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La mujer en la Iglesia de Málaga

Publicado: 11/03/2014: 6678

En el marco de la celebración del Día Internacional de la Mujer, ofrecemos el testimonio de tres mujeres en el seno de la Iglesia malagueña: la delegada de enseñanza, Carmen Velasco; la directora de la Casa Diocesana, Inmaculada Román y la catequista, Milagrosa Rosety. Las tres comparten su experiencia y su opinión acerca del papel de la mujer en la Iglesia.

En la Diócesis de Málaga, la mujer tiene un papel protagonista. Solo en la vida religiosa, ascienden a un millar las mujeres consagradas a Dios. De ellas, el 82% está dedicada a diversas actividades pastorales y un 18% es de clausura y dedica su vida al silencio, la oración y el trabajo en el claustro. Entre la variedad de carismas y trabajos pastorales a los que se dedican estas mujeres se encuentran la enseñanza, la atención a niños en guarderías, las residencias de ancianos, el cuidado de enfermos y el trabajo social con emigrantes, marginados y carentes de techo, entre otros. Están distribuidas en más de un centenar de comunidades, de cuatro a ocho miembros de media. Algunas instituciones han instalado en Málaga sus residencias para enfermas y mayores.

Pero la mujer no está sólo presente en la vida religiosa dentro de la Iglesia. La mayor parte de fieles en las comunidades parroquiales son mujeres, y su número es también muy significativo en cualquier campo de compromiso pastoral, como por ejemplo, en la catequesis. El delegado diocesano de este ámbito, Manuel Márquez Córdoba, explica que en la primera etapa de la iniciación cristiana de niños, la mujer desarrolla el 95% de las tareas de catequista. Ese porcentaje varía en la etapa de maduración de la fe, en que la catequista suele rondar el 50% del total.

Inmaculada Román es un claro ejemplo de mujer en un cargo de responsabilidad dentro de la Iglesia. Desde hace varios años dirige la Casa Diocesana de Espiritualidad “Beato Manuel González”, ubicada junto al Seminario Diocesano. Anteriormente colaboró en la Delegación de Apostolado Seglar y el Secretariado de Catequesis de Adultos. «Desde mi compromiso bautismal, intento servir a la Iglesia diocesana en aquello que me pide. Estoy dispuesta a servir a la Iglesia del Señor donde me necesite, y a asumir la misión que el pastor diocesano tenga a bien confiarme».

Otra mujer que ocupa un puesto directivo en la Iglesia malagueña es la teresiana Carmen Velasco, delegada de Enseñanza desde 2005. Aunque su nombramiento fue de los primeros, reconoce con gozo que en la actualidad ya son seis las mujeres que coordinan esta delegación en Andalucía. «Viví este encargo como una gran responsabilidad y con gratitud por la confianza que supone. Me imagino que como cualquier cristiano vive un nombramiento por parte del Sr. Obispo. Supone trabajar en una “esquina” concreta de la diócesis, aportando todo lo mejor que uno tiene para la construcción del reino de Dios. Yo, en Enseñanza; otros y otras, en realidades diversas».

Una de esas realidades es el campo de la formación cristiana de niños y adultos. A ello ha dedicado y dedica Milagrosa Rosety el mayor tiempo de su vida. A día de hoy, y tras haber formado a niños y adolescentes en el Colegio de San José, en Carranque, Milagrosa es guía de un grupo de adultos, participa en el Consejo Parroquial de San Antonio Abad, en Churriana, coordina una Escuela de Oración con catequistas de primera comunión y dirige retiros abiertos a toda la comunidad parroquial. Como miembro de la Comunidad de Vida Cristiana en Málaga, CVX, acompaña en Ejercicios Espirituales en la vida ordinaria a personas de distintos lugares de la provincia. «En el arciprestazgo siempre estoy abierta a las necesidades que surjan, nos cuenta, en la parroquia que sea o en encuentros arciprestales, aportando lo propio de mi espiritualidad ignaciana. Actualmente, por ejemplo, colaboro en un proyecto de formación de guías de grupos de adultos con la parroquia de Alhaurín de la Torre».

MISIÓN Y VISIÓN ECLESIAL

Estas tres mujeres se sienten felices dentro de la Iglesia. Inmaculada Román confiesa que en esa entrega procura tener como modelo a la Virgen María, que siendo mujer, es la figura humana “más emblemática de toda la Iglesia”. «Contemplándola a ella, solo puedo sentirme feliz de ser miembro de la Iglesia, de vivir como mujer y de llenar mi corazón de madre». Ante las reivindicaciones de algunas mujeres o de ciertos colectivos, pienso que quizás nos alejamos del ejemplo, de la entrega humilde y generosa de María. También me pregunto si lo que realmente se reivindica son en realidad “plataformas de poder”, en lugar de puestos de servicio». Carmen Velasco, por su parte, asegura sentirse como una «bautizada miembro del Pueblo de Dios que camina en la historia. Una historia que, como la Iglesia, tiene luces y sombras, y que me gustaría que caminara más deprisa a veces». Para Milagrosa Roseti, su vocación es eclesial. «Mi misión es la misión de la Iglesia, con la que me siento comprometida y privilegiada. Me siento miembro con pleno derecho y todos los deberes dentro de ella». Pero eso no le exime de experimentar un sentimiento de “impotencia y dolor” ante lo que ella misma califica como “injusticias, desigualdades y actitudes machistas y retrógradas con las mujeres en algunos sectores de la Iglesia”. «También me siento avergonzada ante actitudes y declaraciones que, tomando como argumento “Jesús solo escogió apóstoles”, pretenden seguir tratando a las mujeres como se hacía hace 2000 años. El mundo y la sociedad han avanzado mucho y las mujeres de hoy no tienen nada que ver, para bien y para mal, con las del tiempo de Jesús».

Tres mujeres, con experiencias y opiniones diferentes, pero convencidas de que la femineidad aporta un plus al trabajo que realizan en el seno de la Iglesia. «La forma de pensar, de sentir, de amar, de programar, de actuar… está determinada por mi condición femenina», afirma Inmaculada. Para Milagrosa, la aportación más destacable es «la disponibilidad para amar y servir, para formarse, para innovar y ponerse al día. La mujer aporta su buena voluntad, su espíritu de sacrificio, su lealtad, su fuerza, su creatividad, su sensibilidad, la paciencia y la templanza ante la prepotencia de algunos (cada vez menos) varones y, por encima de todo, una fe que mueve montañas».

Carmen Velasco concluye: «la Iglesia, Pueblo de Dios, nos necesita a todos, a cada uno con sus características peculiares, pues hemos sido creados distintos. Puede haber dimensiones que las mujeres tengamos más desarrolladas que los hombres y lo importante es que cada uno, desde quien es, las aporte para el bien común».
 

Autor: Ana María Medina @_AnaMedina_

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