NoticiaClero MI CURA, por Cristina Vera Cristina Vera y su esposo, Salvador González Publicado: 02/07/2020: 17044 mi cura Cristina Vera, presidenta de la Acción Católica General en Málaga. A lo largo de mi vida he conocido a muchos sacerdotes maravillosos. De alguna manera, todos y cada uno de ellos han pincelado mi vida dándole fuerza, consistencia, serenidad y claridad a mi relación con Cristo. Pero los valores que conocí en uno de ellos, puedo decir que han enmarcado mi vida definitivamente en Cristo. De una manera sutil, pero firme, me ha acompañado, mostrándome la belleza de una mirada profunda, cercana al necesitado, una mirada arraigada en Cristo, permitiéndome entender que todo pierde sentido sin el Padre, dándole sentido así a mi vocación como discípula misionera que quiere vivir el Evangelio en medio del mundo y llevar a Cristo a los más alejados, a los más pobres, de una forma madura y para toda la vida. Ese sacerdote es modelo de estabilidad y madurez en mi vida, mostrándome cada día su entrega, su apostolado que testimonia. Es pastor que me acompaña de muchas maneras, que se preocupa por mostrar siempre el mensaje de amor liberador de Cristo. Un sacerdote inserto en el mundo, pero sin dejarse arrastrar por él, sin ceder ante los poderosos, siempre al lado de los más pobres, de los más débiles, siendo voz para el que no tiene voz. Sacerdote generoso que se da a los más frágiles, que comparte TODO, sin discriminación de ningún tipo. Siempre acompañante de su comunidad, recordando siempre las palabras de Jesús “vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo”, tomad conciencia de vuestra vocación como bautizados. Enamorado de Cristo, discípulo servidor, fuerte y firme, misericordioso y amable, libre pero manso; fiel a su ministerio trabaja día a día por evangelizar por donde va porque ese es su mandato. Con claridad y desde lo sencillo, recuerda que Dios es la raíz y, sentándose frente al Santísimo, cada dia en medio de este mundo, nos ayuda a entender que el único camino es volver a Él. Sacerdote que ofrece cada día de manera alegre y activa su servicio, capaz de levantarse a pesar del agotamiento del trabajo, para construir el Reino y que, además, me acompaña para construir mi marco, ese que sostiene lo más preciado: MI VIDA CON CRISTO. Él es un regalo para mí, un regalo para todos, un signo de esperanza en medio del mundo, de este mundo.