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¿Penitencia en el tercer milenio?

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Publicado: 27/03/2018: 5444

Al contemplar a Cristo miramos al mundo con espíritu crítico. Vivimos en un mundo tan ajetreado, donde se subraya el materialismo abrumador, la búsqueda enfermiza de placeres superficiales desde donde brota un corazón cómodo y avaro encerrado en sí mismo y donde el “yo y siempre yo” se convierte en un ídolo a quien adoramos incansablemente.

Preguntarse “¿penitencia en el tercer milenio?” desde este estilo de vida es un absurdo, no tiene lugar, dios es nuestro vientre. El papa Francisco dice sabiamente: “Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Esa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado (EG 2)”.

El lenguaje de la penitencia es el lenguaje del amor que conoce el sacrificio, es vivir entregando la vida, reconociendo nuestros pecados y la llamada a la santidad, es caminar tras las huellas de Cristo pobre y humilde, es austeridad de vida, solidaridad con los que sufren en el cuerpo o en el alma. La penitencia no es hacer cosas o dar cosas, es acrecentar la vida dándola, “lo que no se da se pierde, se pierde lo que no se da” nos recuerda el canto. Sí, hoy es necesario vivir la penitencia en la profundidad de una espiritualidad cristocéntrica. Mirar al que atravesaron y crecer en su amor.

Durante estos días hablaremos de estación de penitencia (me gusta más que desfiles procesionales), de hombres de tronos que portan la imagen de Cristo y de María su Madre y nuestra Madre, de nazarenos (hombres revestidos de Cristo), de cirios encendidos como expresión de fe y de vida iluminada por Cristo… Todo ello puede ser motivo para renovar nuestra entrega al Señor, redescubrir la alegría del amor que nos libera y ensanchar el corazón hacia los demás con gestos concretos y a la vez sencillos de amor al estilo de Jesús. Dejémonos reconciliar por Cristo, ayunemos, vivamos sacrificados, amando y construyendo el Reino de Dios desde nuestra diócesis y con las expresiones propias de nuestra tierra tan rica en tradiciones religiosas llenas de contenido. ¿Penitencia en el tercer milenio? Sí, por supuesto.

Manuel Ángel Santiago Gutiérrez, Delegado Episcopal de Hermandades y Cofradías

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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