Del derecho y del revés

Publicado: 21/11/2012: 25801

Según un reciente estudio publicado por la Unesco durante 2012, España es el primer país de Europa en términos de fracaso escolar y de mala inserción laboral de sus jóvenes.

El pasado 20 de noviembre celebrábamos el ‘Día Internacional de los Derechos del Niño, o Día Universal de la Infancia’. Es una fecha que nos hace recordar que un niño no es solamente un ser frágil que necesita de nuestra protección, sino que también es una persona que tiene el derecho a ser educado, cuidado y protegido sea cual sea su procedencia o nivel sociocultural. Es más, un niño es un individuo que experimenta la necesidad de divertirse, aprender y expresarse en libertad. Todos los niños tienen el derecho a ir a la escuela, a recibir cuidados médicos y a alimentarse para garantizar su desarrollo. No sé a ustedes, pero a mí me surge la siguiente pregunta: ¿qué mecanismo establecemos nosotros para contribuir de manera real y eficiente al desarrollo de todas estas necesidades?

Si aterrizamos en el papel que nuestro sistema educativo debe jugar en todo esto, los resultados que arrojan los diversos estudios publicados son devastadores. España es el primer país de Europa en términos de fracaso escolar y de mala inserción laboral de sus jóvenes, según los datos recogidos por la Unesco en la edición 2012 del estudio anual ‘Educación para Todos’. Uno de cada tres jóvenes españoles de entre 15 y 24 años dejó sus estudios antes de acabar la enseñanza secundaria obligatoria, frente a la media europea de uno de cada cinco. Demoledor ¿verdad?

Lo cierto es que como dirían los más viejos del lugar “esto se veía venir”. El periodo de letargo educativo ha sido demasiado largo y costoso. Durante años hemos vivido más preocupados por cuidar el continente que el contenido y claro, cuando llegan las vacas flacas todos los déficits terminan aflorando. Los centros se han dotado de los mejores recursos 2.0. Se ha invertido en un más que cuestionable sistema de gratuidad de libros de texto. No ha existido ningún tipo de reparo en recompensar económicamente cualquier tarea ‘extra’ que rebasase las fronteras del aula. En definitiva, nos hemos olvidado de educar.

El número de alumnos con algún tipo de déficit o trastorno presente en el aula ordinaria es cada día mayor. Los casos de familias desestructuradas por diversas razones se han visto incrementado exponencialmente. La sociedad cada vez arroja una lectura más compleja para lograr interpretar sus particulares normas del juego. Y, ¿qué hemos hecho nosotros? Nada.

"El que recibe a este niño en mi Nombre me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a Aquel que me envió”. El niño es un ser débil y humilde, que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la envidia, no busca puestos de privilegio, no tiene nada que decir ante la avidez que experimentamos los seres adultos y a pesar de todo, poseen un conocimiento claro de su pequeñez y su debilidad. Los educadores hemos sido llamados a fomentar todas estas cualidades para ponerlas al servicio de la formación por y para la vida de nuestros escolares. En la medida que seamos capaces de enraizar nuestras enseñanzas en el respeto y el fomento de estos derechos fundamentales de los más pequeños de la casa, estaremos contribuyendo de manera directa a la consolidación y fortalecimiento de sus valores personales y por ende a su madurez como miembros de la gran familia de la Iglesia.
 

Autor: Pedro Jerez Palomo

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