Vida Diocesana

Saber vender

Publicado: 31/12/2014: 1809

Entre las pocas cosas que he hecho bien en mi vida, me siento orgulloso de haber sido un buen vendedor. Pertenezco a una saga, de parte y parte, dedicada desde siempre al comercio, con mayor o menor éxito. Por una parte, los Montes, se han dedicado durante siglos a los tejidos, y, por otra, los Cleries, optaron por los curtidos. Dadas las dificultades de ambas empresas, mis padres decidieron que iniciara mi actividad vital de la forma que ellos, salvo excepciones, no habían podido: estudiando. Esto me desvió por unos años del comercio pero, al final, acabé vendiendo tejidos y confecciones por toda Andalucía.

Está actividad, a partir de 1970, la simultaneé con mi compromiso evangélico. Entonces descubrí el “Artículo” tan maravilloso del que disponíamos y los pésimos “vendedores” del mismo que éramos -que seguimos siendo- todos los miembros de la Iglesia. De arriba abajo. Y que cada cual aguante su vela. Presentamos la parte mas fea y desesperanzadora del cristianismo, parece que nos molesta ser, y sobre todo, parecer, felices. Hablamos mucho de pecado y poco de liberación. Condenamos a la primera y comprendemos a la última.

El Papa Francisco nos está poniendo al día. Nos muestra el camino de la evangelización con su ejemplo: Se trata de la “Transmisión de la Buena Noticia”. Otros muchos cristianos, sacerdotes y seglares, muestran el rostro amable y acogedor de Jesús. Algunos, desde los

medios -en nuestra Diócesis tenemos ejemplos- con esperanzadoras aportaciones que dulcifican a una Iglesia tenebrosa que, por desgracia, aun existe. Tenemos que aprender a vender la “Única Verdad”.

Los miembros del “segmento de plata” tenemos una gran oportunidad para ello. Hemos pasado por la Iglesia de la posguerra, obligatoria universal e impuesta; por la Iglesia dubitativa del Vaticano II, que no quería abrir las ventanas que permitieran la entrada del aire fresco del Espíritu; y finalmente, por la etapa en que ahora nos encontramos, en la que por un movimiento pendular, tan propio de los españoles, nos hemos encontrado con una Iglesia accesoria y folklórica y un país anticlerical. Tenemos por edad y experiencia capacidad de discernir. Y, porque nos lo hemos ganado a pulso, tiempo para “vender”, gratis por supuesto, el mejor artículo que hemos encontrado a lo largo de nuestras vidas. La Palabra de Dios.

Por eso tenemos que estar alegres. Y proclamarlo a los cuatro vientos. Que Dios nos ama porque sí. En este caso, y en todos, una buena sonrisa es mucha más eficaz que mil broncas. Un santo triste es un triste santo. Vamos a tener que recordar aquel slogan que tuvo tanto éxito: “SONRÍE, DIOS TE AMA”.


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