Diócesis11. Curso 2013-2014

Prioridades pastorales 2013-2014

Publicado: 27/09/2012: 1103

INTRODUCCIÓN

1. "La dulce y confortadora alegría de evangelizar"

En una de las congregaciones cardenalicias previas al Cónclave, el entonces cardenal Bergoglio citó esas palabras de Pablo VI para recordarnos que Jesucristo no sólo dio un mandato misionero (cf. Mt 28,18-20) sino que, desde dentro, nos impulsa a salir de nosotros mismos para llevar a cabo “la dulce y confortadora alegría de Evangelizar” (Evangelii nuntiandi 80).

El 15 de marzo de 2013, dos días después de su elección, el Papa Francisco se dirigía al Colegio Cardenalicio pidiendo el esfuerzo de todos en orden a la evangelización: “Todos juntos, pastores y fieles, nos esforzaremos por responder fielmente a la misión de siempre: llevar a Jesucristo al hombre, y conducir al hombre al encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, realmente presente en la Iglesia y contemporáneo en cada hombre. Este encuentro lleva a convertirse en hombres nuevos en el misterio de la gracia, suscitando en el alma esa alegría cristiana que es aquel céntuplo que Cristo da a quienes le acogen en su vida”.

La entrega fiel a la evangelización requiere que no cedamos a la tentación de vivir centrados en nosotros mismos, convirtiéndonos en una Iglesia autorreferencial. Al contrario es necesario avivar el celo apostólico y salir con libertad y fortaleza, hacia las periferias geográficas y existenciales donde están más presentes el dolor, la injusticia, la miseria, la ignorancia y la exclusión de lo religioso. Jesús, que acompaña a la Iglesia, quiere salir al encuentro de todos los hombres, sobre todo de los más necesitados de lo que ennoblece al hombre.

Al inicio del presente curso pastoral, cercano ya el fin del Año de la Fe que estamos viviendo, la insistente llamada del papa Francisco a salir para comunicar a Jesucristo nos anima a continuar celebrando y revitalizando la fe y a seguir ofreciendo el don de la misma a los demás, con renovadas fuerzas y entusiasmo. Hemos de dar a otras personas la oportunidad encontrarse con Jesucristo, reconocerle como su Salvador y aceptar la invitación a seguirle, incorporándose a la Iglesia. La Virgen María, “Madre de los Apóstoles”, nos acompaña en nuestra vida y misión. Confiados en Ella, pedimos su maternal intercesión.

2. Un momento esperanzado de la Iglesia

La decisión del papa emérito Benedicto XVI de renunciar a la Sede de Pedro “por no tener fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”, para que otra persona con más “más vigor del cuerpo y del espíritu” nos presida en la caridad y conduzca a la Iglesia, nos ha hecho vivir unos momentos realmente históricos. La valentía y humildad que tal decisión implican, su anteponer el bien de la Iglesia a su permanencia al frente de la misma, nos interpelan e invitan a no anteponer nada al bien de la comunidad cristiana, de la Iglesia  y de la evangelización.

Desde su elección, el papa Francisco, con su estilo sencillo, directo y cercano, y su manera de proponernos la fe ha reavivado la alegría y la esperanza, siempre presentes en la Iglesia. Sus continuas invitaciones para que avancemos hacia una Iglesia más pobre y misionera, a salir a las periferias y acercarnos a los necesitados, reafirmadas durante  la reciente Jornada Mundial de la Juventud, son un programa que estamos llamados a secundar con generosidad.

El Papa nos invita continuamente a no caer en el “pesimismo y el desánimo”a tener “la firme convicción de que, con su aliento poderoso, el Espíritu Santo da a la Iglesia el valor de perseverar y también de buscar nuevos métodos de evangelización, para llevar el Evangelio hasta los extremos confines de la tierra (cf. Hch 1,8). La verdad cristiana es atrayente y persuasiva porque responde a la necesidad profunda de la existencia humana, al anunciar de manera convincente que Cristo es el único Salvador de todo el hombre y de todos los hombres. Este anuncio sigue siendo válido hoy, como lo fue en los comienzos del cristianismo, cuando se produjo la primera gran expansión misionera del Evangelio” (Discurso al Colegio Cardenalicio, 15.03.2013).

