NoticiaOpinión Urdangarin Publicado: 30/12/2011: 5361 Bueno, pues finalmente, Urdangarin, el yerno del rey, ha sido imputado por los delitos de malversación y otros que, pese al secreto del sumario, se han ido desgranando en todos los medios de comunicación a lo largo de los días. Como todo el mundo sabe, la justicia española es proverbialmente lenta; por ello, es bueno resaltar que, en esta ocasión, haya sido tan diligente como la de cualquier otro país de nuestro entorno. Puede que, entre otras razones, sea la demanda de la sociedad, más o menos explícita, la que haya desengrasado los goznes de la administración de justicia. En cualquier caso, ya está en la calle y es de temer que se establezca un juicio paralelo –o popular- sin jueces ni jurado, más o menos patrocinado por revistas y programas “del corazón”. La codicia de Urdangarin, si al fin se determina así, ha puesto en entredicho a una institución que, hasta ahora, ha sido respetada por la inmensa mayoría de los españoles. También, todo hay que decirlo, es cierto que esa institución ha abierto espacios internacionales que conceden a España un lugar en el mundo que no tuvo, ni en la república ni, indudablemente, durante el franquismo. Los españoles somos más dados a destruir que a conservar. Ese es el hilo director de nuestra historia. No soy monárquico. Tampoco lo contrario. En estos momentos en los que todo se tambalea, resulta difícil ser de algo. Parece curiosa la actitud de muchos grupos políticos autotitulados progresistas que piden la república como opción de izquierdas. No sé por qué la República que- en definitiva- no se diferencia gran cosa del sistema político español, tiene que ser de ese signo. Es más, en muchos países, la opción republicana es esencialmente conservadora. Cambiar es fácil; construir y mejorar, difícil; de manera especial, para los españoles. El tiempo inmediato tiene la palabra. Quiera Dios guiarnos. Autor: José Luis Navas