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Inicio del centenario de la obra misionera del beato Tiburcio Arnaiz (Gibralgalia)

Misa por el inicio de los actos del centenario de la obra misionera del beato Tiburcio Arnaiz en Gibralgalia
Publicado: 08/01/2022: 7185

Homilía pronunciada por Mons. Catalá en la Eucaristía celebrada el 8 de enero de 2022 en Gibralgalia con motivo del inicio del centenario de la obra misionera del beato Tiburcio Arnaiz

INICIO DEL CENTENARIO DE LA OBRA MISIONERA DEL BEATO TIBURCIO ARNÁIZ

(Gibralgalia, 8 enero 2022)

Lecturas: 1 Jn 4, 7-10; Sal 71, 1-4.7-8; Mc 6, 34-44.

1.- Hoy es un hermoso día para dar gracias a Dios por la presencia y la existencia en nuestra Diócesis y en la Iglesia Universal de las Misioneras de las Doctrinas Rurales. Cien años de presencia es un buen motivo para dar gracias a Dios y para estar contentos.

Las lecturas de hoy, aun en el tiempo de la Navidad, nos ofrecen una reflexión que está concentrada en la oración colecta del beato Tiburcio Arnáiz.

2.- La primera lectura de la carta de Juan nos habla del amor a Dios y a los hermanos. Y nos dice: «Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios» (1 Jn 4, 7). 

Somos hijos de Dios por el bautismo. Y podemos ser hijos porque Cristo, el Hijo de Dios, se ha encarnado, se ha hecho hombre y ha asumido la naturaleza humana para divinizarla.

Quien ama conoce a Dios. «Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él» (1 Jn 4, 8-9).

Demos gracias a Dios por ser amados y que nos capacita para amar, que nos capacita para hacer lo que el Señor nos pide en nuestra vida.

3.- Marcos, el evangelista de hoy, nos ha dicho: «Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas» (Mc 6, 34).

Esa visión del Buen Pastor, Cristo, la asumió el P. Arnáiz viendo que había personas que necesitaban el pastoreo de Jesús, que necesitaban escuchar la Buena Noticia de Cristo. Y que también necesitaban ser educadas y formadas a un mayor nivel, pues para eso tiene el ser humano la inteligencia y todas las potencias que el Señor les da.

Esa fue la gran tarea que el beato Tiburcio Arnáiz inició con las Misioneras.

Decía el P. Arnáiz: «Cuando Dios quiere una cosa, todo se hace posible; manda las personas y los medios; si Él lo quiere, esto se hará cuando Él lo tenga dispuesto». Y el Señor lo quiso, porque él era el pastor que hacía presente al Buen Pastor, Jesús, preocupado por las buenas ovejas que necesitaban ser alimentadas, ser formadas, escuchar la Buena Noticia de Cristo que nos ha salvado.

Esa es la gran obra que empieza aquí en la Sierra de Gibralgalia.

4.- Después, el P. Copado, jesuita también, sucede al P. Arnáiz cuando éste muere en 1926 en la dirección de las Misioneras.

Y María-Isabel González, la cofundadora decía: «Pero qué unión tan perfectísima nos dará el Señor en el cielo a los que en la tierra quiso unir por su bondad en el mismo apostolado y en su caridad!».

El Espíritu Santo ha creado una gran familia de las Misioneras. El fundador, la cofundadora, las hijas, las misioneras, unidos todos en la misma tarea apostólica de pastoreo, de amor a los hermanos. Hoy celebramos el centenario de esta familia, el inicio de esa labor pastoral tan preciosa.

5.- En la tarea de las Misioneras de las Doctrinas Rurales está el servicio al pueblo de Dios. El pastoreo es un servicio, una tarea, una misión que el Buen Pastor le da a unas personas para que lo ejerzan en su nombre.

En el evangelio de Marcos hemos escuchado como el mismo Jesús, el Buen Pastor, «cuando se hizo tarde y se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer”. Pero Él les replicó: “Dadles vosotros de comer”. Ellos le preguntaron: “¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?”» (Mc 6, 35-37). 

Las posibilidades y los recursos no son siempre abundantes; más bien flojean. ¿Cómo vamos nosotros a darle de comer si no tenemos recursos? 

«Él les dijo: “¿Cuántos panes tenéis? Id a ver”. Cuando lo averiguaron le dijeron: “Cinco y dos peces”» (Mc 6, 38). Pues con esos recursos hay que dar de comer. 

6.- No sois muy numerosas las Misioneras; pero con esos recursos se pueden hacer muchas Misioneras y muchas misiones, mucha evangelización en este mundo que cada vez es menos rural.