También ha de marcar nuestro momento eclesial el don de la primera encíclica del papa Francisco La luz de la fe, que hemos de hacer nuestra; y no sólo por la riqueza de sus contenidos, que estamos invitados a acoger y vivir, sino también porque ella misma es expresión de la «continuidad apostólica», asumiendo el Santo Padre la redacción iniciada por Benedicto XVI, haciéndola suya y añadiendo sus aportaciones. Es una alegría comprobar, una vez más, que la Iglesia se renueva en la continuidad. Para facilitar el estudio y difusión de la encíclica, se ofrece y recomienda la publicación diocesana Reflexiones sobre la encíclica Lumen Fidei.

En el ámbito de la Iglesia universal se prevé la celebración de las canonizaciones de Juan XXIII, que convocó y puso en marcha el Concilio Ecuménico Vaticano II, comienzo de una verdadera primavera de la Iglesia, y la de Juan Pablo II, que ha conducido generosamente su aplicación en los últimos años. Dos modelos de santidad que son una llamada a redescubrir y tomar en serio nuestra vocación a la santidad.

La Conferencia Episcopal Española nos ha ofrecido, entre otros, dos importantes documentos: La verdad del amor humano y Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe. Ambos textos ofrecen ricas orientaciones pastorales en campos tan urgentes y necesarios como la familia y la educación en la fe, que hemos de tener muy en cuenta, especialmente en el ámbito de la pastoral familiar.

Por lo que se refiere a nuestra Iglesia particular malacitana, la aprobación y aplicación de los nuevos Criterios Diocesanos de Economía es una buena oportunidad, que no podemos dejar pasar, para renovar nuestros criterios en la captación y administración de los recursos necesarios para la actividad pastoral, para potenciar la transparencia. Y, lo que es más importante, para crecer en una más profunda y efectiva comunión de bienes.

3. El contexto social en el que hemos de realizar la misión

De todos es conocida la profunda crisis social y económica en la que vive nuestro país, lacerado por el paro y el sentimiento de una corrupción relativamente generalizada. Esta crisis afecta a la familia, a la educación, a la confianza en los políticos y su servicio a nuestra sociedad, a la economía, al trabajo, y está produciendo un debilitamiento de la protección social. Pero, una vez más, son los más pobres y vulnerables los que están soportando lo peor de la crisis con el consiguiente sufrimiento.

Como ha afirmado el papa Francisco en muchas de sus intervenciones, una de las causas de esta situación está en el predominio del dinero sobre nosotros y sobre nuestra sociedad. De manera que la crisis financiera que atravesamos, nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡La negación de la primacía del hombre! Como afirma el Papa, “¡lo que está en crisis es el hombre! ¡Y lo que puede resultar destruido es el hombre!”, reducido “a una sola de sus necesidades: el consumo. Y peor todavía, hoy se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte». Esta deriva se verifica a nivel individual y social.

Mientras las ganancias de unos pocos van creciendo exponencialmente, las de la mayoría disminuyen. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no tiene límites”.

Como ha dicho el Papa, ¡El dinero debe servir y no gobernar!”Por eso exhorta “a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a la ética en favor del hombre”, a«repensar la solidaridad» ya no como simple asistencia con respecto a los más pobres, sino como repensamiento global de todo el sistema, como búsqueda de caminos para reformarlo y corregirlo de modo coherente con los derechos fundamentales del hombre, de todos los hombres”. La situación requiere el compromiso solidario de todos nosotros, para sostener a quienes están tentados de perder la esperanza, para evitar que se consolide la «cultura del descarte», se renueve la vida moral, se propicie la salida de esta crisis, se ayude a los que más la padecen y se exija el fin de la corrupción y la(s) responsabilidad(es) a sus causantes.

Por otro lado, es necesario recordar la profunda crisis de fe que viene afectando a muchas personas que se han ido alejando de la vida cristiana y de la Iglesia: tantos bautizados que de hecho viven como si no hubiesen recibido el bautismo, o como si Dios no existiera. Es clara la oposición cultural a la religión y el intento por parte del laicismo de reducirla, (en todo caso), a la esfera de lo privado o a su dimensión cultural. Esto hace que, en este contexto, la búsqueda y aceptación de la fe en Dios requiera un esfuerzo añadido, como quien tiene que nadar contra corriente. En este contexto socio-cultural nos toca proponer la fe, que ya  no puede seguir dándose por supuesta.

