Vida Diocesana

Al otro lado del charco

Sergio Ferrero, Mons. Ramón Buxarráis y Manuel Montes
Publicado: 12/02/2015: 1534

A veces, demasiado pocas quizás, me lanzo a realizar alguna de las asignaturas pendientes de mi vida. Una de ellas era cruzar el Mediterráneo y acercarme a Melilla para entrevistar a D. Ramón Buxarrais –el padre Ramón- como le llaman allí todos. Cuando digo todos, me refiero a todas las personas con las que nos cruzamos.

D. Ramón es -en mi modesta opinión- el paradigma del representante del “segmento de plata”. Una persona que, pese a su estado laboral de jubilación, desarrolla una labor “casi de oro”, cuando no de platino. D. Ramón me demostró a lo largo de las horas en que convivimos una vitalidad superior a la que yo le conocía de otros tiempos. Quizás la libertad de haber roto con las ataduras del cargo y el protocolo, le permitió, y me permitió, llegar a una cercanía especial en la entrevista que me concedió -una hora larga ante la cámara y el micrófono de Onda Azul-, en la conversación abierta, el agradable paseo a buen ritmo, con su clergyman y un sombrero que porta con garbo, la comida memorable y, sobre todo, en la oración informal vivida a lo largo de seis horas.

La Gota de leche, su lugar de trabajo, donde ocupa un modesto “apartamento”, excesivamente modesto a mi entender, es un macrocentro de solidaridad con cientos de acogidos –ancianos, enfermos y niños, a los que conoce uno por uno- y unas instalaciones un tanto abigarradas, como lo es todo en Melilla.

La cabeza de D. Ramón, sigue extraordinariamente bien amueblada, su inteligencia le permite obviar los momentos malos de su vida y recordar –sin ningún tipo de añoranza- otros tiempos que, para él, no fueron ni mejores ni peores. Otros tiempos. Vive el presente con intensidad impropia de sus 86 años cumplidos y confesados. Manifiesta una vitalidad envidiable y camina ágilmente pese a sus operaciones de cadera y de rodilla.

Del resultado de la entrevista ya les daré más cumplida información cuando emitamos la misma. Pero les quiero anticipar la frase que más me impactó a lo largo del día. Me la repitió en varias ocasiones, tres exactamente: “me apena terriblemente las equivocaciones que cometí en mi etapa de Obispo de Málaga”.

Poco antes de venirnos me espetó: cuando muera –ya está preparado para ello- que me incineren y entierren mis restos en el osario común. Así es D. Ramón, un payés catalán del Vallés, forofo del Barça y admirador del Papa Francisco, al que ha saludado personalmente el pasado año. Un cura de pueblo y para el pueblo.

Un ejemplo para el “segmento de plata”. Por cierto, los lee todos.


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