Fijaros que vuestros fundadores, al P. Arnáiz y María-Isabel González del Valle dieron respuesta a las pobrezas de entonces. Y los lugares eran sitios despoblados, como dice el evangelio, lugares de la Sierra, de pueblos pequeños.

Hoy estamos en otro contexto. Desde hace décadas hay una tendencia a aglutinarse en las grandes ciudades, pero la necesidad es la misma. La gente de hoy necesita a Dios, necesita que se le hable de Cristo como Salvador, necesita ser pastoreada, necesita ser amada, necesita que se les sirva.

7.- Ahora recojo, como os he dicho al principio, la oración colecta que hemos rezado y que sintetiza todo esto: 

«Oh, Dios, que constituiste al beato Tiburcio, presbítero, en apóstol de las insondables riquezas del Corazón de tu Hijo, concédenos que, enardecidos por su mismo espíritu, te amemos a ti sobre todas las cosas y te sirvamos incansablemente en nuestros hermanos».

Pedimos a Dios que lo amemos sobre todas las cosas, como Él nos ama; y hay que amar como el Padre (cf. 1 Jn); los apóstoles aman como Cristo amó.

8.- La devoción al Corazón de Jesús, propia de los jesuitas y por tanto propia del P. Arnáiz, ha sido el centro de su vida espiritual. La fuerza expansiva del amor de Cristo era su motor. Como él decía: «El que vive vida de mucha unión con Dios participa de los afectos de su Corazón».

Recordaban, quienes lo trataron, que hasta su manera de pronunciar el nombre de Jesús hacía bien al alma, y que no había más que observarlo cuando celebraba Misa: entonces parecía que se transformaba y veía a Jesús en la Eucaristía. Amor a Jesús, la primera de nuestras peticiones en la oración colecta.

9.- Y la segunda petición es el servicio a los hermanos. Ya se ha dicho en la monición de entrada lo que son las Doctrinas. Las primeras veces que yo empecé a escuchar el nombre de las Doctrinas me recordó a otra congregación que se llaman Doctrineras. Conforme vamos conociendo vuestra obra se entiende mejor el nombre.

¿Qué es una Doctrina? No es un momento de catequesis, de educación a la fe. Una Doctrina es la presencia de unas personas en un lugar entre las gentes para estar con ellos y hacer esto: amar a Dios y a los hermanos y servirles.

Y, ¿a quién hay que agradecer la primera Doctrina? Pues a aquel grupo de María-Isabel con algunas más que vienen a vivir aquí entre la gente, como ellos, para amarles y servirles. Eso es una Doctrina. ¿El tiempo? El que sea necesario, tres meses, seis meses, un año, dos años… Lo que sea necesario.

10.- En este centenario celebramos que en el curso de los años 1921-1922 vuestros fundadores hicieron tres Doctrinas: Gibralgalia, Alozaina y Las Mellizas (Málaga). Celebramos, por tanto, tres Doctrinas, tres comunidades de fe, de Misioneras que viven pastoreando, amando y sirviendo el tiempo que sea necesario.

En el mismo curso pastoral en el que se inician las tres Doctrinas se realizan unas misiones, que es distinto de la Doctrina. Todos conocemos algo de las misiones populares que pueden durar unos días o unas semanas; y que el P. Arnáiz hizo en el Hospital de Málaga, en Fuengirola (Málaga), en la parroquia de Santo Domingo (Málaga), en la zona de los Portales de Chacón (Málaga), El Chorro (Málaga), El Valle (Málaga) y dos en Jaén, en Úbeda y en Alcaudete.

Esa fue la fecundidad de vuestros fundadores y de vuestras primeras hermanas de las Misioneras de las Doctrinas Rurales.

11.- Hoy damos gracias a Dios por este carisma novedoso para la época y que el Espíritu regaló a su Iglesia, que se ha mantenido durante cien años. Eso es lo que hoy queremos celebrar y dar gracias a Dios.

También quiero agradecer la presencia de las Misioneras en la Diócesis y en la Iglesia; por supuesto, puesto que estáis en otros lugares. Pero aquí en Málaga es donde tiene origen vuestra comunidad.

Quiero terminar con unas palabras de María-Isabel González: «Vivamos nada más que para Él, para sufrir y hacer redención con Él, para decir a todos el Padre que tenemos», es el Padre que tenemos y que nos invita a amar.

Le pedimos a la Santísima Virgen María que siga bendiciendo esta hermosa obra apostólica de las Misioneras de las Doctrinas Rurales. Amén.

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