4. Avanzar por el camino emprendido

En los últimos cursos pastorales hemos venido haciendo un esfuerzo generoso para avanzar en la renovación de la pastoral de infancia y juventud, en la que nos queda un largo camino por recorrer, y de la catequesis de iniciación cristiana. También hemos acercado la Palabra de Dios a nuestro pueblo y le hemos invitado a hacer una lectura orante de la misma mediante el método de la Lectio Divina. Durante la celebración del Año de la Fe nos propusimos “Mostrar la belleza de la fe y proponerla”, una tarea en la que nos queda mucho por hacer.

Las prioridades pastorales de este curso quieren ser una ayuda que permita avanzar en el camino recorrido hasta ahora por nuestra Diócesis. Todos estamos invitados a continuar, con generosidad y renovado esfuerzo, el trabajo emprendido y a acoger y trabajar las tres prioridades que se ha decidido proponer para este curso pastoral. Seguro que el Señor hará fecunda nuestra labor si, por nuestra parte, no regateamos el esfuerzo y la entrega.

Nuestra gratitud surge, una vez más, al comprobar la generosa actividad pastoral y evangelizadora desarrollada y la acogida de las anteriores prioridades pastorales. Seguro que el Señor dará crecimiento y hará fructificar la semilla, sembrada con tanta generosidad.

PRIORIDADES PASTORALES PARA EL CURSO 2013-2014

5. Prioridades pastorales

La evaluación de la puesta en práctica de las prioridades pastorales 2012-2013 y la percepción de las necesidades más urgentes de nuestra Diócesis, realizadas en un clima de diálogo y discernimiento comunitario por parte de los responsables de la pastoral diocesana y por los distintos ámbitos de corresponsabilidad (Equipo de Arciprestes, Consejo del Presbiterio, Consejo Pastoral Diocesano y Consejo Episcopal), nos animan a proponer una nueva prioridad y a seguir trabajando dos de las anteriores. En la toma de esta decisión se ha tenido en cuenta el camino recorrido por nuestra Diócesis, los acontecimientos eclesiales de la Iglesia y nuestra propia situación social y religiosa.

Para el presente curso pastoral se proponen las siguientes prioridades:

1)     Potenciar el conocimiento de la Sagrada Biblia y su acogida orante (Lectio Divina).

2)     Fortalecer el testimonio cristiano y acrecentar la propuesta de la fe.

3)     Iniciar la renovación de la Pastoral familiar.

Queremos desarrollar estas tres prioridades teniendo en cuenta dos claves, siempre necesarias y,  más aún, urgentes en nuestra situación actual:

Clave vocacional

Toda acción eclesial que realiza el cristiano, es consecuencia de su nueva vida en Cristo y de su compromiso bautismal. Es necesario evitar que se plantee la vida cristiana en clave de voluntarismo, como si ésta fuese algo que hemos de determinar fundamentalmente por nuestra propia iniciativa y desde nosotros mismos, en función de nuestras capacidades y deseos. Por el contrario, toda auténtica vida cristiana ha de plantearse en clave vocacional, como respuesta al amor de Dios que toma la iniciativa y sale a nuestro encuentro, invitándonos a seguirle y abriéndonos posibilidades que ni siquiera podríamos vislumbrar por nuestra cuenta.

Para el normal funcionamiento de la Iglesia, es necesaria la presencia del ministerio ordenado, que tiene la misión de la enseñanza, del  gobierno y de la santificación de los fieles. A quienes Dios llama para este ministerio deben estar abiertos a una respuesta generosa. Corresponde a toda la comunidad eclesial suscitar, acompañar y hacer madurar estas vocaciones de especial consagración.

Debemos pedir al Señor que suscite entre nosotros vocaciones de laicos, sacerdotes y  religiosos; pedirle insistentemente «que mande trabajadores a su mies» (Mt 9,38). Pero también hemos de hacer posible que la llamada del Señor sea escuchada y acogida. Para ello es necesario plantear toda la pastoral en clave vocacional propiciando el encuentro con el Señor y la actitud de escucha y generosidad que permita responder a su llamada. Todos estamos invitados a dejar de preguntarnos “¿qué me gusta y qué deseo hacer?”, para situarnos de una manera más coherente con la fe y decir: Aquí estoy Señor, ¿qué quieres de mí? Envíame (cf. Is 6,1). Hemos de estar particularmente atentos para proponer a los jóvenes su posible llamada al sacerdocio y a la vida de especial consagración, y hacer cuanto esté de nuestra parte para que esa llamada pueda ser acogida y fructifique.

