Dios y llegar al Reino eterno. Así lo hemos escuchado en la carta de san Pablo a los Filipenses: «Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, «cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios» (Flp 1, 10-11).

¡Enhorabuena! Hoy la comunidad parroquial de la Encarnación se renueva, se enriquece con estos nuevos hijos bautismales que hoy completan su iniciación cristiana. Y hoy celebramos esta fiesta por el regalo que el Espíritu Santo os va a conceder a cada uno.

En este tiempo de Adviento la Virgen es siempre un punto de referencia. Además, tenéis como Titular a la Virgen; Ella debe ser nuestro modelo. Hemos de mirarla, hemos de contemplarla a Ella y haced, actuar como Ella hizo respecto a Dios. Abridnos a sus planes, agradecer esa obra que hace en nosotros. En la Virgen hizo obras maravillosas: la criatura más esplendida y mejor de toda la humanidad.

Pues vamos a pedirle al Señor que también en nosotros haga maravillas. Que así sea.

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