NoticiaHomilías de Don Fernando Sebastián Nochebuena (Catedral-Málaga) Publicado: 24/12/2015: 3336 Homilía pronunciada por el cardenal Fernando Sebastián en la Nochebuena celebrada en la Catedral de Málaga el 24 de diciembre de 2015. NOCHEBUENA (Catedral-Málaga, 24 diciembre 2015) (Card. Fernando Sebastián) Lecturas: Is 9, 1-3.5-6; Sal 95, 1-3.11-13; Tt 2, 11-14; Lc 2, 1-14. No podemos expresar con nuestras palabras el misterio de esta noche. En la fiesta de la Navidad celebramos el desbordamiento de la misericordia de Dios sobre la humanidad. Él nos creó para que viviéramos eternamente en su gloria y vino hasta nosotros para ser nuestro guía y nuestro camino. La Navidad es una locura, una locura de amor, una locura de misericordia. Y por nuestra parte tendría que ser también una locura de gratitud, una locura de alegría, locura que es la mayor sabiduría. El Verbo de Dios se hace hombre para ser testimonio y Palabra viva de Dios en el mundo, una palabra de amor, de misericordia, de vida inmortal. El Hijo de Dios se hace uno de nosotros, vive con nosotros y como nosotros, para que nosotros podamos vivir con Él como hijos de Dios. Con el nacimiento de Jesús el mundo es diferente, nosotros somos diferentes, la historia es diferente. Este Jesús que nace en la oscuridad de la noche es la luz del mundo, luz que ilumina la mente de los hombres, y nos aclara definitivamente el sentido y el valor de nuestra vida. Jesús es el fermento que transforma la masa del mundo, la semilla que crece hasta hacerse capaz de cobijar la vida de la humanidad entera. Los hombres no podemos ser plenamente humanos sino en el encuentro con Dios. Dios no puede mostrar mejor su benevolencia que haciéndose hombre. Jesús, Dios y hombre, hombre y Dios a un tiempo, es la proclamación definitiva, el abrazo irrevocable de Dios con los hombres y de los hombres con Dios. La Navidad es el principio de la salvación. De Navidad saldrá la obra de Jesús, sus hechos y sus palabras, su vida y su muerte, su resurrección gloriosa, de la Navidad nace la Iglesia, los sacramentos, la esperanza de nuestra vida. Por eso esta noche nos alegramos, renovamos nuestra fe y nos sentimos pueblo elegido. En nuestra pobreza somos ricos con las riquezas de Cristo. En nuestra ignorancia somos sabios con la sabiduría del Verbo de Dios. El acontecimiento de Navidad sigue presente y vigente. La Navidad no puede reducirse a una fiesta cívica y puramente consumista. Ni siquiera a una fiesta familiar. La Navidad es una fiesta religiosa, una fiesta de adoración, de gratitud y de esperanza. Dejémonos invadir por el asombro de José y María, Oigamos las voces de los ángeles que nos invitan a la adoración y a la alegría. Acojamos a Jesús en nuestra vida con el amor y la ternura de la Virgen Madre. Pongamos nuestra vida a su servicio como el santo patriarca José. Corramos hacia el Señor como los pastores para vivir siempre a su lado. Vivamos esta Eucaristía como la misteriosa renovación de aquella noche santa que santifica al mundo. Ahora es Navidad. Esta Catedral es Belén. Y Jesús nace en nuestro corazón. Que Él sea para siempre el Dueño de nuestra vida.