Solidaridad con los pobres

La coherencia evangélica, como nos recuerda continuamente el papa Francisco, y la situación social que padecemos, nos piden también estar muy atentos al mundo de los pobres en el desarrollo de nuestras prioridades. Es imprescindible que los más necesitados se sientan invitados a participar de la vida cristiana en nuestras comunidades, y que toda nuestra actividad pastoral sea accesible a los mismos. La ayuda más necesaria y liberadora que podemos ofrecerles es la vida cristiana; hacer que, si lo desean, encuentren en la Iglesia su propia casa. Junto a esto es imprescindible que el desarrollo de las prioridades contribuya a acrecentar la generosidad de todos, para que Caritas y las demás instituciones socio-caritativas de la Iglesia puedan contar con la estima, el apoyo y los recursos necesarios, que les permitan servir a los más necesitados en nombre de la Iglesia.

6. Primera prioridad: Potenciar el conocimiento de la Sagrada Biblia y su acogida orante (Lectio Divina)

La primera prioridad continúa la ya iniciada en los dos cursos anteriores, en los que hemos centrado nuestra atención en la  Palabra de Dios en toda su amplitud que, como sabemos, no se reduce a la Sagrada Biblia, expresión escrita de la misma bajo la inspiración del Espíritu Santo. Este curso proponemos centrarnos en las Sagradas Escrituras como medio privilegiado para el encuentro y trato de amistad con el Señor. Queremos potenciar la difusión, el conocimiento y el uso orante de la Biblia, especialmente mediante el método de la Lectio Divina. Así contribuiremos a “que Jesucristo, la Palabra de Dios encarnada, se abra camino en el corazón de los hombres” (Verbum Domini, 1) potenciando una “espiritualidad auténticamente cristiana”(Ibid.,86; cf. Ibid., 25). Todos estamos invitados a mejorar nuestro conocimiento de la Biblia, en comunión con la Iglesia, de quien la hemos recibido como Palabra de Dios y que nos ofrece su interpretación auténtica.

Necesitamos seguir potenciando la dimensión bíblica de toda acción pastoral, para que ésta se nutra y vivifique de la misma. Además, es preciso continuar impulsando la participación en la Sagrada Liturgia, especialmente en la celebración de la Eucaristía, donde la lectura de la Palabra de Dios acontece de nuevo y la lectura orante de la misma encuentra su lugar privilegiado (cf. Verbum Domini, 86). Pero este curso pastoral queremos centrar nuestra atención en el uso del método de la Lectio Divina. Este método, recomendado vivamente por la Iglesia,  es verdaderamente “capaz de abrir al fiel no solo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente” (Ibid., 87); es capaz de transformar nuestra vida, nuestra manera de pensar, sentir y actuar.

Es necesario centrar los esfuerzos en el acompañamiento de los grupos que han iniciado la práctica de la Lectio, para consolidarlos y convocar a nuevas personas que quieran reunirse para practicar este modo de oración de manera personal y comunitaria.

Para facilitar la puesta en práctica de esta prioridad, nuestra Diócesis ofrece el libro Rema mar adentro, publicado por la editorial Verbo Divino. Su contenido plantea la misión y los diversos ámbitos donde proponer la fe. Esta obra, además de facilitar la familiarización con el método de la Lectio Divina y consolidar su práctica entre nosotros, puede ser un instrumento valioso que potencie la consecución de nuestra segunda prioridad.

7. Acciones concretas para la primera prioridad

7.1.     Conocer

-         Dar a conocer el método de la Lectio Divina.

-         Formar y acompañar monitores de grupos de Lectio Divina y coordinarlos para que puedan ayudar en las parroquias del arciprestazgo que lo necesiten.

-         Ofrecer un espacio bíblico en la revista Diócesis, con explicaciones de los textos del domingo y pistas para la Lectio.

-         Ofrecer cursos de iniciación a la oración.

-         Organizar cursos para lectores de la Palabra de Dios en las celebraciones litúrgicas.

-         Difundir los contenidos de la cuarta parte del Catecismo de la Iglesia Católica, dedicado a la oración (nn. 2558-2865).

