Vida Diocesana

Hagamos tres tiendas

Desde el Tabor
Publicado: 05/03/2015: 1793

Hace varios años tuve la oportunidad de viajar a Tierra Santa. La visita a los Santos Lugares se convierte en una sucesión de sensaciones irrepetibles que, debido a la velocidad con que se agolpan en tu mente, te producen una tormenta de ideas que después vas desbrozando durante el resto de tu vida.

El Evangelio se entiende de otra forma cuando las imágenes respaldan la narración del Evangelista. Especialmente me marcó la ladera de la montaña del sermón y el monte Tabor. Este último me pareció determinante. Pese a la peligrosa subida a la que te someten los taxistas del lugar, cuando te encuentras arriba, te sientes transportado a una sucursal del cielo. Las vistas son tan impresionantes, el atardecer es tan luminoso y el aire tan puro que es difícil sustraerse a la presencia de Dios. En ese momento entiendes la escena que recordábamos en la Eucaristía días atrás. Los apóstoles no querían volver a la vida diaria de penalidades, carencias y sufrimiento. Habían alcanzado el culmen y se querían quedar en él.

Los aspirantes a cristianos de hoy nos hemos convertido a un cristianismo quejica, introvertido y cerrado al exterior. Una Iglesia a la defensiva y expectante. Un exceso de ritos y religiosidad popular y una falta de compromiso con el sencillo. Por supuesto que no en todos los casos. Hay ejemplo de lo contrario muy significativos. La extraordinaria realidad plasmada por la Fundación Corinto de las cofradías. La presencia en los barrios marginales de voluntarios de Caritas y de otras organizaciones eclesiales y la presencia de la Iglesia en cuantas actividades solidarias se desarrollan a nuestro alrededor. Hoy he entrevistado en la radio a los miembros de MIES, creadores y realizadores de un proyecto de ayuda a los niños de Los asperones y La corta.

Me refiero desde este segmento a aquellos cristianos que no paramos de quejarnos de lo mal que va todo, mientras nos refugiamos en nuestros “cuarteles de invierno” para no contaminarnos de “lo mal que va todo”. No queremos saber nada de política ni de los políticos porque creemos que las cosas se han de solucionar sin nuestra intervención. La fuerza que adquiere el individuo con la democracia se pierde cuando no se utiliza por desidia. Creando plataformas dignas y consecuentes con el Evangelio podríamos hacer llegar la voz y la razón de los que no la saben o no la pueden utilizar. Debemos de mirar menos hacia adentro y más hacía el paisaje y el paisanaje que nos rodea.

Somos muchas personas de buena voluntad que no esgrimimos nuestra fuerza para conseguir el inicio de un mundo mejor para todos. Empeño que vino a recordarnos Jesús. Bajemos de nuestro Tabor y salgamos de nuestras tiendas.


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