Para los cristianos tienen que ser días de oración y de especial devoción. Para nosotros las procesiones no son un espectáculo, sino un ejercicio de fe y un alimento de nuestra piedad.

DOMINGO DE RAMOS

Jesús entra triunfalmente en Jerusalén. La gente sencilla lo aclama como el Mesías esperado. Por una vez, Jesús deja que la gente le aclame.  Muchos de ellos se han beneficiado de sus curaciones y han escuchado sus explicaciones sobre el Reino de Dios. Él sabe bien que está entrando en la zona de peligro. Los entusiasmos de hoy se van a convertir pronto en acusaciones y escarnios. Cada uno espera de Él sus propias ventajas personales. Por eso el fervor de este día es oportunista y engañoso.

Cuando llegue la hora de la prueba muy pocos darán la cara por Él. Va a estar muy solo. Pero Jesús viene decidido a cumplir con la misión que ha recibido del Padre, decidido a ofrecer su vida por anunciar la verdad de Dios, la verdad de la vida. Decidido a morir por mantener abierto el camino de la justicia, de la esperanza, el camino de la salvación y de la vida verdadera. Hoy es un buen día para renovar nuestra fe en Jesucristo como Rey de la humanidad, como Juez del mundo, Señor y Salvador de nuestra vida.   Es el momento de acogerlo de verdad en nuestro corazón como Dios nuestro. Siempre y en todo contigo, Señor. No permitas que nunca me someta a otros “dueños” ni acepte otros “maestros”.