-         Ofrecer formación bíblica en el ámbito parroquial.

-         Invitar a seguir la formación de la  Escuela Teológica “Beato Manuel González”.

7.2.     Celebrar

-         Iniciar grupos de oración bíblica con el método de la Lectio Divina.

-         Introducir el método de la Lectio Divina en los momentos de oración de los demás grupos y en encuentros parroquiales.

-         Usar preferentemente para la celebración de la Lectio Divina la edición de Rema mar adentro.

-         Cuidar la proclamación de la Palabra de Dios en las celebraciones litúrgicas, especialmente en la celebración de la Eucaristía.

-         Ofrecer momentos de oración comunitaria guiadas.

7.3.         Vivir

-         Leer asiduamente el evangelio del día, especialmente el del domingo.

-         Procurarse una formación bíblica con lecturas adecuadas y participando en las iniciativas formativas que ofrezca la diócesis.

-         Participar en las celebraciones litúrgicas, especialmente de la misa dominical, acudiendo con tiempo para prepararse convenientemente a la escucha de la Palabra de Dios y a la participación en la celebración.

-         Ofrecer a otros el evangelio del día y animar a su lectura y difusión.

-         Participar en los encuentros diocesanos de Lectio Divina, que se organicen para monitores de grupos de Lectio, miembros adultos de los mismos, monitores de jóvenes y catequistas de niños y adolescentes.

8.  Segunda prioridad: Fortalecer el testimonio cristiano y acrecentar la propuesta de la fe

Cada vez somos más conscientes de que evangelizar, es decir, anunciar a Jesucristo y proponer la fe constituye la misión esencial de la Iglesia... su identidad más profunda”(Pablo VI, Evangelii nuntiandi [1975], 14). Obispos, sacerdotes, consagrados y laicos hemos sido enviados por el Señor a hacer discípulos (cf. Mt 28,10-20); todos somos corresponsables de esta misión, que es la de la Iglesia, y estamos llamados a contribuir a su realización, cada cual según vocación.

Por otro lado sabemos que no podemos seguir dando por supuesta la fe de las personas y que los cauces tradicionales de transmisión de la misma no resultan ya tan eficientes. Esta realidad, y la convicción de que la fe es la única respuesta salvadora para los hombres, lo mejor que podemos ofrecerles para su plena realización personal, hacen necesario e incluso urgente que centremos nuestros esfuerzos en “Mostrar la belleza de la fe y proponerla”, como nos proponía la tercera prioridad del curso anterior. Prioridad en la que necesitamos seguir avanzando.

Como Jesús hemos de tener “compasión” de tantas personas que andan “extenuadas y abandonadas «como ovejas sin pastor» (Mt 9,36). Como a Jesús, el amor apasionado por la gente y el deseo de su plena realización y salvación nos tienen que poner en marcha, para ofrecerles la oportunidad de abrirse al don de la fe, aceptar a Jesucristo e incorporarse a la Iglesia.

Para esta misión es imprescindible que «el ardor apostólico», «que el celo pastoral» se avive y acreciente en nosotros hasta poder decir como San Pablo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16). Consciente de que esto es un don, el papa Francisconos ha invitado a pedir al Señor la parresia necesaria, el fervor apostólico, que nos impulse a seguir adelante, como hermanos, a todos nosotros: ¡adelante! Adelante, llevando el nombre de Jesús en el seno de la Santa Madre Iglesia”(Homilía con ocasión de la fiesta de San Jorge,23.04.2013). Para evangelizar es necesario “partir siempre de la oración, pedir, como los Apóstoles en el Cenáculo, el fuego del Espíritu Santo. Sólo la relación fiel e intensa con Dios permite salir de las propias cerrazones y anunciar con parresia el Evangelio. Sin la oración nuestro obrar se vuelve vacío y nuestro anuncio no tiene alma, ni está animado por el Espíritu”(Papa Francisco, Audiencia general, 22.05.2013). Además, en un mundo tan complejo y crítico como el nuestro, es necesario seguir potenciando la formación de los sacerdotes y de los laicos para dar un  testimonio más coherente con la fe y hacer una propuesta más convincente de la misma.

