Vida Diocesana

Envejecer con dignidad

Publicado: 16/01/2015: 1896

Nos tenemos que convencer que el calendario avanza inexorablemente. Mucho más deprisa que lo que quisiéramos. Especialmente a partir de una edad en la que la que el camino de la vida da la vuelta y ya nos queda menos espacio vital que el camino recorrido. Entonces comenzamos a filosofar y a poner medios para que el mismo no avance. Operaciones estéticas, tintura e implantes capilares, ropa inadecuada, footing y gimnasio, lenguaje moderno o cambio de pareja y amistades no consiguen frenar lo inevitable y conducen a una desubicación vital.

Pero, gracias a Dios, un día decidimos aceptarnos como somos y en la tesitura en que nos encontramos. Esta situación, casi siempre, nos coge mal preparados y nos produce una angustia y, a veces, una depresión innecesarias. Por eso estimo que el saber entender que pertenecemos al “segmento de plata”; que no somos de oro, pero hacemos el avío; que todavía tenemos voluntad, capacidad y deseos de servir a los demás.

Un ejemplo de lo anterior lo he vivido mientras realizaba un programa de televisión en el Asilo de ancianos de las Hermanitas de los pobres de Málaga. Como mi capacidad de asombro aun no se ha agotado, disfrute de la vivencia y convivencia con los internos, pero, sobre todo, de la actitud de los voluntarios. Hay casi mayor número de voluntarios que de acogidos. Y los que vienen de fuera tienen casi la misma edad que los que se encuentran dentro.

Creo haber descubierto el porqué. Vienen a observar como es la vida allí. Y les gusta. Varios de los acogidos, a los que les pregunté como habían llegado a la casa, me respondieron que primero habían sido voluntarios y que allí habían encontrado una forma de vivir en compañía y ayudando a los demás. Volví a encontrar una casa en condiciones adecuadas, cumpliendo la normativa establecida, familiar y supliendo el hogar propio con un sentido de independencia de los acogidos que, desgraciadamente, no encuentran siempre en la cas de los familiares, donde se sienten un estorbo.

Estoy convencido que nuestra generación se tiene que espabilar. Que los tiempos han cambiado y lo mismo que servimos para ser útiles a los demás, tenemos que ser hábiles para procurarnos una “cuarta juventud” llena de independencia –en lo posible- y de calidad de vida. Buena parte de todo esto depende de nosotros. Somos capaces de envejecer con dignidad.


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