NoticiaAño de la Misericordia La liturgia es un lugar para recibir y vivir la misericordia Capilla penitencial en la Catedral de Málaga // M. ZAMORA Publicado: 26/12/2016: 10279 En toda la vida sacramental, la misericordia se nos da en abundancia; especialmente en la Eucaristía, la Penitencia y la Unción de Enfermos. En cada sacramento celebramos la misericordia Ahora, concluido este Jubileo, es tiempo de mirar hacia adelante y de comprender cómo seguir viviendo con fidelidad, alegría y entusiasmo, la riqueza de la misericordia divina. Dice Francisco que, en primer lugar estamos llamados a celebrar la misericordia: «Cuánta riqueza contiene la oración de la Iglesia cuando invoca a Dios como Padre misericordioso. En la liturgia, la misericordia no sólo se evoca con frecuencia, sino que se recibe y se vive. Desde el inicio hasta el final de la celebración eucarística, la misericordia aparece varias veces en el diálogo entre la asamblea orante y el corazón del Padre, que se alegra cada vez que puede derramar su amor misericordioso... En la Eucaristía, todo está referido a la misericordia de Dios». En toda la vida sacramental la misericordia se nos da en abundancia. Señala la Carta: «Es muy relevante el hecho de que la Iglesia haya querido mencionar explícitamente la misericordia en la fórmula de los dos sacramentos llamados de sanación, es decir, la Reconciliación y la Unción de los enfermos. La fórmula de la absolución dice: «Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la Resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz»; y la de la Unción reza así: «Por esta santa Unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo». El Papa nos invita a practicar el sacramento de la Penitencia. Y para facilitarlo ha mantenido el ministerio de los Misioneros de la Misericordia y ha extendido la potestad de perdonar el pecado de aborto a todos los sacerdotes: no se trata de rebajar la gravedad del pecado sino de acercar, aún más, la misericordia del perdón de Dios. También, pone en primer plano una forma de misericordia, que hemos concretado en una de las obras espirituales de misericordia: “consolar”. Paternalmente, nos dice Francisco: «La misericordia tiene también el rostro de la consolación... No nos dejemos robar nunca la esperanza que proviene de la fe en el Señor resucitado. Es cierto, a menudo pasamos por duras pruebas, pero jamás debe decaer la certeza de que el Señor nos ama. Su misericordia se expresa también en la cercanía, en el afecto y en el apoyo que muchos hermanos y hermanas nos ofrecen cuando sobrevienen los días de tristeza y aflicción. Enjugar las lágrimas es una acción concreta que rompe el círculo de la soledad en el que con frecuencia terminamos encerrados».