Esta prioridad nos pide centrar nuestro esfuerzo y atención en los bautizados que no viven incorporados a la Iglesia, aunque participen ocasionalmente en algunas celebraciones. Son también cada vez más las personas que ni siquiera han recibido el sacramento del bautismo, ni acuden ocasionalmente a nuestras parroquias. Tampoco hemos de descuidar las acciones pastorales dedicadas a los que viven unidos a la Iglesia.

La opción que acabamos de mencionar requiere, por una parte, ampliar y mejorar el servicio de acogida de quienes se acercan a la parroquia y la calidad de las celebraciones en las que participan los alejados. Por otra parte, urge detectar posibles lugares de encuentro con quienes no vienen, buscar las ocasiones que nos permitan estar presentes, acompañarles y crear vínculos que propicien su apertura a la fe y la posibilidad de ofrecerles el primer anuncio misionero. A partir de la acogida y los encuentros hemos de invitarles a participar en procesos catequéticos de estilo catecumenal, que les permitan conocer e iniciarse en la experiencia de la vida cristiana, en la Iglesia.

Todos, especialmente las Delegaciones Diocesanas relacionadas con el apostolado laical, debemos promover y alentar una pastoral evangelizadora en los ambientes de estudio, trabajo, barrios, ámbitos sociales y políticos, zonas  de marginación y pobreza, orientada a despertar la fe de los que no creen o a reanimarla en aquellos para quienes la fe ha dejado de ser el principio configurador de su vida. Además, es necesario potenciar una presencia eclesial, pública, encarnada, transformadora, que promueva el diálogo entre la fe y la cultura, entendida como todo lo que desarrolla las cualidades espirituales y corporales de la persona, tal como expresa el Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes, 53). Igualmente es necesario cuidar el amplio mundo de los medios de comunicación actuales. También hemos de aprovechar las visitas crecientes a nuestros templos y obras de arte, mostrando su belleza como expresión de la fe. Además es necesario cultivar todos los recursos culturales a  nuestro alcance para mostrarla.

El Señor nos precede y acompaña en la misión. Él tiene «un pueblo numeroso en esta ciudad»(Hch 18,10) y nos envía por delante de él, adonde piensa ir (cf. Lc 10,1). Con la intercesión y los cuidados maternos de la Virgen María, Madre de los apóstoles, podemos ponernos confiadamente en camino.

9. Acciones concretas para la segunda prioridad

9.1. Conocer

-         Estudiar y dar a conocer la Encíclica La Luz de la fe y difundir la publicaciónReflexiones sobre la encíclica Lumen Fidei.

-         Buscar ámbitos de encuentro con personas alejadas de la vida cristiana.

-         Mejorar la acogida en las parroquias y demás instituciones diocesanas, dedicando los sacerdotes más tiempo y preparando personas para que colaboren en este servicio.

-         Capacitar equipos que puedan ofrecer el primer anuncio misionero y la evangelización de la religiosidad popular.

-         Participar en las jornadas formativas sacerdotales y para laicos.

-         Potenciar la formación que posibilite el diálogo con la cultura y la presencia en los medios de comunicación social.

-         Educar en una estética de la fe.

-         Dar a conocer los Cursillos de Cristiandad, como instrumento válido para el primer anuncio y conversión.

9.2. Celebrar

-         Organizar momentos de encuentro parroquiales, a los que se inviten a personas que se han acercado a la parroquia ocasionalmente.

-         Insertar acciones de primer anuncio y evangelizadoras en los momentos celebrativos de religiosidad popular.

-         Cuidar la belleza de las celebraciones de la fe

-         Celebrar misiones populares.

-         Celebrar encuentros de reflexión y animación apostólica de cristianos comprometidos en los diferentes ambientes.

-         Celebrar foros de diálogo con no creyentes y personas alejadas del ámbito eclesial.

-         Potenciar itinerarios-guía con sensibilidad catequética para la visita de nuestras iglesias.

-         Promover exposiciones con las obras de arte religioso, con finalidad evangelizadora.

9.3. Vivir

-         Vivir atentos a las oportunidades de propuesta de la fe y propiciarlas.

-         Acoger fraternalmente a quienes se acercan a la parroquia por cualquier motivo.

-         Frecuentar ámbitos de encuentro con personas alejadas de la vida cristiana.

-         Cuidar la relación personal con los no creyentes o alejados de la comunidad.

-         Cuidar como ámbitos de evangelización las manifestaciones de religiosidad popular.

-         Facilitar y estimular la presencia apostólica en los ambientes, acompañando a los que se impliquen.

