Siguiendo el ejemplo del Señor, ¡dejémonos llevar al desierto por el Espíritu!

Tomemos en serio la oportunidad que se nos da en esta Cuaresma. No hagas que sea otra Cuaresma más. Nunca sabemos si viviremos para la siguiente.

El tentador, como a Jesús, también nos dice a nosotros: «Si eres el hijo de Dios por qué no realizas
milagros».

Nos tienta con la duda: «Si dices que tienes fe, por qué no te fías completamente de Dios».

Nos promete falsos contentos: «Si haces lo que te digo te daré riquezas, te daré poder, tendrás placer».

Ante las tentaciones del maligno, en esta Cuaresma, renovemos nuestra fe en Dios-Amor Misericordioso, esforcémonos en realizar los milagros de amor y de servicio, con los que nos rodean. Seamos capaces de optar por el camino recto de la sobriedad de vida, de la humildad y de la abnegación, aunque nos cueste mucho.

Preparemos con fervor el camino que nos conducirá hasta la Pascua florida y que pasó primero por tanta
entrega y tanto dolor, por tantas lágrimas y tantos ultrajes, por tanta incomprensión y tanta injusticia.

Seamos capaces de actualizar en cada Eucaristía la Pasión del Señor, de situarnos en la escena real y
afectivamente, con el propósito de contemplar todo lo que nuestro Salvador nos ha entregado.

Para poder decir con Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él solo
darás culto”».

Entonces, se alejará el tentador y nos acompañarán los ángeles.