«La obra del Espíritu entre pañales» Publicado: 03/08/2012: 1256 Y el ángel dijo a los pastores: “Esto os servirá de señal: encontraréis a un niño, envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc. 2, 12). La gran obra de Dios, llevada a cabo por el Espíritu, fue Jesús, el hijo de María. Y esta obra se realizó a través de lo que los humanos consideramos “debilidad”. La debilidad evangélica no es la debilidad de los superficiales, ni la que nace de la inconstancia, ni la que sienten los cobardes, ni la de los que “tiran la toalla” ante cualquier dificultad. La debilidad evangélica es la de aquel que ha hecho y hace todos los posibles para ser fuerte, y a pesar de todo, siente y acepta la impotencia de la persona esencialmente limitada, consciente de que su fuerza viene de Dios. Así: • De “tejas para abajo”, débil fue María, aquella joven virgen des conocida, de un pueblo también desconocido, Nazaret. Los socialmente débiles son siempre desconocidos. • Desde nuestro corto punto de miras, débil fue José, esposo de María, el hombre “desconcertado”, pero fiel a Dios, artesano en un pueblo sin importancia. Los que no encuentran vías de solución humana a sus problemas, a pesar de buscarlas, y sólo les queda la confianza en Dios, son contados entre los débiles e ilusos. Desde los criterios de los poderosos de este mundo, débil fue Jesús: nacido lejos de su hogar, por decreto del César (Lc 2, 4); incomprendido por sus mismos familiares (Mc 3, 21); acompañado de amigos íntimos, los apóstoles, que le abandonaron en el momento crucial ( 26, 56); rechazado por las autoridades de Israel (Lc. 20,20); -aparentemente abandonado por el mismo Dios (Mc 15,34). Y, a pesar de todo, “la piedra que rechazaron los arquitectos, es ahora la piedra angular” ( 21,42). El Espíritu continúa llevando a cabo su obra, a través de la Iglesia, por caminos de debilidad, según la corta visión de los humanos. Porque la comunidad de los creyentes cuenta entre sus filas a: cristianos incomprendidos, rechazados y perseguidos; cristianos acusados de entorpecer el progreso; cristianos vergonzantes. Y en tierras de misión (también entre pueblos que han olvidado o rechazado el Evangelio), la Iglesia actualmente cuenta: con pocos misioneros; con escasos medios para atender a los necesitados; con las dificultades que suponen otro idioma, otra cultura o el cambio de la misma, así como otra manera de entender y ejercer la política. La debilidad siempre acompañará la misión, para que los creyentes comprendan que la fuerza sólo les viene de Dios. Sin embargo, de la misma manera como después de la crucifixión (la gran debilidad) vino la resurección (la sorprendente y definitiva fuerza de Dios), así la Iglesia, “envuelta en pañales” de la debilidad (aun la debilidad interna y moral de sus bautizados y de sus mismos pastores), seguirá proclamando e intentando realizar el mensaje navideño: ¡Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres que Dios ama! Diciembre 1998. Autor: Mons. Ramón Buxarrais