-         Favorecer la presencia en los medios de comunicación social.

-         Invitar a personas que se han acercado a la parroquia a iniciar un itinerario catequético.

10. Tercera prioridad: inicar una renovación de la pastoral familiar

Desde hace tiempo venimos percibiendo la necesidad de dar una atención prioritaria a la Pastoral Familiar, dada la situación socio-cultural en la que desenvuelve la familia y la necesidad de dar respuestas pastorales a los nuevos retos que tiene hoy planteada para vivir y transmitir la fe.

Desde hace algunos años se ha ido forjando un cambio de perspectiva en la pastoral familiar. Ésta no se concibe hoy solamente como la realización de una serie de actividades relacionadas con la familia, ni con la oferta de cursillos para la preparación inmediata a la celebración del Sacramento del Matrimonio. El nuevo planteamiento pastoral propone establecer la vocación al amor como criterio pastoral; y proponer la familia como el ámbito adecuado para vivir la vocación al amor, que es respuesta al Amor que nos precede, aprendiendo a ser hijos, esposos y padres.

En nuestra Diócesis se han dado ya pasos significativos en los últimos años. Desde la Delegación diocesana de Pastoral Familiar se han ofrecido materiales para la preparación inmediata al sacramento del matrimonio. También se viene ofreciendo el Master en Pastoral Familiar y el servicio del Centro de Orientación Familiar.

Pero urge impulsar una pastoral familiar más extensa que dé respuesta a los desafíos que tienen que afrontar las familias. La Pastoral Familiar ha de ser la acción evangelizadora que realiza la Iglesia en la familia y con la familia, acompañándola en todas las etapas y situaciones de su camino. Es necesario anunciar de nuevo el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia, porque en él se puede encontrar la respuesta a las aspiraciones más profundas de la persona y descubrir la esperanza que contiene la familia cristiana. Además, hay que hacer visible la familia como núcleo y fuente imprescindible para el bien social. Hay que ayudar también a descubrir y a vivir una auténtica espiritualidad conyugal donde, a partir de la vocación al matrimonio y la familia, se pueda descubrir la condición cristiana de hijos, esposos y padres.

Finalmente, nuestra Pastoral Familiar tiene que ayudar a los esposos a vivir con profundidad y coherencia su vocación de padres; a educar a los hijos como discípulos de Cristo y como ciudadanos; a asumir la fe, dando testimonio de la misma en el mundo; y a contribuir a crear una sociedad más justa y fraterna. En este proceso los movimientos familiares presentes en la diócesis están llamados a desarrollar un papel importante. En este primer curso nos proponemos, sobre todo, la recepción más amplia y profunda posible de los documentos La verdad del amor humano y Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe.

11. Acciones concretas para la tercera prioridad

11.1.     Conocer

-         Estudiar y difundir los últimos documentos de la Conferencia Episcopal Española: La verdad del amor humano y Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe.

-         Ofrecer formación para agentes de pastoral familiar.

-         Dar a conocer la Semana de la familia.

-         Formar en la dimensión afectiva y sexual de la vida cristiana y ofrecerla a los jóvenes.

11.2.     Celebrar

-         Participar con toda la familia en el acto de clausura diocesana del Año de la fe, el 24 de noviembre de 2013.

-         Dar un sentido familiar a las celebraciones parroquiales.

-         Facilitar y promover la experiencia de oración y de vida de fe en familia.

-         Participar en las celebraciones diocesanas de la Familia.

-         Facilitar la oración de madres embarazadas, novios, y celebración bodas oro y plata.

11.3.     Vivir

-         Mostrar, cuando sea oportuno, nuestra condición de familia cristiana.

-         Comprometerse en mejorar la coordinación familia-parroquia-escuela.

-         Acompañar pastoralmente a separados y divorciados.

-         Crear una red de matrimonios en las parroquias.

-         Potenciar la coordinación de grupos y asociaciones relacionados con la familia

-         Impulsar escuelas de padres y el servicio del Centro de Orientación Familiar (COF).

-         Desarrollar una espiritualidad matrimonial.

 

 

Málaga, 8 de septiembre de 2013

Solemnidad de Santa María de la Victoria,

Patrona de la diócesis de Málaga

Autor: diocesismalaga.es

Más artículos de: 11. Curso 2013-2014
Compartir artículo