NoticiaClero Juan Manuel Caracuel: «De vosotros he bebido las aguas limpias de la fe» Publicado: 15/07/2022: 8839 Crónica El neopresbítero Juan Manuel Caracuel presidía su Primera Misa Solemne en la parroquia de la Encarnación, de Marbella. El 25 de junio recibía la ordenación sacerdotal de manos del Sr. Obispo, D. Jesús Catalá, en la Catedral de Málaga, y el 1 de julio, la parroquia marbellí acogía una celebración memorable para la comunidad parroquial guiada por los ceremonieros Rubén Camacho, Juan José Muñoz y Carmelo Jaime. Presidida por el recién ordenado, concelebraron el párroco y los vicarios parroquiales, los formadores del Seminario, los cuatro hermanos del presbiterio ordenados el mismo día con él, y un grupo numeroso de amigos sacerdotes. También participaron los seminaristas y, en los cantos, acompañó la Coral de la parroquia del Stmum. Corpus Christi de Málaga. Tras la procesión de entrada, Juan Manuel Caracuel incensó la pila bautismal en la que recibió el primer sacramento de la Iniciación Cristiana y dio comienzo la celebración litúrgica. Familiares, amigos y feligreses de la parroquia proclamaron las lecturas, compartieron las peticiones y portaron las ofrendas, destacando el momento del lavatorio de manos, para el que se acercaron la madre y el hermano de Juan Manuel, Ana Mª Merchán y Jaime Caracuel. En la homilía, el sacerdote José López Solórzano, párroco de la Encarnación durante la juventud de Juan Manuel, habló con ternura de la vida de fe y el proceso vocacional de aquel joven al que se dirigía con estas palabras: «se le ve muy chiquitillo en esa sede (bromeaba) y, ojalá JuanMa te sientas siempre chiquitillo delante de Dios, nunca te sientas grande… no te sientas nunca merecedor de este regalo que has soñado tantas veces. He estado a punto de regañarte cuando te has sentado en la sede (seguía bromeando), acostumbrado a verte de monaguillo desde pequeño. Hoy, JuanMa, por pura misericordia de Dios ocupas un lugar precioso, que es el lugar de Cristo, el lugar del que preside a una comunidad que pronto se te confiará y allí irás con toda tu ilusión en busca de tu primer amor pastoral». «Aquí estamos los que te hemos visto crecer en gracia, en sabiduría y en estatura, nos alegramos contigo y nos alegramos por nosotros porque tenemos a alguien bueno como sacerdote y queremos darle gracias a Dios», expresaba José López y añadía, «esta parroquia hoy cuenta con la alegría y el gozo de tener entre sus miembros a un sacerdote que nació aquí, que se ha criado aquí, que ha vivido aquí y que siempre tendrá sus referencia en esta casa. Cuando uno regresa a su parroquia de origen, a su pueblo, a su parroquia sentimos el beso fresco de Dios. Nunca pierdas el amor primero que aquí has recibido y, si alguna vez ese amor se reseca, vente a la Encarnación, ponte en el lugar que más te guste y vuelve a llenar los veneros de ese Dios que aquí un día te dijo: “JuanMa, ven y sígueme”». Tras la comunión, un emocionado Juan Manuel Caracuel, tomó la palabra para compartir su acción de gracias a Dios y a todos los presentes y ausentes: «Gracias, parroquia de la Divina Pastora, porque allí comencé a gustar el pan de la Eucaristía y de la Palabra. Allí descubrí un Señor sencillo y humilde que cada día venía a sentarse a la mesa. Pero, gracias sobre todo a este templo, a este altar, a esta casa. Gracias, parroquia mía, porque habéis contemplado el paso del Señor por mi vida cada día. En esta pila me bauticé; en este altar recibí al Señor por primera vez, de estas crismeras fui confirmado, desde esos bancos despedí a mi padre». «Esta, querida familia, es mi casa. Aquí he reído, discutido, aprendido, llorado. De vosotros he bebido las aguas limpias de la fe. Por esos suelos me he tirado a poner pegatinas del Covid, en estos retablos he estado subido limpiando, por estas cámaras me visteis cada día de pandemia cuando mi vida, además del mundo, se iba desmoronando», pronunciaba con voz entrecortada. Tuvo cariñosas palabras para su cura Pepe, para los compañeros y formadores del Seminario, para sus compañeros de curso Rafa Aaron, Santi y Edu, para los fieles de la parroquia… y para su familia: «Papá, mamá Jaime, abuela Lola, Simón, Antonio, Salvadora. Os nombro a todos porque todos estáis aquí ahora. Ese es el gran milagro de la Misa. Sólo os veo a ti, mamá y a ti, Jaime, las únicas raíces que le quedan a mi vida junto a mis tíos y a mis primos. Pero la esperanza me hace ver que todos siguen aquí». Tras la bendición solemne, Juan Manuel se acercó a la imagen de la Virgen del Rocío de la parroquia, muy querida para él, mientras el coro rociero cantaba la Salve. Tras la celebración litúrgica, el neopresbítero se colocó a los pies del altar para cumplir con la tradición de besar las manos en señal de veneración al sacramento que le ha sido conferido por el Obispo, ungiendo sus manos con el Santo Crisma.