Trini y el Movimiento impulsado por ella, ha  querido ser  –y es- un buen samaritano para muchas personas: ha fortalecido lazos matrimoniales, ha vuelto a unir lo roto, ha enseñado que la palabra perdón es más hermosa que el odio o la revancha; ha acompañado los primeros pasos de matrimonios en el hermoso aprendizaje de ser esposos y padres… ha roto la soledad de muchas personas que han encontrado en la Comunidad de San Juan de Ávila una familia amplia. Trini ha sido una infatigable misionera del amor de Dios, alentada por el espíritu apostólico de San Juan de Ávila predicó la belleza del amor.

Decía San Juan de Ávila: “La muerte es el espejo en el cual se ven las cosas claras y del tamaño que son” (Carta 323).  En la muerte de Trini podemos apreciar la grandeza de su amor: amor a Dios sobre todas las cosas; amor a la Iglesia, como hija fiel, que se muestra en su devoción al Papa y en la fidelidad al Concilio Vaticano II, como referente afectivo y doctrinal; amor a Pedro esposo y compañero de vida y apostolado; amor a su familia natural; amor a la larga familiar espiritual que ha engendrado y de la que muchos nosotros somos testigos y beneficiarios.